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Nadal desnuda a Murray

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Tomás de Cos

Rafa Nadal saltó a la pista uno del Indian Wells Tennis Garden con su ritual habitual en las grandes citas y con el recuerdo bien fresco en la memoria de sus derrotas ante el escocés. Con la venganza tatuada en la mirada. Como un auténtico púgil, Nadal volvió a inclinar a su favor el combate desde el plano gestual. Probablemente, en la actualidad no exista ningún atleta en el planeta con la competitividad del manacorense. Nadal acabó desnudando en público al tenista con mayor proyección de los últimos doce meses.

Nadal se impuso al talentoso Murray (6-1 y 6-2) y a Eolo, el peor enemigo del tenis, invitado de honor del anfitrión desierto californiano en los últimos días del torneo. El tenista todoterreno sacó sus garras para no ser devorado por el viento. A su rival humano, Murray, lo tenía maniatado desde antes de salir del vestuario. La mayor velocidad y peso de su bola, unido a su excelente juego de pies y su mayor solvencia desde el fondo de la pista, le hacían claramente favorito. La escala de efectos de su raqueta tiene dos puntos más que el resto, el modo ideal de jugar un partido en un día especialmente ventoso. Y además, como de costumbre, tenía un plan de juego minuciosamente diseñado junto a su equipo: hacer jugar a Murray de derecha. A ser posible bolas bajas y cortadas, hasta encontrar el momento para dar el zarpazo letal al punto.

Nadal decantó la final desde el primer juego. Sobre el servicio de Murray, que acabó anotándoselo, demostró a todo el mundo que el escocés tendría enfrente, más que nunca, a la Gran Muralla China. Un enemigo inabordable. Ya entonces se intuyó el break, que sin embargo llegó en el tercer juego. Con pasitos cortos y rápidos, Nadal se colocaba una y otra vez mejor que su rival para golpear a la pelota. A pesar de los movimientos extraños provocados por el viento.

Estuvo muy firme al servicio. No concedió una sola bola de break en todo el parcial. Y jugó más valiente y agresivo en los juegos en los que tenía al enemigo invisible aliado con la perla del tenis británico. Murray, por el contrario, en el sexto juego ya empezaba a maldecir las condiciones climatológicas y a buscar un enemigo extra en el juez de silla, al que solicitó con insistencia un let absurdo (a causa de una bolsa que voló desde la grada cruzando la pista, instantes después de que Nadal impactará un winner).

En el sexto juego Nadal se apuntó el segundo break, con un Andy Murray jugando ya algo alocado y descentrado, para cerrar el parcial con el servicio y un incontestable 6-1.

En el segundo set, Nadal prosiguió pasando el rodillo. Haciendo lo que mejor sabe hacer: corriendo, midiendo distancias y enviando misiles al campo contrario hasta minarle moralmente.

Nadal agiganta su leyenda

Murray se adelantó con un juego en blanco ante el breve descanso que se concedió el número uno. Un simple espejismo. Con dos nuevas roturas de saque, en el quinto y el séptimo juego, Nadal sentenció el segundo capítulo de la batalla, que rubricó con un juego inmaculado al servicio.

El maniático Nadal, que nunca pisa las líneas de la pista y que alinea milimétricamente cada una de sus botellas, demostró no ser supersticioso. En Indian Wells se anotó su décimo tercer título Masters 1000 (antes denominados Masters Series) y el número 33 de su palmarés, igualando la cifra alcanzada por el granadino Manolo Orantes en la Era Open. A sus 22 años, sus números no admiten ya comparación alguna. Pero lo mejor es que el chico sigue hambriento.