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La hora de la verdad

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Es un tópico, pero es la cruda realidad: ha llegado la hora de la verdad. Hagan juego. Ahora se sabrá si las convulsiones del mercado en el Oeste encajan en el momento y la hora oportuna, si Boston cierra definitivamente la boca de los agoreros que esperan su siniestro total, o si se cumplen esas leyes no escritas según las cuales, por ejemplo, San Antonio acabará imponiendo su baloncesto draconiano y los Hornets pagarán su falta de experiencia, casi el único motivo para no contar con ellos como uno de los grandes aspirantes al anillo. Y, por supuesto, los Lakers. Los Lakers de la sonrisa de Kobe, de las certezas de Phil Jackson, de la ilusión de Gasol, del derroche de clase de Odom y...de la lesión de Bynum.

La desmesura del Oeste ha terminado con los huesos de los Warriors, a los que este año no ha funcionado el baile en el alambre, fuera de playoffs. Es una pena no tener en las eliminatorias a Baron Davis, a Don Nelson... al equipo que el año pasado escribió una página absolutamente memorable al terminar con unos Mavericks que habían firmado una temporada regular de ensueño (67-15, un triunfo más que los Celtics de este año que han saltado de 24 victorias a 66, primer recado a los detractores del big-three). Esto conduce a la reflexión y a la protesta de aquellos que piden un sistema de playoffs con los 16 mejores de la temporada regular independientemente de su procedencia. Algo que no creo que entre en los planes de David Stern y que rompería una entrañable y significativa dualidad que da un sabor muy especial a los playoffs. Pero la discriminación competitiva es clara: Atlanta entra en playoffs con 37-45, Golden State se queda fuera con 48-34, marca sólo superada por los tres primeros del Este. Incluso Portland y Sacramento mejoran el regitro de los Hawks. Así es, y así ha sido desde hace mucho tiempo, la liga.

Sangre, sudor y psicología en el Oeste
El planteamiento del Oeste es tan terrible como evidente. Hay cuatro equipos, en el análisis más reduccionista, que pueden ser campeones: Lakers, Hornets, Spurs y Suns. Y resulta inquietante dejar fuera a Mavericks, incluso a Jazz. Y hablamos de un panorama sesgado por la baja de Ming en los Rockets y por las teóricas carencias competitivas de los Nuggets, un equipo, por plantilla, simplemente brutal.

El posicionamiento final de la temporada regular arroja una de las perspectivas más apasionantes que uno recuerda de cara a las eliminatorias. Por una parte del cuadro, en busca de un puesto en la final del Oeste, marchan Hornets, Mavericks, Spurs y Suns. Algo entre lo trágico y lo grandioso. El cuello en juego desde el primer partido de la primera serie, lo que suena a ciencia ficción en Boston o Detroit. Y aquí entra la psicología. Dallas ha sufrido como favorito en el pasado y ahora llega más liberado de presión, encontrando a Kidd, reencontrando a Terry y colgado siempre de Nowitzki, que tiene una cuenta pendiente con los playoffs. Enfrente los Hornets, con equipo, entrenador y juego para aspirar al anillo, pero con la losa de una falta de experiencia que suele resultar a la hora de la verdad tan importante como parece. Y toneladas de psicología entre unos Spurs que llegan a su escenario favorito de la temporada y unos Suns que afrontan, a la primera, el gran duelo, la batalla contra el equipo que ha convertido en pesadillas los sueños de anillo de una plantilla a la que se le van agotando las oportunidades. Para estas batallas, especialmente para esta batalla, se fichó a Shaquille.

Por el otro lado del cuadro, el sudor de los Rockets ante unos Jazz favoritos y con pinta de aspirante outsider. Tienen un gran equipo, juegan de memoria al gusto del viejo Sloan y, además, tienen la experiencia del año pasado, cuando llegaron a la final del Oeste después de batir en primera ronda...a los Rockets, que nunca lamentarán lo suficiente la baja de Yao Ming.

