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El triunfo del ba-lon-ces-to

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Las palabras que gritó Pepu Hernández tras el éxtasis de Japón definen lo que fue, y lo que ha sido más que nunca en esta edición de 2008, la Copa del Rey del baloncesto. Con un formato que es un éxito rotundo y que la convierte, año tras año, en una cita a marcar con rotulador grueso en todos los calendarios deportivos. Ba-lon-ces-to por la intensidad, la emoción y la igualdad de la mayoría de partidos, por el broche de oro de una gran final, y por el triunfo del DKV Joventut. Que es un triunfo justo, pero a la vez es mucho más que eso.

Once años después el DKV Joventut vuelve a ganar la Copa del Rey de baloncesto. Después de superar la complicación que supone jugar cuartos, semifinales y final sin descanso. Y después de doblegar en dos batallas infernales al Real Madrid, primero, y después a un Tau que no pudo romper la maldición del anfitrión ni aprovechar los vientos favorables que dibujaban las estadísticas: en sus cinco éxitos coperos, los verdinegros siempre habían sido uno de los rivales de los vitorianos, incluida la final de 2004.

Pero esta vez se impuso la lógica del juego por encima de la de los presupuestos. Y esa lógica dictamina que el DKV practica, ahora mismo, el mejor baloncesto de la ACB y, sobre todo, juega con los medidores de intensidad,velocidad, cohesión y energía disparados a un nivel que nadie alcanza. Y eso no tiene precio en una competición fulminante como la Copa. Y eso permite exhibirse ante Pamesa y forzar la máquina ante Real Madrid y Tau para volar en sus buenas fases y aferrarse al partido en aquellas en las que otros hubieran descarrilado hacia la cuneta de la eliminación.

Esta Copa es más que un título, es un símbolo. Es la culminación del regreso de un histórico tras tiempos duros. Un regreso, además, basado en el trabajo, la coherencia, y el esfuerzo, de la pista a los despachos. En un eje que comienza en Jordi Villacampa, se hace fuerte en Aíto y termina en Ricky y Rudy, en un trabajo de cantera maravilloso. Hay compromiso y una fe que llega donde no alcanza la pizarra, y eso se nota en la cancha, donde una especie de energía casi eléctrica recorre a un equipo que con este triunfo debe redoblar sus valores, olvidar su ansiedad y ser definitivamente mucho más que un animador de lujo. ¿El título ACB? Nadie le debería dejar fuera de las quinielas. No debería haberlo hecho hace una semana, ni mucho menos debería hacerlo ahora, tras la catarsis defintiva del equipo en Vitoria.

En la Copa además ha triunfado el proyecto de un grande como Aíto, que ha confeccionado un equipo a su imagen y semejanza. Un clásico cuyos jugadores practican un baloncesto moderno y arrebatador, con una defensa que intoxica al rival y un ataque electrizante, equilibrado y al servicio de una línea exterior demoledora. Aíto saca el máximo de todos sus jugadores. Ahí está el caso de Hernández-Sonseca, la consagración de Jagla, la aparición de Mallet... Aíto, además, no pone freno (otros sí lo harían...) a bendiciones tan llenas de talento como Ricky Rubio y Rudy Fernández. Los ojeadores de la NBA se llevan páginas y páginas llenas que confirman lo que ya sabían: el futuro de ambos está en al otro lado del Atlántico. Las posibilidades de Rudy en la NBA asustan como sólo lo hace pensar en la progresión de Ricky, que es presente y es futuro porque es un niño que juega como un curtido veterano. Como uno de los buenos de verdad.

El Tau, por todo eso, no era favorito en las quinielas de los grandes expertos. Parecía medio paso por detrás de los verdinegros, el medio paso que aleja de esta clase de títulos. Tuvo sus opciones, sobre todo en el primer tiempo, pero no las aprovechó, a pesar de Splitter, de Rakocevic, de un gran Teletovic y de un Mickeal que se ha reivindicado. En el segundo tiempo presintió que, de una forma u otra, el título viajaría a la tierra de la determinación, al vestuario del obstinado Joventut, al regazo del soberbio Rudy Fernández. Un Tau con una plantilla algo más irregular que en la rutilante versión de otras temporadas y con algunos problemas como el estado de forma actual de sus bases, pero aún así un equipo tremendo, lleno de calidad y con el inherente gen competitivo que va cosido a su escudo. La temporada le reserva sobradas oportunidades para reivindicarse. La Euroliga está a punto de entrar en ebullición con el Top 16, y, superada la Copa, la ACB avanza hacia el sonido marcial de los tambores de los playoffs.

Pero esta Copa 2008, y eso ya es inamovible, se la ha llevado el mejor de los ocho equipos que han formado en cuatro días de gran baloncesto y competitividad salvaje. Se va junto a la sabiduría de Aíto, junto a la genialidad de un MVP gigante llamado Rudy, junto a estela de figura mundial que deja tras su paso Ricky, junto a la convicción de Jagla y la entrega de Sonseca, los triples de Mallet y la implicación de Barton...se va a las calles de Badalona, unidas desde siempre y para siempre al mejor ba-lon-ces-to.