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Real Madrid 2008/09: Primer golpe

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Un inicio lleno de sombras y un repunte de optimismo basado en una pequeña mejora de juego y sobre todo en una actitud intachable y un espíritu inquebrantable que condujo a remontadas espectaculares, algunas casi imposibles y que convirtieron al Real Madrid, por un breve lapso de tiempo, en un equipo de apariencia irrompible, poco brillante pero demencialmente competitivo. Todo eso se vino abajo a la primera (seria) de cambio. Todo sucumbió bajo la mano ejecutora de un equipo superior, el Barcelona, y una estrella deslumbrante, Juan Carlos Navarro. La Copa, primera parada de la pelea por los títulos, devuelve al Real Madrid 2008/09 a una realidad nada halagüeña.

La derrota en Copa del Real Madrid deja muchas lecturas, pero sobre todo una unívoca: el club blanco abandona a las primeras de cambio la lucha por un título en el que se está convirtiendo en un rey demasiado laxo. Dieciséis años sin Copa son demasiados para este club. Con la derrota en cuartos se paga el peaje de un mal arranque de temporada y una clasificación que obligaba a un sorteo cuesta arriba. Pero ese argumento es fútil. Para ganar la Copa hay que enfrentarse, sea a las primeras de cambio o después, a los rivales más fuertes. Por encima de eso, queda la sensación de que el Real Madrid está un peldaño (o más de uno seguramente) por debajo de equipos como el Tau o el Barcelona, incluso Unicaja (por plantilla y entrenador). Una realidad que las últimas victorias, período de milagros, había ocultado para dar paso a un estado cercano a la euforia que escondió durante algunos días la cruda realidad de una sección que no está ahora mismo en el nivel de otros grandes de la ACB y Europa en cuanto a inversión y planificación.

Porque más allá del toque de magia que endulza el paladar del aficionado cuando su equipo remonta a base de furia a escuadras superiores queda el poso de que conviene reflexionar acerca de las razones que hacen que el Real Madrid parta con una consideración inferior a la de aquellos que deberían ser sus rivales directos, su espejo. Esta derrota, además, desmonta el supuesto plan que seguía la dirección deportiva para vender un triste arranque de temporada con la esperanza de un nivel óptimo a la hora de la verdad, que comienza con la Copa y seguirá con la lucha por la Final Four y, al final del camino, los playoffs ACB. Y no la desmonta por la derrota en sí, siempre posible en un torneo de estas características y ante un rival del nivel del Barcelona. Lo hace porque la imagen volvió a ser de inferioridad manifiesta. Un equipo obligado a sufrir como un perro para seguir la estela del partido, entregado a su energía y su fe sin muchos más argumentos en lo deportivo. Eso parece lo más peligroso: tres partidos ya ante el Barça a lo largo de los que ha sido netamente inferior con el único oasis de los últimos minutos del partido de Euroliga. Así las cosas, el siguiente duelo, otra vez en Europa y en el infierno del Palau, puede ser un nuevo golpe en la comparación con el eterno rival.

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Las miradas, como a principio de temporada, apuntan a la dirección deportiva, a la plantilla por extensión, y al banquillo. Los nuevos no cuajan y la paciencia se agota. La Copa, punto de inflexión para tantas cosas, era un termómetro para comprobar posibles redenciones en un momento tan importante, con tantos ojos pendientes. Nada de nada. Tomas apartado por Plaza y sin minutos, Massey 0 puntos y -4 de valoración partiendo como titular y Hosley 2 puntos en apenas diez minutos y retratos infames como una pérdida por botarse en el balón en el pie en pleno fragor de la batalla al comienzo del último cuarto. Pepe Sánchez deja algún guiño de esperanza pero demasiadas veces sigue pareciendo el ex jugador que ha parecido durante toda la temporada (¿sólo esta?) y Van den Spiegel no es desde luego un jugador deslumbrante y todo lo sólido que debería, a pesar de que se antoja importante porque al menos cubre la infame falta de centímetros prevista desde el arranque de la temporada y multiplicada por el desahucio definitivo de Lazaros y un Hamilton seguramente ya irrecuperable para jugar al máximo nivel. Así las cosas, resultaba enternecedor ver al extraordinario Felipe dejarse el alma en la zona ante una muralla colosal y siempre fresca (Santiago, Vázquez, Ilyasova, Andersen…).

Felipe es, desde luego, la constante de este equipo, la gran esperanza cuando vienen mal dadas (algo que sucede demasiado a menudo). Él, Bullock y Llull. El escolta ha entrado en trance dulce y pasa por su enésima juventud, pero su edad sigue suponiendo un problema tozudo. El base, por su parte, está cuajando con valores excelentes en los dos lados de la cancha. Pero resulta demasiado poco cuando el resto es tan inestable, no garantiza apenas nada cuando llega la hora de competir de verdad. Sin demasiado apoyo de los nuevos y sin una excelente versión de Raúl o Mumbrú y ni siquiera una notable de Hervelle, apocado por un extraño rol al que le llevan el espacio y tiempo limados por los nuevos fichajes: mala planificación, otra vez.

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El Real Madrid, en fin, depende de muchas circunstancias y, cuando todas se afinan a la vez, rara vez le sirve para brillar con desmesura o ganar con holgura, al menos ante los equipos fuertes. Necesita, por ejemplo, un buen porcentaje en tiro de tres cuando tiene pocos especialistas. Ante el Barcelona hubo fases de problemas serios ante una eficiente zona 1-2-2, igual que hubo, por ejemplo, momentos con Hosley jugando de escolta. Mala gestión, en definitiva, de un Plaza más preocupado (o eso parecía) de los árbitros que del partido.

De nuevo, su gestión de las rotaciones resultó poco eficaz (Bullock llegó fundido al desenlace, acosado por Basile y las ayudas defensivas) y los sistemas evolucionaban hacia las individualidades. Con Llull minimizado por la intensidad de Sada, Felipe estuvo en su línea y Bullock sacó durante tres cuartos canastas imposibles en acciones individuales con la mano del rival encima. Pocas respuestas más, apuntes de mal ambiente entre los jugadores y la sensación de que no resulta algo precisamente puntual y de que el Real Madrid va a tener muchos problemas para no cerrar el año en blanco. Luchará a muerte y seguramente sumará buenas victorias, pero ahora mismo parece complicado que no acabe encontrando finalmente, en Euroliga y ACB, un rival más fuerte ante el que se cierren todas las puertas.

La apuesta por un equipo más físico amenaza con quedarse muy corta, con la calidad muy mal repartida y concentrada en un núcleo demasiado escaso de jugadores. La Copa, decía, es para bien o para mal un termómetro y un punto de inflexión en un momento crucial de la temporada. El termómetro arroja una fría realidad para el Real Madrid. Habrá que ver su efecto como punto de inflexión, aunque la perspectiva no es demasiado halagüeña.