Nalbandián amenaza el orden establecido
Tomás de Cos
Gervasio Esteban David Ezequiel Nalbandián (Córdoba, Argentina, 1 enero de 1982) es el hombre de moda del final de temporada. Dos sonadas victorias en Madrid y París, los dos primeros títulos Masters Series de su carrera deportiva, le han vuelto a poner en boca de todos los aficionados al tenis. Un reconocimiento necesario a su talento –ya exhibido ante Federer en la final de la Copa Masters de 2005- y un premio al esfuerzo por volver a verse entre los mejores, de la sabia mano de Martín Jaite.
La verdad es que el rey David, como le acostumbran a llamar en su tierra natal, nunca ha dejado de ser de los mejores. Su precisión, su movilidad -cuando está en su peso ideal claro- y su temible revés son impecables. Y si no que le pregunten a Djokovic, Nadal o Federer, los tres tenistas que encabezan la clasificación de la ATP, todos ellos víctimas de su juego potente y profundo en Madrid –los dos primeros también en París-, así como de su facilidad en el arte del resto. Sus victorias sobre Federer y Nadal, a quienes tiene muy estudiados, no son fruto de la casualidad y son un aliciente más para el circuito.
Nalbandián, un tipo listo con cierta fama de conflictivo, tiene una capacidad innata para prever las intenciones del rival mientras este se lanza la pelota en el servicio. Como un auténtico para penaltis analiza, descifra y finalmente ejecuta la fórmula óptima para atajar el inminente zambombazo, manejando además cada una de las variables del contraataque: la profundidad, la dirección y altura del resto, el punto débil del contrario… Todo ello en décimas de segundo y con un porcentaje de acierto muy elevado. Un arte en el que también destacan nuestros dos representantes en Shanghai, Rafa Nadal y David Ferrer.
Lo de estar siempre entre los mejores ya es otra historia. Como otras brillantes raquetas (inconscientemente me viene a la cabeza el caso de Marat Safin, que recientemente intentó sin éxito acometer la ascensión al Cho-Oyu, de 8.201 metros de altitud), David Nalbandián tiene cierto espíritu rockero que le ayuda a despistarse. (Por cierto, que son muchos los tenistas que le han puesto los cuernos a la raqueta con la guitarra, como nos recordó hace poco un habitual de este blog).
A este armario empotrado de dos cuerpos y profundos ojos azules le encanta enfundarse el mono de piloto, es un gran aficionado a los rallies, admirador de Carlos Sainz y copropietario de un equipo: el ‘Tango Rally Team’. Es un chaval singular que sabe cómo divertirse. Aunque a veces ello le cueste ausentarse de las primeras posiciones y sufrir más de lo previsto. Ha vuelto y parece que quiere quedarse. Welcome back!