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Ilusión justificada y dudas razonables

Blog_hoy

Pasó la primera ronda de los Juegos y llega la hora de la verdad. La fase de grupos no ha servido apenas más que para descabalgar a un aspirante a medalla (Rusia) y para polarizar todavía más las sensaciones que transmitieron los grandes gallos en los partidos de preparación. Ya hay al menos dos fracasos, infinidad de momentos deslumbrantes en la retina, algún partido de máximo voltaje para el recuerdo (especialmente el Argentina - Lituania) y un debate abierto en torno a la selección española que se cerrará, para bien o para mal, en los próximos días. Porque, a la vista del juego exhibido hasta ahora, se han confirmado e incluso multiplicado las dudas que había a priori. Pero, desde luego, todavía hay una base sólida de razones para el optimismo y un derecho a considerarse favorito absoluto para las medallas. Eso sí, y como algunos temíamos cuando se terminaba de cocer el redeem team al otro lado del Atlántico, no ya para el oro, que ha pasado a depender de una actuación milagrosa justo en un momento en el que la preocupación ha dejado de ser la forma de meter mano a Estados Unidos en una hipotética final y ha pasado a centrarse en llegar hasta allí y en no ser abrasados por unos cruces de peligro máximo en los que se exigirá (quizá en cuartos, seguro en semifinales) la comparecencia de la mejor versión de España. La actual campeona del mundo, recordemos ahora que los que eran demasiado optimistas son demasido pesimistas.

Decía que los Juegos ya cuentan con dos fracasos porque se han cobrado una víctima ilustre, Rusia, y se cobrarán en cuartos otra, Argentina o Grecia. El campeón de Europa ha pagado los platos rotos en un grupo bestial, en parte por el nivel más alto de lo esperado de Croacia (a la que Argentina y Lituania han acercado a su medida real) y en parte porque el equipo no ha llegado en el dulce momento en el que aterrizaron en Madrid. La maquinaria de Blatt empezó con mal pie ya con los problemas físicos del fundamental Victor Khryapa y se desmoronó casi desde el primer temblor, sin necesidad de grandes terremotos, porque es un equipo que necesita el rendimiento excelso que ofreció en sus mejores momentos del Eurobasket, que además hizo coincidir con los momentos decisivos. El segundo damnificado prematuro será el equipo que caiga eliminado de la bomba de cuartos: Argentina - Grecia. Los sudamericanos se ven en ese trance después de que Lituania les avasallara primero y les cortara las alas de la remontada después. Grecia ha hecho su trabajo sin problemas y con pocos alardes, dejando paso educadamente a Estados Unidos y a una España a la que aguantaron medio partido y vieron despegar después. Uno se imaginaba este partido en una hipotética lucha por el bronce y, como en esa primera quiniela, mi apuesta es Grecia. Una apuesta de mucho riesgo y basada en la intuición, ya que Argentina parece ir a más y quizá tarde otra ronda en notar el desgaste de jugar con un equipo extraordinario (Prigioni, Nocioni, Ginobili, Scola, Oberto) pero sin recambios.

El resto de cruces dejan dos partidos muy desequilibrados y otro (esperemos) lo suficientemente desequilibrado: el nuestro. Del Estados Unidos - Australia no hay demasiado que decir. Los americanos pasarán como un ciclón hacia semifinales, y tocarán su verdadero punto de partida, el de los dos partidos que reafirmen la redención y justifiquen todo el buen trabajo hecho (por fin) hasta ahora. Por el momento, han conseguido todo lo demás que se habían propuesto: recuperar la autoestima, la emoción, el respeto y el buen juego en una dimensión real. Las filigranas ya no son obsesión sino rúbrica de una superioridad aplastante que han sufrido desde outsiders como Angola a España o Grecia, una superioridad basada en la concentración en cada partido, en la lectura mucho más eficiente del estilo FIBA y en un sentido real de equipo al que saca lustre una colección de talento cuya comparación viaja hacia la selección del 96, dispuesto a robarle el título de "segunda mejor versión de la selección estadounidense". Siempre por detrás de, por supuesto, la del 92. Por citar nombres, me quedo con la jerarquía de LeBron, la vitalidad de Paul y la figura fundamental de Wade, al que es fantástico ver totalmente recuperado, como sexto hombre. Más historia, aunque no demasiada, debería tener el Lituania - China, si bien parece impensable que los anfitriones, pese a todos los factores que se le quieran poner al asunto, puedan sorprender esa Lituania siempre brillante en los Juegos, y a la que yo imaginaba igual de lustrosa pero algo menos competitiva. Veremos a partir de ahora.

