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Debut olímpico: el número uno sabe sufrir

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Tomás de Cos

El nuevo y flamante nº1 del mundo, aunque aún no haya sido proclamado como tal por la ATP, padeció los rigores del inhabitual horario de juego –comenzó su partido antes de las 11 horas de la mañana, hora local- y del tremendo calor de Pekín. Incluso se encontró con un brillante Potito Starace, que por primera vez en sus enfrentamientos directos, le arrebató un set.

Sin embargo, la receta que ha llevado al de Manacor a la cima del tenis mundial, volvió a dar resultado. Y con su permanente actitud positiva en la pista supo rehacerse, tras ceder la segunda manga, y dar el primer paso adelante hacia su primera medalla olímpica.

Nadal hoy no jugó bien. A pesar de su arrolador comienzo, no encontró las sensaciones que le han permitido cargar el bolso de títulos en los últimos dos meses. El deportista español más famoso del mundo (según la listawip.com) tardó en encontrar la manera de dominar en los puntos en la segunda manga y apenas encontró esos golpes con los que marca la diferencia.

A pesar del set inicial encajado en contra, Potito Starace volvió a la cancha con una estrategia grabada a fuego en su mente: cargar descaradamente el juego sobre el revés de Nadal, para evitar ser dañado por los derechazos del español, y llevar la iniciativa en cada punto. Y la cosa no le fue mal. Por primera vez logró imponerse al español en un set (el segundo) y le incomodó hasta hacerle casi irreconocible. Algún mal pensado pudo incluso llegar a ver a Rafa Nadal algo atrapado por su nueva condición de ‘primero de la clase’. Porque fueron los errores del español los que abrieron la puerta y dieron alas a Starace.

Pero si algo caracteriza a Rafa Nadal es su solvencia y regularidad. Y en el tercer y definitivo set volvió a imponer su mentalidad ganadora con gran naturalidad. Nadie lee mejor los partidos que Nadal, y a pesar de no encontrar nunca su mejor versión, acabó encontrando el modo de hacer sentir vértigo a su rival.

Sucedió con 2-1 a su favor y tras haber sacado sus dos primeros servicios con relativa solvencia. Potito Starace sufrió de lo lindo para mantener el primero y aún sufrió más para conseguir la igualada. Fue el último juego que ganó, y en él evidenció el ataque de pánico que Nadal infringe a sus rivales. Tras desaprovechar una oportunidad para colocarse con 40-15 tiró la raqueta fruto del atrapamiento y la impotencia. Comenzaba a apagársele la luz para cerrar los puntos, línea que separa a los deportistas buenos de los geniales.

A pesar de salvar su servicio, su mente ya no encontraba las decisiones adecuadas con la misma rapidez y su tenis ya no fluyó de la misma manera. Estaba bloqueado por el ‘síndrome Nadal’, que permitió al español sumar cuatro juegos seguidos –dos breaks incluidos- y mantener vivo su sueño de ser campeón olímpico. El australiano Lleyton Hewitt, verdugo del veterano sueco Jonas Bjorkman, ya sabe que tiene un problema muy serio en su segundo duelo olímpico en Pekín.

Pese a la desigualdad actual entre uno y otro tenista, será un duelo especial entre dos tenistas con numerosos puntos en común. Son los dos números uno de la ATP más jóvenes de la historia y han acotado la era Federer (a Ferrero y Roddick les duró muy poco la alegría). Ambos se hicieron grandes por su fortaleza mental y por su competitividad y combatividad en casi cualquier pista. Dos grandes estrategas que nunca dan una bola por perdida y que siempre han sabido sacar lo mejor de sí mismos. Hasta ahora incluso en número de títulos, ganancias y duelos directos (4-3 para el aussie), están cercanos. Pero todo apunta a que el fenómeno Nadal tendrá un mayor recorrido.

En unas horas, Nadal se medirá al propio Bjorkman y a su 'amigo' Soderling en dobles, junto a Tommy Robredo, que cayó en primera ronda contra el italiano Andreas Seppi (4-6, 6-4, 6-8). Pero no hay razones para preocuparse: de físico va sobrado y sabe sufrir.