Los Lakers, mientras, tienen muchas buenas noticias y una muy mala. Las buenas son que Kobe está centrado, feliz y motivado (la genialidad se le presupone). Que Odom está en un momento excelente y se trata de un jugador extraordinario e infrafavalorado desde el punto de vista mediático. Tienen jugadores expertos (Fisher), intensos (Turiaf), en imparable cremiento (Farmar) y perfectamente adaptados al rol que les hace útiles (Vujacic). Y tienen a Pau Gasol con la motivación disparada y sintiéndose importante a las órdenes de, otra baza a favor de los angelinos,Phil Jackson. Pero falta una pieza; falta Bynum, lesionado en plena explosión y regresando sin regresar desde finales de marzo. Quizá ni siquiera esté para segunda ronda de unos playoffs que acostumbran a castigar estas taras porque exigen llegar al máximo, con la suma de elementos en perfecta armonía: una vez más momento adecuado, sitio oportuno. Ante Denver toca confirmar favoritismo y exponer argumentos, exhibir armas y no dudar en utilizarlas, porque la eliminatoria, con el mínimo fallo, puede resultar más peliaguda de lo que muchos creen. El volcán de talentos individuales que maneja George Karl parece este año en mejor disposición y con mejor actitud que en la pasada campaña. Es duro terminar primero de Conferencia y verse abocado a un duelo contra Iverson, Anthony, Camby, Martin, JR Smith...pero los Lakers deben pensar que las alternativas, Dallas o Golden State, no hubieran resultado ni mucho menos más gratas.

Cartas marcadas en el Este

El panorama en el Este es muy distinto, pero tampoco conviene anticipar que el campeón llegará a la gran final en condiciones mucho mejores que su rival. Los desequilibrios abundan en primera ronda, pero ya las semifinales apuntan a intensas si se confirma el pase de Boston, Detroit, Orlando y Cleveland. Por no hablar de la más que previsible final Boston-Detroit, que huele desde hace meses a madre de muchas batallas. Cleveland es un equipo que ni me gusta ni acierta con sus operaciones de cara a rodear a LeBron de lo que necesita. Pero él está ahí. Él ganó la Conferencia el año pasado y él es capaz de voltear pronósticos, partidos y eliminatorias. Sin un grandísimo James, Cleveland puede sufrir incluso ante Washington, un equipo vistoso que ha aprendido a la fuerza, ante la baja del recién recuperado Arenas, a ser generoso en lo colectivo.

Orlando, por su parte, no debería tener problemas irresolubles ante Toronto. Porque los Raptors han empeorado y porque ellos han mejorado a base de baloncesto alegre, rápido, positivo. De la mano de Stan Van Gundy han tenido rachas de excelente juego, por lo que la brutalidad de Howard unida al elegante baile de un gran Turkoglu casi parece suficiente para superar a los Raptors. Para soñar con dejar atrás a Detroit en segunda ronda necesitarían al mejor Lewis, a hombres como Evans en línea productiva, a un Nelson sin lagunas, mentalidad de hierro y mucha suerte (o mucha fe). Sin embargo, aunque inclinada claramente hacia la Motown, esa hipotética semifinal parecería más abierta a la sorpresa que la que debería medir a Boston y Cleveland. Segundo recado a los detractores del big-three, que pueden ver a los Celtics con el anillo en el dedo antes de que terminen de vaticinar su fracaso. Han estado en la mejor línea posible en actitud y prestaciones a lo largo de la temporada regular. Sus variantes en ataque sus demoledoras, su defensa junta filas en torno al grito de guerra de Garnett, les ha crecido Rondo más de lo previsto, han recibido al sabio Cassell, y Perkins y Davis han tenido días de nivel bajo los aros. El veredicto es evidente: favoritos. No absolutos, no con muchas cabezas de diferencia. Pero favoritos. Lo que no implica que no puedan perder en su Conferencia, sobre todo y casi únicamente ante Detroit, ni, por supuesto, en la gran final contra el superviviente del purgatorio del Oeste.

Un último apunte para los Raptors, con aspecto de víctima propiciatoria tras una temporada en retroceso con respecto a la pasada campaña, cuando en playoffs les creció de repente toda su falta de experiencia ante el colmillo retorcido de los Nets. No me gustaban entonces los Raptors y ahora me gustan menos. No me gusta Sam Mitchell, que tiene al equipo enredado en su mala gestión del puesto de base tras el regreso de TJ Ford, un buen base que, sin embargo, obliga a su equipo a jugar a un cara o cruz que suele ser cruz, especialmente en los finales igualados. En cualquier caso, y contanto con el crecimiento y la ética de trabajo de Calderón, una buena pareja de bases si estuvieran mejor dirigidos desde el banquillo. Si se añade que Bargnani no ha evolucionado como se esperaba, queda encomendarse a Chris Bosh, a que Calderón recupere galones y Ford esté acertado ante el aro cuando corresponda, y a que afinen la muñeca los Parker, Delfino y Kapono. En desventaja, en cualquier caso, ante una versión suficientemente sólida, no digamos ya óptima, de Orlando Magic.