Y España, que ha cumplido con la hoja de ruta más previsible, que era la que le situaba segunda tras EE.UU. y por delante de Grecia. Ni lo ha hecho (ni muchísimo menos) tan bien como para apartar del liderato de grupo a los de Coach K, que le trituraron en el esperado duelo directo, ni tan mal como para verse superada por Grecia, objetivo cumplido en un primer partido en el que España empezó de forma horrorosa para cuajar después una segunda parte en la que concentró la mayoría de sus mejores minutos del torneo. Después, incomprensibles complicaciones ante China, que pusieron sobre la mesa lo mejor y lo peor de este equipo, capaz a día de hoy de caer en el sesteo (como en el gris triunfo ante Alemania o en el primer cuarto ante Angola) y el caos durante tres cuartos y exhibir orgullo, defensa, calidad y liderazgo de su estrella (Gasol) para remontar en un visto y no visto.

Sin duda, hay motivos para la preocupación. Quizá no tanto de cara al duelo ante Croacia, pero sí ante un hipotético choque frente a Lituania. En cuartos, aunque persistan los problemas, España debería superar a Croacia, que es un equipo que tira muy bien y pega muy fuerte, pero que contará con la baja casi segura de Popovic y con un Planinic tocado. Una óptima versión de España ganaría de forma holgada. La actual puede tener ciertas dificultades, pero solo un partido desastroso unido a una gran actuación del rival nos conduciría a una decepción de proporciones descomunales. Lo malo es que, por lo visto hasta ahora, no se puede cerrar la puerta a esa posibilidad como si hubieramos hecho con este equipo en circunstancias anteriores.

Los problemas son los que más o menos se intuían pero en una proporción mayor de la prevista. Por un lado, el bajo estado de forma, por exceso o por defecto, de jugadores como Navarro, Garbajosa o Jiménez, tan importantes para este equipo. Por otro, los problemas ofensivos de un equipo que no ha tenido el tiempo de trabajo suficiente con su nuevo entrenador y que oculta a base de talento males que habría que resolver ahora que llega el momento decisivo. Ni siquiera el sistema de rotaciones de Aíto parece funcionar con precisión, y lo que se imaginaba profunidad de banquillo e implementación de recursos deviene en cierto caos que parece tener algo confusos a jugadores fundamentales del equipo, como es el caso de Calderón, o a aquellos de los que se esperaba una aportación mayor, como Raúl o Marc Gasol. Queda por ver si España engrasa esas tuercas que chirrían y enseña su mejor cara a partir de ahora o si sus males terminan por aflorar hacia la decepción o el desastre. En el primer caso, su lugar estará en la final e incluso poniéndole las cosas duras a los estadounidense, algo que se antoja más que complicado por muy optimista que se quiera ser (y no sólo por el impacto de la paliza en el duelo directo). En el segundo, España será un equipo susceptible de caer en semifinales o, en el peor y más improbable de los escenarios posibles, en cuartos de final.

Por lo demás, sólo queda hacer una reverencia al gran Dirk Nowitzki ahora que está fuera de los cuartos, donde yo le veía porque creía que Alemania sería capaz de superar la presión del anfitrión e imponerse a China en lo que fue, como era previsible, un duelo directo sin vuelta atrás por la cuarta plaza de grupo. Esa fue otra de las apuestas que se torcieron de mi quiniela inicial. Visto lo visto, mejor ir paso a paso y hacer un pronóstico a menor plazo: mis semifinales son España - Lituania y Estados Unidos - Grecia. Tres bazas conservadoras y otra, la de Grecia, mucho más arriesgada. Veremos que sucede ahora que cada derrota será un drama y cada triunfo, un paso hacia el Olimpo.