La curiosa prerrogativa del tenis
Por Jesús Mínguez
Con la elección de sede para acoger la semifinal de Copa Davis frente a Estados Unidos se está armando la de San Quintín. Y todo, por la curiosa prerrogativa del tenis, donde los jugadores deben ser consultados para todo y se sienten con un poder casi omnímodo para imponer sus criterios.
Hay que consultarles sobre si les parece mejor Emilio Sánchez Vicario o Albert Costa como seleccionador. Sobre si es mejor un G-3 que un G-4 en la capitanía. Sobre si hay que jugar en un sitio u en otro... Sobre cualquier cosa. No se escucha, sin embargo, a futbolistas dar su opinión sobre si es mejor jugar contra Italia en Madrid, donde los cañonazos de Francesco Totti se supone que también viajarán más rápidos por la menor resistencia del aire a la penetración del balón por la altitud o en Elche. Como si la capital fuera el Machu Picchu. Tampoco, supongo, que Pepe Sáez pedirá consejo a los jugadores para buscar un sustituto a Pepu Hernández. Y dicho sea todo desde el respeto a Tenerife, Benidorm y Gijón, que tienen tanto derecho como Madrid a acoger el evento. El tema de acudir a la altitud para no jugar en Madrid parece ya un enrocamiento encabezonado.
Madrid ya ha acogido la Davis otras veces. Roddick jugará igual de mal a 655 m. que a cero porque tiene alergia a la tierra. La Davis es la gran ocasión de la Federación para hacer caja y jugar en Las Ventas daría 1,6 millones. Dinero destinado en parte a la cantera. A los Centros de Alto de Rendimiento de los que, por ejemplo, alguno de los que protestan se beneficiaron y benefician.