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El más listo de la clase

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Nacho Azofra es de esos jugadores que se asocian a un club de baloncesto como estandarte aunque su carrera profesional le haya llevado a conocer Sevila y Bilbao. Al fin al cabo, pensar en Nacho Azofra es pensar en el Estudiantes, en el base que durante 15 años dirigió el equipo del patio de colegio desde dentro y fuera de la cancha.

trAzofra ha tenido siempre ese punto de anarquía y rebeldía ante las autoridades –arbitrales y técnicas- que tanto gusta a los jóvenes seguidores. Siempre correcto, pero nunca callado, ha paseado por el Magariños, el Palacio de Deportes y tantos otros pabellones con esa cierta chulería torera que luego se desvanecía a la hora de salir de la cancha cuando disfrutaba de la cercanía de los aficionados. De hecho, uno de los momentos que más ha disfrutado durante su época jugador han sido sus regresos en transporte a público tras el entrenamiento cuando departía amablemente a todo aquel que lo requiriera.

Su figura aparentemente menuda respecto a sus compañeros pasaba a formar parte de su encanto para el público cuando le veían actuar con el desparpajo de quien va sobrado de confianza en sus facultades, sin dar un paso atrás gratuitamente. Obviamente, su estrecha relación con los aficionados del Estudiantes siempre ha sido una de sus características aunque se marchara durante dos años al Caja San Fernando. Azofra no olvidaba que él había salido del Ramiro de Maeztu, que se había colado alguna vez en un pabellón para ver a su ‘Estu’ y tenía especial simpatía por los ‘dementes’, quienes recibían encantados el guiño del número 13 haciendo el gesto de los cuernos en alto para ellos.

Nacho siempre ha sido un tipo peculiar, despistado lejos de las canastas, generoso y siempre dispuesto a alternar con los amigos, seguro de sí mismo jugando al baloncesto pero sin problemas para reconocer cuando se había equivocado al segundo de elegir mal una acción.

Así, muchos han aprendido a su lado y han crecido con sus enseñanzas, como el NBA Sergio Rodríguez, el único que le quitó el puesto en la cancha alguna vez en los momentos decisivos. Porque Azofra nunca destacó por sus estadísticas sino por su manera de entender el baloncesto, de comandar el equipo, porque era el más listo a la hora analizar los partidos. Bien lo sabía Pepu Hernández cuando le veía por el rabillo del ojo ponerse de pie y aconsejar a sus compañeros desde el banquillo. Ahora podrá hacerlo con los galones de segundo entrenador y explicarles a sus pupilos su lema de que “el baloncesto no es un deporte solo para altos”.

Suerte.