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La utopía de un Gran Reino Unido

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Cuando el Comité Olímpico Internacional eligió a Londres como la candidatura para albergar los Juegos de Verano de 2012 llegó una gran alegría para los británicos. Desde entonces se han aplicado en invertir en los jóvenes que deben ser las estrellas de los anfitriones, pero en el baloncesto las opciones pasan más por las nacionalizaciones que por su cantera.

Luol Deng, uno de los jugadores destacados de los Chicago Bulls, se ha convertido en la pieza central del conjunto que quiere presentar Reino Unido dentro de cinco años. Deng tendrá la nacionalidad británica para entonces –todavía es un refugiado sudanés según la burocracia- y ya es el principal embajador para reclutar compañeros.

Sin embargo, la tarea del jugador de Chicago es titánica. Primero ha contactado con Ben Gordon –seleccionable por Gran Bretaña porque su madre vivía en Londres cuando estaba embarazada-, pero el propio Deng reconoce que la prioridad de su compañero sería escuchar una llamada de Estados Unidos.

Actualmente, en las islas cuentan con un conjunto débil con muchos nacionalizados. Andrew Sullivan, alero del Joventut, tendrá 27 años para entonces y espera haber conseguido la experiencia en la ACB que le permita ayudar a sus compañeros. Del resto de habituales seleccionados por Chris Finch sólo seis juegan en equipos menores fuera del país. No obstante, la mejor perla es Eric Boateng, actualmente en la prestigiosa Universidad de Duke, quien para 2007 tendrá 22 años.

'El plan B'
En la 'cantera' está el plan B. Primero, el pívot del Estudiantes, Daniel Clark, un excelente lanzador de tiros lejanos, pero que todavía no tiene cuerpo para pelear en la zona. En segundo lugar tenemos a Ashley Hamilton, en las categorías inferiores del Gran Canaria, pero que todavía no ha pasado a jugar en el primer equipo, algo que si ha hecho su compatriota Joel Freeland, aunque con menores perspectivas de futuro para los técnicos.

Los británicos también cuentan con cuatro jugadores más menores de 20 años en institutos y universidades norteamericanas, pero ninguno de ellos parece que vaya a permitir al Reino Unido tener un equipo consistente para sus Juegos Olímpicos. Por eso, en los próximos cinco años deberían dedicarse a convencer a Deng y Gordon –mejor que cuando lo intentaron con Nash y Olowakandi- para completarlo con alguno de los jóvenes que deben comenzar a tener protagonismo en las mejores ligas de Europa. Sería la única oportunidad de evitar un ridículo que ahora se presenta inevitable.