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Ferrer tumba a Nadal

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Tomás de Cos

El US Open tiene a menudo estos guiños con los trasnochadores y quienes padecen de insomnio. De vez en vez recompensa con grandes partidos de tenis para combatir el tedioso zapping nocturno. Y la sorpresa de la pasada madrugada ha sido mayúscula. Con el atardecer y el skyline de Nueva York como testigo, dos españoles, David Ferrer y Rafa Nadal, iniciaron un duelo deslumbrante e intenso, en el que el de Javea acabó por superar al triple campeón de Roland Garros nacido en Manacor en cuatro sets, por 6-7, 6-4, 7-6 y 6-2.

Un partidazo sobre pista dura de dos de los tenistas, junto al argentino Guillermo Cañas, más combativos del circuito. Así que pueden imaginarse la violencia, la duración y el desgaste físico de ambos jugadores en cada punto y el alborozo generalizado de la abarrotada pista central ‘Arthur Ashe’.

David Ferrer ha dado esta madrugada un paso de gigante. El que le reclamaba su juego sólido y regular desde hace un par de temporadas, el que le echaban en cara que no acabara de dar muchos aficionados al tenis. Ganar un partido verdaderamente importante. Esperemos que sea un signo inequívoco y definitivo de la madurez mental de su tenis, porque sus facultades físicas y técnicas ya son de sobra conocidas.

Al igual que el resto de jugadores del circuito, Ferrer parecía irremediablemente vendido e impotente en cada ocasión que le tocaba medirse con alguno de los dos grandes dominadores del circuito. Frente a Federer -su bestia negra- sigue con un pesado balance de siete derrotas en otros tantos encuentros, mientras que a Nadal había conseguido batirle una vez en Stuttgart sobre tierra batida. Pero aquello fue en 2004, año en el que Rafa era aún una promesa en ciernes, aquejada por una secuencia de lesiones que le impidieron debutar en París.

Pero lo de esta noche es otra historia. Con independencia de los problemas físicos del balear, que el mismo se ha encargado de omitir para no poner pero alguno a la meritoria victoria del alicantino, Ferrer tuteó a Nadal de principio a fin hasta desnudar sus escasas debilidades. Con una fe y una insistencia elogiables. Consciente de que sus posibilidades pasaban por no darle nunca la iniciativa a Rafa, Ferrer no se achicó después de entregar una igualada primera manga en el tie break. Nadal parecía continuar la progresión de juego evidenciada a lo largo del torneo.

Sin embargo, y cuando parecía que el número dos mundial se encaminaba hacia una nueva victoria en Flushing Meadows con 2-0 a su favor en el segundo set, Ferrer encontró la fórmula mágica. Brillante al resto, Ferrer fue manteniendo a Nadal lejos de la línea de fondo incluso cuando este jugaba al servicio. Tanto con su poderosa derecha, como con su revés a dos manos arriesgó más. Llevó la iniciativa en la mayoría de los puntos y, en la medida de lo posible, trató de acortarlos buscando el golpe ganador cada vez que la defensa de Nadal se lo permitía. Sin desesperarse cuando la bola se marchaba fuera y sin desfallecer nunca en el intento. Abriendo ángulo a la menor oportunidad en cada intercambio y buscando cerrar el punto en paralelo o con su derecha abierta sobre el drive del zurdo. Como más daño se le hace a Nadal, intratable y genial en los peloteos cruzados por su mayor preparación física y su muñecazo genial de última hora.

El caso es que Ferrer convirtió el 2-0 en contra en un 5-2 a su favor. Y aunque durante un par de juegos le entraron las prisas por igualar el partido, se aprovechó de las dudas al servicio del mallorquín para acabar haciéndolo al resto por 6-4.

Reaccionó Nadal como era de esperar en el tercer set, pero para ese entonces Ferrer ya se creía capaz de lograr la hazaña. Sabía que era el partido de su vida y que su tenis fluía de forma natural e imparable. Incluso para Nadal, un tenista claramente mejor que él. Y las sensaciones transmitidas por el incrédulo y alborotado público asistente reforzaban su creencia. El cabeza de serie número quince del torneo, que anduvo muy firme al servicio durante todo el choque, acabó devolviéndole la moneda a Nadal en la muerte súbita de la tercera manga. El espaldarazo definitivo a su moral.

En el cuarto y definitivo set David Ferrer, consciente de la necesidad de no dar opción alguna para la esperanza a su rival, no levantó el pie del acelerador. Siguió imponiendo un ritmo alto de juego, acortando el tiempo de descanso entre punto y punto cuando disfrutaba del servicio y presionando con restos potentes y profundos. Nadal, que fiel a su estilo nunca bajó los brazos, no volvió a sentirse cómodo en la pista. La bola de Ferrer corría endemoniada y no lograba rehacerse desde el fondo de la pista. Al servicio los apuros y las dudas se multiplicaban, lo que le llevó a buscar la red y tomar más riesgos. Y al resto los saques abiertos de Ferrer le condenaban a arrancar cada punto a remolque. A remar contra corriente.

Como no podía ser de otra manera, el tenista alicantino, ganador este año en Auckland y Bastad, cerró a su favor el duelo fraticida al resto y con un contundente 6-2. Con una gran exhibición de reflejos, solidez y potencia. Ferrer en estado puro: valiente, atrevido y determinante. Una victoria para quitarse el sombrero que debe demostrarle que es capaz de ganar a cualquiera y en casi cualquier superficie.