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Nadal abre la puerta de la gloria a un genial Del Potro

Tomás de Cos

Nada es inmutable sobre la faz de la tierra. El simple paso del tiempo o las variaciones atmosféricas hacen cada momento irrepetible y diferente. Miami no fue lo mismo que Indian Wells para Rafa Nadal. El ‘terminator’ del tenis nunca encontró las mismas sensaciones en su juego y acabó pagándolo caro. Por suerte no es una clase de robot evolucionado, por más que a veces lo parezca. Juan Martín Del Potro firmó en la pista central Crandon Park (Key Biscayne) el mejor partido de su carrera deportiva y apartó al número uno del mundo de las semifinales del segundo Masters 1000 del año.

Una derrota dolorosa para el español, que peleó como de costumbre pero careció de su fortaleza y maestría para rematar los partidos. Remó contra corriente, hasta la extenuación –llegó a salvar tres bolas de partido, dos de ellas con aces- pero acabó vencido a un paso de la orilla. Nadal remontó un set inicial (6-4) en el que el desgarbado ‘Delpo’, en las antillas de lo que fue su actuación en la final de la Copa Davis, mostró a las claras que la gran promesa es ya una realidad. Y después de crecerse en la segunda manga hasta igualar el choque (6-3 para el español), el manacorense se colocó incluso con un ventajoso 3-0 en el set definitivo. Sin brillo. Sin gustarse a sí mismo. Pero con oficio y saber estar.

En ese justo momento cambió el viento del encuentro. El argentino arrancó la hasta ahora ‘nadalada’ del torneo. Recuperó la concentración y los mimbres con los que se impuso en el primer set. Como quien finalmente se orienta, tras haber estado perdido, al toparse con algo que le resulta familiar. Un sonido, un olor, un gesto inconsciente... Apretó con fuerza el grip antes de cada zarpazo y comprobó lo mucho que corría su bola. Reconoció el poder destructor de sus golpes y las malas sensaciones de Nadal tocando la pelota, lo que le permitió cuajar una racha de puntos que le sirvió para colocarse con 4-3 a su favor. Del 3-0 al 3-3, Rafa apenas se anotó un par de puntos.

En el deporte de la raqueta siempre es difícil discernir dónde acaban los méritos de uno y comienzan los pecados del rival. Del Potro estuvo soberbio, sin duda. Pero Rafa le invitó a volver al partido y le facilitó recuperar la fe. Un error dramático que muchas veces hemos observado en Federer. Una realidad que martilleará seguro en la cabeza del número uno durante unas horas. Nadal no pensará en los puntos que defendía, ni en la ocasión perdida de ganar el torneo en el que se comenzó a forjar su leyenda. Le dará vueltas a cómo dejó escapar el partido. A cómo dejó la puerta entornada olvidando echar el pestillo. Al pasito atrás que dio en el último set, en el que apenas se asomó a la línea de fondo. Solamente corriendo y metiendo bolas no se ganan partidos. Hay que hacer algo con la pelota. Le cedió mucha pista y toda la iniciativa a Del Potro, que siempre llevó la voz cantante en los intercambios.

De nuevo aquí nos topamos con la paradoja. Porque el argentino hizo muchas cosas bien y encontró la manera de derrotar al gladiador español. La táctica planteada acabó resultando ganadora. Repitió el tiro continuamente mientras tenía la posición cogida en la pista y la sartén por el mango. A modo de percutor y con una fuerza descomunal. Y jugó mucho en paralelo. Para dar menos tiempo de recuperación a Nadal y evitar su temible capacidad para abrir ángulos. Rafa nunca pudo taparse el revés y buscar voltear el punto con su drive. Del Potro mantuvo además el mando en los puntos sin perder la cabeza. Sin buscar un winner de forma precipitada. Empujando y desgastando a Nadal. Ganando la pista metro a metro hasta asomarse a la zona de definición. Una estrategia que le permitió estar siempre cerca de las tres líneas (fondo y laterales) que delimitaban su campo, ahí donde su tenis gana enteros. Y además corrió de lo lindo, incluso ganó algún que otro punto importante para la moral, en las escasas ocasiones en las que Rafa se decidió con acierto a variarle la bola para sacarle de paseo por la pista.

Lo mejor es que, lejos de su mejor tenis, Nadal volvió a ser un hueso para su rival. No perdió de cualquier forma. Lo hizo en el tie break del tercer set y tras haber levantado tres puntos de partido. Pero no puede olvidar que se acomodó y fió la victoria, en gran medida, en los regalos del contrario. Y esta vez, ‘Delpo’ no bajó los brazos ni anduvo excesivamente generoso. Afortunadamente, entre las grandes virtudes del mallorquín figura su capacidad de aprendizaje y el tío Toni se encargará de que interiorice la lección.

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