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Un laberinto llamado Memphis Grizzlies

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¿Ha mejorado Memphis con respecto a la desastrosa pasada campaña? Seguramente sí, pero el hecho de tener que pararse a pensarlo ya es una pésima noticia cuando hablamos de mejorar lo prácticamente imposible de empeorar. El pasado curso, Memphis se quedó en 22-60. Su proyección a mitad de temporada era de 24-58 para esta 07-08. A todas luces insuficiente. Desde luego muy por debajo de las expectativas creadas durante el verano.

Cierto es que Memphis compite en un Oeste de competitividad descomunal y que malvive en una División terrorífica junto a dos aspirantes al anillo -Dallas y San Antonio-, una de las fuerzas emergentes de la liga -New Orleans- y un equipo de tibia praxis para elevadas posibilidades, como son los Rockets de Houston. Eso podría bastar para justificar la última posición en el Suroeste y la imposibilidad de soñar con los playoffs. Pero no redime a un equipo de rumbo difuso, enormes carencias y pésimo nivel de juego.

Iavaroni llegó con la aureola de quien ha formado parte del organigrama de los espléndidos Suns y con la promesa de calcar el estilo de la máquina ofensiva de Arizona. Pero se econtró con una plantilla a años luz de la constelación de talento que aglutina Phoenix, y se encontró además con su propia incapacidad para solucionar problemas que se repiten de forma endémica en un equipo que no juega bien el run and gun y que cuando recurre al small ball lo hace en situaciones de necesidad y sin una idea clara. Simplemente como otra de las muchas formas de suicidio de un equipo de dinámica perdedora en el que demasiadas cosas huelen a improvisación.

La cruda realidad de un equipo perdedor

Memphis falla en defensa, especialmente en la línea exterior, donde sufre verdaderas sangrías por parte de los backcourt rivales. Se abandona, casi siempre sin convicción, a partidos de puntuación alta en los que termina o bien barrido o bien fulminado por su falta de competitividad en los finales igualados. Sigue patrones repetitivos y preocupantes y se difumina sin remisión en los partidos en los que empieza de forma positiva. Los rivales saben que si Memphis te gana por 20 puntos al descanso, tienes más opciones de llevarte el partido que si pierdes por 8 ante Detroit o San Antonio. Las dudas, por supuesto, se extienden a una plantilla cuyas piezas no parecen alcanzar la sinergia adecuada.

La última y alta opción de draft se gastó de forma sorprendente en un base. La elección de Conley, muy criticada, parece una buena apuesta a medio y, sobre todo, largo plazo. Tras la marcha del veterano y desmotivado Stoudamire, los Grizzlies mejoraron ligeramente su dinámica con la pareja Conley-Lowry. Este último da síntomas de ser un jugador al que Iavaroni no consigue exprimir todo su potencial, como sucede con otros como, a pesar de sus evidentes limitaciones, Warrick, reducido a un papel demasiado residual en un equipo al que, literalmente, no le sobra nada.

Además, Memphis ha asumido con sorprendente naturalidad un cambio de roles fundamental (y quizá algo prematuro) que ha retirado a Gasol el papel de jugador franquicia, que ahora recae en Rudy Gay, que tira más y sólo a veces mejor que el español. Gay es un proyecto de extraordinario alero, con unas facultades deslumbrantes y, por ahora, una evidente incapacidad para leer el juego. Los últimos minutos, con él en cancha, son una ruleta rusa en la que, por lo general y a la vista de los datos, Memphis generalmente pierde.

Gasol, ante un momento decisivo en su carrera

Pau Gasol, reducido a un rol cada vez más secundario por la irrupción de Gay y el estilo de juego de Iavaroni, no está cómodo. Su pareja con Milicic carece de química y, por lo general, se ha manejado mejor, él y el equipo, con un quinteto formado por Conley-Navarro-Miller-Gay y Gasol. Pero esa no es la idea de un Iavaroni al que le cuesta asumir que, seguramente, Milicic tampoco despertará en Memphis y sumará una nueva decepción a su tan prometedora y hasta ahora tan decepcionante carrera.

Gasol ha bajado en sus estadísticas en prácticamente todos los apartados. Vive bajo sospecha. Su afición duda de él, le achaca que rinda más con la selección que con Memphis. Después de tocar techo y convertirse en All-Star, todo se vino abajo: La tercera barrida en playoffs, la lesión, el fracaso estrepitoso de su equipo en la pasada temporada...

Gasol ha agotado su período en los Grizzlies y el tiempo ya corre en su contra. Su nombre sigue sonando como un activo muy apetecible en el mercado de fichajes, pero lo hace con menos intensidad que hace doce meses.

Desde fuera, su valoración será cada vez más debatida si sigue en Memphis. Hay quienes ya consideran a Gasol un gran secundario pero no un jugador franquicia, lo que se une a críticas ya conocidas: falta de intensidad defensiva, insuficiente capacidad y, sobre todo, regularidad reboteadora, o las dudas sobre su mentalidad ganadora en los momentos calientes de los partidos y las temporadas.

Los últimos rumores hablaban de Tyrus Thomas y Ben Wallace como posible moneda de cambio a ofertar por Chicago. Una muestra de una depreciación potenciada por su extraña situación en un equipo que parece mucho más dispuesto ahora a separarse del que ha sido su jugador franquicia durante muchas (demasiadas,
seguramente) temporadas.

Pero, al mismo tiempo, Chicago se ha convertido en un destino menos deseable. En plena crisis de juego y de vestuario, y con un público que ha pasado del sueño de soñar con Kobe y el anillo a la pesadilla de una temporada en la que su presencia en playoffs depende de una reacción deslumbrante que nunca parece llegar. El resto de equipos que han sonado tienen poco que ofrecer o bien se debilitarían en la transacción tanto que dejarían a Gasol, de nuevo, en un equipo sin aspiraciones.

Navarro, por su parte, arriesgó mucho desde el punto de vista contractual pero está ganando la apuesta. El escolta español ha dado muestras sobradas de su categoría, más allá de la casi inevitable irregularidad de los novatos, y lastrado por la extraña gestión de la plantilla de Iavaroni. Navarro ha adaptado su estilo a unas nuevas circunstancias: nuevo tipo de juego y nuevo rol. Con inteligencia y personalidad se ha mostrado como un jugador muy valioso para cualquier rotación gracias a su brillantez ofensiva y a pesar de los problemas que tiene en defensa ante jugadores mucho más atléticos que él. Su lugar está en la NBA, y en el próximo All-Star Weekend tendrá ocasión de demostrarlo, allí donde se concentran flashes, glamour, analistas y ojeadores. Un seguro para su futuro y, sobre todo, un derecho que se ha ganado a pulso.