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El primero de la clase

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Tomás de Cos

Un anuncio de una conocida marca de coches rezaba que las listas siempre tienen un punto en común: primero aparece un nombre y luego vienen todos los demás. Pues esa posición es la que lucirá Rafa Nadal a partir de ahora. Aún no ha salido la Lista de Entradas ATP, que se actualiza los lunes de cada semana tras los resultados de los distintos torneos, pero que el nombre del mallorquín aparezca el primero de todos es una mera cuestión de tiempo. Si cae en semifinales de Cincinatti frente al serbio Djokovic, lo sería el 18 de agosto; siendo finalista lo sería el día 11 y siendo campeón (lo más probable viendo su juego y su nivel de confianza), este mismo lunes.

Rafa Nadal cumplirá así este mes el sueño por el que ha peleado toda su vida. En algo más de media temporada de ensueño, el bronceado gladiador español ha acabado con las deudas históricas de nuestro tenis de un plumazo y se convertirá en el tercer español que logra auparse como el mejor tenista del mundo. Y sin despreciar a los otros dos (Carlos Moyà y Juan Carlos Ferrero), en su caso la hazaña tiene mucho más valor. El tenista con el brazo más admirado por los aficionados a la raqueta ha conseguido destronar a Roger Federer, para quien escribe estas líneas el mejor tenista de todos los tiempos junto a Björn Borg. Nadal ha necesitado cinco títulos de Grand Slam para alcanzar la cima del tenis mundial y poner fin al dominio del suizo, con quien además le une una buena relación basada en la mutua admiración. Conviene pararse a reflexionar lo que supone ser el mejor del mundo, en un deporte tan exigente y competitivo como el tenis, durante al menos 235 semanas consecutivas. Sólo así es posible entender el verdadero alcance del logro de Nadal.

Hace años que el suizo le señaló con el dedo como su sucesor y hubiera sido injusto cualquier otro final. El tenis es un deporte individual, en el que no cabe esconderse y en el que las excusas a las derrotas son más difíciles de encontrar. Y Federer y Nadal, desde ahora Nadal y Federer, lo han elevado a unas cotas de seguimiento y espectáculo casi sin precedentes. Nadal es ya el gran ejemplo para el deporte español. El suyo es el triunfo de la entrega, el trabajo, las ganas de vencer y su descomunal capacidad para crecerse ante las adversidades. Y su éxito mantiene al tenis español como el gran líder de las últimas dos décadas, en las que no sólo se ha mantenido el dominio en Roland Garros, sino que se ha conseguido acabar con el mal fario que nos perseguía en la Copa Davis y recientemente en Wimbledon. Apuesten porque Nadal se traerá a Manacor una medalla de Pekín y porque a su joven carrera de leyenda le quedan aún muchas brillantes páginas por escribir. Su ímpetu, como su mérito, no conoce límites.