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Luces y sombras del nuevo Real Madrid

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¿Nuevo? Parece exagerado el adjetivo. El Real Madrid ha optado por la renovación y no por la revolución, de tal forma que el cambio no es drástico pero sí lo suficientemente significativo. El objetivo es doble: retomar el camino de la lucha por los títulos y hacerlo además con buen baloncesto. La temporada pasada fue confusa, enormemente frustrante en la casa blanca. De las máximas aspiraciones a las telarañas en los bolsillos. Además, no hubo una crisis pronunciada ni una repentina caída en picado. Al contrario, el Real Madrid vivió una cuesta abajo progresiva pero imparable, imperceptible ante muchos ojos debido a los resultados mayoritariamente positivos en todos los partidos… en los que no había nada realmente decisivo en juego. Por eso, cuando saltaron las alarmas lo hicieron cuando el incendio ya había arrasado con todo. Demasiado tarde. Por eso, un equipo que deslumbró la anterior campaña se convirtió en una máquina funcional, sin recursos y sin brillo. Por eso el campeón de liga y ULEB no olió título ni visitó final. Por eso vio por televisión la Final Four que se disputó en su ciudad y sólo por eso se convirtieron en estériles, algo nunca visto, las 29 victorias de la temporada regular.

¿Qué sucedió? Muchas cosas. O simplemente algunas, pero dañinas por imprevistas, por difíciles de prever. La sucesión de circunstancias hace ahora sencillo criticar la planificación, el proyecto. Sin embargo, hace un año, pocos dudábamos de que el Real Madrid era el principal aspirante a los títulos nacionales y candidato (uno de ellos) a estar en la Final Four de la Euroliga. Allí, ante equipos más potentes pero en casa, todo podría pasar… Hace un año, prácticamente todos pensábamos (yo, desde luego) que Lazaros Papadopoulos era un fichaje excelente, un pilar necesario para competir en las grandes citas continentales. Todo eran alabanzas para Joan Plaza, protagonista de una hermosa historia que le llevó de años de trabajo en la oscuridad a ostentar el bastón de mando de nada menos que el Real Madrid. Cierto que llegó al club casi de rebote, pero el equipo en su primera temporada desplegó un baloncesto rotundo, rápido, moderno, intenso y vistoso. Y conquistó España y reconquistó una pequeña porción de Europa (vía ULEB) en la que debía ser una temporada de transición. En la siguiente, la que debía ser de confirmación, todo se vino abajo. Así son las cosas. Así es la cara y la cruz del deporte, que Joan Plaza ha vivido en toda su extensión en apenas dos años. De alabado a culpable. De piedra angular a cuestionado.

Es cierto que el Real Madrid perdió muy pocos partidos, pero perdió los importantes. Eso, por lo tanto, no tendría que ser una excusa sino un motivo de reflexión, un punto de partida para estudiar el nuevo camino a tomar, un nuevo rumbo hacia delante o, en el caso del Real Madrid, quizá hacia atrás. Porque no hubo mala suerte o simple e incontestable superioridad del rival. Hubo una serie de problemas que se manifestaron casi desde el arranque de la temporada pero ante los que las victorias sirvieron como narcótico y no como estímulo. Un primer problema fundamental fue el nulo rendimiento de los fichajes. Lazaros, con un sueldo desorbitado, no ofreció absolutamente ningún rendimiento. Desmotivado, fuera de forma e inadaptado, no tuvo ninguna química en pista con Felipe Reyes ni pareció entenderse nunca con Plaza. Ni el técnico parecía a gusto con un fichaje seguramente impuesto y con un tipo de pívot que no es especialmente de su gusto, ni el jugador demostró orgullo y profesionalidad; más bien se fue apocando y encogiendo, retirándose lo más lejos posible de los focos, evitando las responsabilidades que acarreaba su contrato de dos millones y las virtudes que relataba su currículum. Del mismo modo, Pelekanos tampoco llegó nunca a sentirse parte importante del equipo, sin tener ni realmente merecer confianza del cuadro técnico. Tampoco era el tipo de jugador que se había vendido sino más bien un proyecto de alero con buenas aptitudes para el trabajo defensivo y una capacidad nunca expresada para ayudar en ataque. En ningún caso un jugador polivalente que podía cubrir roles como el del cedido Tomas.

La falta del salto de calidad competitivo que debían aportar los griegos vino acompañada de una mengua del valor real de la plantilla. Jugadores clave durante el triunfal año anterior, como Smith, o realmente importantes (Tunceri) o simplemente valiosos en la rotación (Sekulic) se deshicieron. Otros como Felipe o Hervelle rindieron, pero bajaron un peldaño. Mumbrú siguió encerrado en sus trances de irregularidad y falta de criterio en los minutos calientes, Raúl mejoró en lo personal pero hizo menos por la mejora del equipo (36% menos de asistencias) y Bullock hizo partidos excepcionales pero volvió a evidenciar alguna laguna en las grandes citas. Sin olvidar un hecho fundamental: el Real Madrid no pudo contar con Venson Hamilton, cuyos problemas físicos le han convertido en una baja perenne cuya importante función en el 5 nunca fue cubierta (en su momento se fue Moiso…), en parte por la citada falta de soluciones improvisadas, asunto que seguramente tenga que ver con la narcosis inherente a una temporada regular de grandes resultados.

