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Maestro Djokovic

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Tomás de Cos

A falta de la disputa de la final de la Copa Davis en Mar de Plata, la temporada de tenis ha acabado casi como empezó, con Novak Djokovic levantando su segundo título ‘grande’ de su palmarés. En enero cosechó su primer Grand Slam en el verano australiano y en noviembre se ha llevado el torneo de ‘maestros’.

A pesar de la ausencia por lesión de Rafa Nadal, que complicará muchísimo las cosas en Argentina, la última Copa Masters ha brillado en su despedida de Shanghai. En el grupo dorado Djokovic y Davydenko demostraron desde la primera jornada que se encuentran todavía un escalón por encima de Tsonga y Del Potro. El argentino se marchó hacia la final de la Davis con una sola victoria, ante el propio Tsonga por un doble 7-6, mientras que el francés tiró de casta para derrotar a Djokovic, ya clasificado para las semifinales, en su despedida.

No hay duda de que Del Potro ha dado un gran paso adelante en su carrera este año y de que apunta maneras para consolidarse como ‘top-ten’. Buenas vibraciones, aunque no al nivel del argentino, ofrece Ali Tsonga, que en este 2008 se ha dado a conocer mundialmente. El tenista de origen congoleño suple con potencia y agresividad las grandes lagunas de su tenis pero si tiene un buen día muy pocos son capaces de pararle los pies.

Djokovic y Davydenko se midieron dos veces en el Qi Zhong Stadium, las dos con victoria para el talentoso serbio. ‘Nole’ demostró en la final lo difícil que es contrarrestar su juego rápido y agresivo cuando está fino. Después de haber consumido tres sets ante Nikolay, y haber dejado alguna que otra duda por el camino, en el partido decisivo resultó un ciclón devastador. El sólido y rocoso tenis de fondo de pista del ruso se resquebrajó con estrépito ante los zambombazos paralelos del número tres del mundo. Ni siquiera al servicio logró Davydenko forzar al serbio a dar un paso atrás, lo que unido a su gran hándicap en la volea, le condenó a la derrota después de haber dado la gran campanada en la semifinal ante Andy Murray.

Parece mentira que un jugador de su regularidad y solvencia siga sin ganar un torneo de Grand Slam y mantenga semejante agujero negro en su juego de red. A poco que lo mejorara, como hiciera en su día Nadal, sería un hueso (ya lo es) de cuidado, sobre todo teniendo en cuenta su descomunal capacidad de sacrificio.

Por el contrario, Djokovic cierra un año de ensueño con la enésima confirmación de lo dañino que resulta su tenis cuando su cabeza mantiene una tensión competitiva constante, sin altibajos. En esas condiciones su tenis roza la perfección, por potencia, precisión, cambios de ritmo y variedad. El serbio gana puntos desde cualquier rincón de la pista y con cualquiera de sus golpes (desde el servicio a la dejada), gracias a su gran movilidad y elasticidad.

En el grupo rojo la cosa estuvo mucho más apretada. Andy Murray demostró encontrarse en un extraordinario momento de forma –ha firmado una segunda parte de temporada increíble- y derrotó a sus tres rivales de grupo. Ante Roddick restó con solvencia, mantuvo la paciencia en los momentos de dominio del estadounidense, y lo supo mover de un lado a otro de la pista. Y un dato muy a su favor es que fue el único que no sufrió ante el increíble Gilles Simon.

Otra cosa fue su enfrentamiento con Federer. El número dos del mundo, maestro en cuatro ocasiones (Houston 2003, 2004 y Shanghai 2006, 2007) se revolvió una y otra vez antes de perder el combate. Un partido inolvidable, con un nivel de tenis excepcional, en el que Federer, con molestias en la espalda que le obligaron a ser tres veces atendido, luchó como una fiera herida y un tenis de ensueño en una de sus mejores versiones de la temporada. Hasta siete bolas de partido salvó el suizo, que se impuso en el primer set y remontó, aunque sin recompensa, en las dos siguientes mangas. Pero Murray estaba más fuerte y supo sobreponerse una y otra vez a las embestidas de casta y juego de Federer, hasta vengar su derrota en la final del US Open.

El escocés, pese a estar ya clasificado antes del duelo, se vació contra el suizo por sacarlo del torneo. Y la épica victoria, que dejó a Federer sin la posibilidad de empatar con sus admirados Lendl y Sampras, le acabó pasando factura. Murray se presentó ante Davydenko muy justo de fuerzas y fue atropellado sin piedad por el de Severodonezk en la semifinal. Una experiencia que debe servirle en el futuro porque él era quien más boletos tenía para ser el campeón. Djokovic se dejó ir contra Tsonga en su último partido del grupo y acabó haciéndose las fotos con el trofeo. Claro que es sabido que entre Murray y Federer hay una rivalidad especial.

De cualquier manera, el escocés ha dado un salto cualitativo casi impensable (Corretja ya lo vaticinó en una entrevista concedida a AS.COM) hace ahora un año. El trabajo duro con su preparador físico ha permitido que su juego suba muchos enteros. Ahora es un tenista muy completo y que se sabe capaz de desnudar a cualquiera. Sin duda, ya forma parte del cuarteto de cabeza a pesar de que sus tres grandes rivales (Nadal, Federer y Djokovic) le han dejado sin los títulos más importantes de 2008.

Por último no quisiera cerrar este particular repaso a la Masters Cup 2008 sin hablar de Gilles Simon. Beneficiado por la renuncia por lesión de Roddick en favor de Stepanek (como Federer), el joven jugador francés volvió a hacer de las suyas. Ante Roger no se dejó intimidar por el 6-4 inicial y siguió con maestría la senda descubierta hace ya algunos años por Rafa Nadal. Federer volvió a pecar de soberbia, no puso la intensidad requerida y Simon acabó llevándose el gato al agua. Ante el pollito comenzó el suizo a quedarse sin semifinal. Luego Simon no dio opción a Stepanek y con dos victorias apuró sus opciones de ser semifinalista celebrando los puntos de Murray ante Federer delante de la televisión.

Simon ha sido otra de las buenas noticias del extenuante año de tenis que ahora se marcha. El de Niza, con su cara de adolescente bueno y responsable, ha zarandeado a los mejores, ha ganado tres títulos (Casablanca, Indianápolis y Bucarest), se ha asomado a la final de Madrid y a las semifinales de Rotterdam, Canadá, Lyon y la Copa Masters. Todo ello sin apenas hacer ruido, corriendo mucho y montado sobre una técnica depurada, que le permite aprovechar al máximo los tiros del rival (la velocidad, el efecto, el ángulo…) antes de sorprender con un pinchazo certero. Un tenis de sabio espadachín.