El tenis español saca pecho
Nadal y Verdasco protagonizarán en Melbourne la primera semifinal española en la historia del primer ‘grande’ de la temporada. En una mañana inolvidable, un genial Verdasco, con un tenis y una mentalidad renovadas, apabulló al gigante Jo Wilfried Tsonga, finalista en 2008. Y Nadal redondeó la faena al eliminar a Gilles Simon en uno de los duelos más tácticos jamás vistos. Un inapelable 2-0 en el doble enfrentamiento franco-español, que deja una consecuencia muy positiva: el domingo un español peleará por llevarse el Abierto de Australia.
Las antípodas han sido siempre territorio hostil para el tenis español. Allí cayeron Santana y compañía en dos finales de Copa Davis en la década de los sesenta. Y años más tarde también sucumbió la España, liderada por Ferrero, en la emboscada aussie de 2003. Verdasco se ha convertido en el sexto tenista español en alcanzar la penúltima ronda en el gran torneo del verano austral pero sólo tres de nuestras ilustres raquetas disputaron, siempre sin éxito, la final: Juan Gisbert en 1968, Andrés Gimeno en 1969 y Carlos Moyà en 1997.
Tras la previsible derrota de Carla Suárez ante la incansable rusa Elena Dementieva, cuyo tenis mejora con el paso del tiempo como el vino, Verdasco demostró que su condición de héroe de la pasada final de la Copa Davis en Mar de Plata, junto a los sabios consejos del maestro Agassi, han hecho crecer exponencialmente su tenis. Ha dado un indudable paso adelante. En menos de una semana ha ganado a Stepanek, una de sus bestias negras, a Murray, el talento con mayor progresión de la actualidad, y al gigante Ali Tsonga, finalista del año pasado y verdugo de Nadal.
Verdasco ha dado hoy una lección de tenis y de saber estar en la pista. Nada que ver con aquel tenista, tan brillante como impaciente, al que se le nublaba la vista en los momentos delicados. Ha abandonado el grupo de los buenos para compartir experiencias con los mejores. Técnica y físico tiene para ello. Esperemos que sea por mucho tiempo. De momento, el lunes estrenará condición de top ten y parece haberse grabado a fuego las sabias palabras del 'mago Andre', “a los torneos no se va a jugar, se va a ganar”.
La victoria de Nadal era de esperar, aunque el chaval se gana a pulso día a día la fe infinita que los aficionados tienen depositada en él. Sin ceder un sólo set se vengó del listo y correoso Gilles Simon. Pocos tenistas del circuito tienen la facilidad innata para jugar al tenis del joven francés con cara de chico rebelde de reformatorio. Su revés es todo un seguro de vida, se monta sobre la pelota como pocos y maneja las direcciones con precisión relojera. La falta de potencia consigue suplirla aprovechando la velocidad de la bola del rival, con unos endemoniados cambios de ritmo. Para colmo, falla muy poco y maneja la táctica como el mismísimo número uno.
Sin embargo, Nadal sigue estando un escalón por encima de él y resolvió cada problema con la sabiduría de un campeón y su raza habitual. Su mentalidad sobrenatural le permite no rendirse nunca y anular cualquier imprevisto. Tenemos número uno para rato. El viernes nos sentaremos orgullosos a disfrutar de una histórica semifinal.