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McEnroe y Borg enamoraron a Madrid

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Tomás de Cos

Dos genios de la talla de John McEnroe (Wiesbaden, 16-02-1959) y Björn Borg (Sodertalje, 06-06-1956), que protagonizaron en 1980 la mejor final en la historia de Wimbledon y muy probablemente la mejor de un Grand Slam, demostraron en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid que quien tuvo retuvo. A pesar de lo descompensado del torneo, evidenciado en las notables diferencias de edad y forma física entre de unos y otros, y los continuos guiños de los tenistas a la grada, Madrid vibró con un tenis de leyenda.

Lo de menos fue el resultado. Que el recién retirado Albert Costa, sustituto de última hora del estadounidense Jim Courier, superara -no sin apuros- a 'Big Mac' en la final del I Masters Seniors de la CAM entraba en el lógico guión. Debe ser muy difícil sacarse la presión de jugar frente a un ídolo diecisiete años mayor, que es un referente en el circuito de veteranos, y que conserva una mano prodigiosa. No en vano, el ilerdense derrotó en la jornada del sábado al croata Goran Ivanisevic, quien demostró conservar intactas su cualidades de bombardero y un más que aceptable estado de forma.

Los espectadores acudieron a la cita anhelando rememorar el tenis preciosista de otra época, desnudo de la potencia que viste al actual. Y a pesar de las canas y algún que otro kilo de más -ninguno en el caso del enjuto bad boy neoyorquino- lo vieron con creces. En especial, el destilado por McEnroe, Borg y Wilander, tres de los tenistas que revolucionaron el tenis y lo popularizaron en todo el mundo en la década de los ochenta.

Si Borg reivindicó en su derrota ante Wilander -que impidió ver el duelo esperado-, ser el inventor del tenis moderno, en el que la potencia y los efectos mandan, John McEnroe desenpolvó la precisión y la naturalidad que le convirtieron en genio, con un envidiable juego de saque y volea -superior al de casi cualquier tenista actual- y un intacto espíritu competitivo. A buen seguro que Emilio Sánchez Vicario, que no faltó a la cita, lo ficharía para el dobles español de Copa Davis.

Algo parecido hizo Michael Stich, convertido en show man improvisado ante la superioridad de Ivanisevic en la jornada del viernes. Con Mats Wilander, actual capitán sueco de Copa Davis, la grada disfrutó del tenista completo que otrora fue y que deslumbró al mundo con su variedad en el golpe de revés.

Esperemos que esta sea la primera cita senior de muchas otras. De vez en cuando se agradece echar la vista atrás, para comprobar que el talento no está reñido con el paso del tiempo, y tomar un respiro entre zambombazo y zambombazo. ¿Imaginan a Connors, Noah, Lendl o Sampras completando el cartel?