Joan Plaza se descubrió como uno de los principales culpables del bajo rendimiento de su equipo, igual que había sido responsable de los excelentes detalles de la temporada anterior. En su haber queda una mala gestión de la plantilla, un pésimo sistema de rotaciones con un doble error: mal reparto de minutos que afectó a un equipo que llegó fundido al playoff ante Unicaja y, por otro lado, un empecinamiento por aplicar su sistema de cambios de espaldas a lo que acontecía en el campo, sin sensibilidad hacia los minutos calientes de los jugadores y sin reacciones ante los parciales peligrosos de los rivales. Plaza pareció en muchos partidos un freno en lugar de un dinamizador, y se vio superado en muchos choques en el apartado táctico. El Real Madrid dejó de correr, cayó en defensa con una lacra evidente en lo relativo a la línea exterior y perdió en algún lugar los sistemas, sin fluidez y fiado a las rachas de Bullock, las canastas mágicas de Raúl o la lucha sin cuartel de Felipe y Hervelle. El equipo terminó desquiciado, impotente, envuelto en el torrente de protestas de jugadores a veces demasiado calientes (Hervelle, Felipe, Mumbrú), con un Plaza lánguido y poco convincente en sus explicaciones y viendo como Unicaja, octavo en la temporada regular, le pasaba por encima en Vistalegre en playoffs y como la posibilidad de luchar por estar en la Final Four, gran objetivo del año, se escapaba por propios deméritos, obligado a jugárselo a todo o nada en la pista de Olympiacos (una ruleta rusa con demasiadas balas en el cargador) después de tirar de forma incomprensible su partido como local ante Maccabi, en un final confuso en el campo y de decisiones incomprensibles desde el banquillo.

Más ágil, más rápido, más fuerte

Desde luego, hubo ruido de sables en todos los estamentos de la sección. Parte de la junta directiva quiso cobrarse la cabeza del técnico. Salieron Sekulic, Iturbe, Tunceri, Smith y Pelekanos, se trató de todas las formas de colocar a Lazaros, sin suerte, y todo y todos, o casi todos, tenían un nubarrón en el horizonte. Sin embargo, parece sensato mantener la confianza en Plaza. Dos años, una cara y una cruz. Es justo lanzar otra moneda para el desempate. Parece de sentido común, en vista de la situación del mercado, mantener un bloque que puede y sabe ser sólido y buscar un perfil concreto de fichajes. En definitiva, aplazar el juicio definitivo sobre todo un proyecto que ha demostrado ser capaz de lo mejor y de lo peor.

El mercado, sin duda, marca la situación real del Real Madrid y del resto de grandes de la ACB. Hasta el Barcelona, cuyos fichajes parecen de un nivel superior a los del resto (Madrid incluido) se deben plegar a la realidad que llega desde Rusia y desde los bastiones griegos (Olympiacos y Panathinaikos). Unas desmedidas posibilidades de gasto, un mercado prácticamente distinto a su disposición que hace que muchos fichajes sean imposibles para nuestros equipos y, hay que contar con ello, que la Euroliga sea un objetivo cada vez más lejano para los grandes de la ACB, perfectamente capacitados para estar entre los ocho mejores de Europa pero cada vez con más problemas para estar entre los dos o tres grandes aspirantes. Los nombres y los sueldos hablan por sí mismos.

A priori, el Real Madrid necesitaba mejorar su defensa exterior, su tiro, su circulación de balón y control de juego en cinco contra cinco. Necesitaba un alero, un base o combo guard de garantías y necesitaba sobre todo un pívot grande e intimidador (por sus propias necesidades) pero también rápido (por los gustos de Plaza). Raúl y Bullock juntos en pista no servían como línea de choque para los jugadores exteriores del equipo rival y dentro de la zona faltaban centímetros e intimidación, aspectos que han ido parcheando como han podido jugadores que suplen con energía pura sus carencias físicas para desempeñar ese papel.

Y el Real Madrid, manos a la obra, ha completado una reestructuración de la plantilla que puede funcionar pero de la que, en principio, no se puede decir que aporte garantías absolutas, las certezas que tranquilizarían al aficionado. En ese sentido y mientras se soñaba con Marc Gasol y se escapaba el fichaje de Rafa Martínez, el Barcelona, con más nivel de gasto pero también más movilidad en los despachos, se ha hechos con jugadores de nivel contrastado como Sada, Andersen y Barton. Y hablo del Barcelona porque parece un baremo más real para calibrar la línea de actuación del Real Madrid que los pudientes rusos y griegos. El Real ha optado para el puesto de base por Pepe Sánchez, un jugador rechazado por el Barcelona que es muy del gusto de Plaza (le quería un año antes para asaltar la Euroliga) y sobre el que planean dudas. Sus virtudes son innegables: inteligencia sobre la cancha y dirección cerebral en estático, conocimiento del juego y asimilación de su papel. Sus defectos también, sobre todo cierta indolencia y falta de intensidad que le ha puesto en el disparadero en sus últimas temporadas. Quizá llegue al real Madrid en un momento demasiado tardío de su carrera.

Por lo demás, la principal novedad es que el Real Madrid ha apostado por el músculo, por la fuerza. Físico no exento de calidad en el caso de Tomas. El croata es otro jugador sobre el que hay dudas que resolver. Nadie discute su calidad, pero la cuestión gira en torno a su capacidad para ser importante en un equipo donde va a tener menos minutos y menos peso específico que en Fuenlabrada. Los otros dos fichajes concentran las miradas y las ilusiones madridistas. Por un lado, Quinto Hosley, alero de 24 años que brilló la temporada pasada en Turquía (más de 22 puntos y 11 rebotes por partido) del que se espera que siga creciendo a partir de su status de gran estrella de los playground neoyorquinos y que aporte defensa, rebote y su porción de puntos. Sin embargo, seguramente hablemos de un jugador, por ahora, que puede ser en el mejor de los casos un buen complemento, no una estrella. Más atención atrae Jeremiah Massey, norteamericano de pasaporte macedonia que brilló sobremanera en la última Euroliga con el Aris y que es el gran robo del Madrid en el mercado, el único caso de fichaje que muchos pretendían y que él ha conseguido. De apenas 2’02, su capacidad atlética es la base de su juego y lo que debería hacerle importante en un equipo en el que llega para jugar en un rol no demasiado distinto al de Hervelle o Felipe. Como el primero, podría tener incluso minutos como alero. Como Felipe, hay dudas de que pueda aportar como pívot nato más allá de situaciones puntuales de los partidos.

Defender más, correr más, jugar mejor

Así que la plantilla del Real Madrid queda configurada con un bloque que parece prometedor pero en el que se ven posibles fallas. Lazaros sigue, casi a la fuerza, y en la pretemporada ha mostrado una mejor forma física, una mayor actitud y una voluntad de ser importante y de mejorar lo que era imposible de empeorar. Si Hamilton no vuelve con capacidad de rendir a un nivel válido (desgraciadamente, hay obvias dudas al respecto), seguirá el problema en el puesto de pívot. Sigue faltando un tirador puro, aunque hay jugadores que pueden anotar desde posiciones exteriores, y sigue habiendo dudas en el puesto de base, por las citadas incógnitas de Pepe y la incertidumbre de Llull, al que Plaza no dejó demostrar la temporada pasada si era un base válido de verdad para el equipo. Sus virtudes son claras: intensidad, velocidad, defensa. Sus lagunas, control del partido y tiro. El Real Madrid va a mejorar todavía más en rebote y veremos la aportación de Massey, pese a su altura, en la intimidación. La defensa será mejor, con una posibilidad de enorme perspectivas en el exterior (Llull, Tomas, Hosley) y, por lo visto en pretemporada, Plaza quiere volver a correr y volver al baloncesto fluido, jugando desde dentro hacia fuera, sin tantas posesiones agotadas sin sentido por el base para terminar con Bullock jugando contra los cinco rivales o Felipe trabajándose a base de sudor sus tiros. Sin embargo, no lo olvidemos, los resultados no han sido especialmente brillantes y el equipo sólo ha mostrado a ráfagas esas mejoras. Pretemporada, al fin y al cabo.

El problema para el Real Madrid es que, a priori, sigue habiendo muchas posibilidades pero no se han resuelto todas las dudas. Algunos de los fichajes son prometedores, y todo puede resultar óptimo: Llull puede explotar, Pepe aportar aquello para lo que ha sido fichado, Tomas convertirse en una realidad, Hosley demostrar todo lo que apunta, Massey levantar a la afición con sus acciones espectaculares, Lazaros ser Lazaros y no su caricatura, Bullock retrasar un año más su declive, Mumbrú centrarse definitivamente y hasta Hamilton regresar y aportar minutos de intensidad física en la zona. Y Plaza recuperar las mejores virtudes de su pizarra y leer los partidos con más flexibilidad. Pero cuando hay tantas monedas lanzadas al aire, siempre queda el riesgo de que sean cruz las suficientes para arruinar una temporada donde la competencia se presenta mayor en la ACB, no digamos en la Euroliga…