Tomás de Cos
Ayer se hacía pública la noticia de la baja del mejor jugador español para la próxima eliminatoria de la Copa Davis, que enfrenta a Estados Unidos con España en Winston-Salem (Carolina del Norte), del 6 al 8 de abril próximo. Pero su ausencia no debe generar suspicacias extrañas o malintencionadas.
Porque Nadal disfruta como nadie con la Davis y representando a España. Es un jugador racial que se involucra y complementa de manera especial con el público, que nunca se achanta y se agranda bajo presión. Un jugador que maduró mucho en la eliminatoria de semifinales contra Francia en la plaza de toros de Alicante en 2004 y que acabó de hacerse mayor en la final de Sevilla del mismo año frente al equipo yanqui.
Sin embargo, el tenista balear es consciente de que debe racionar sus esfuerzos –aún hace muchos kilómetros para ganar cada partido- y cuidar su pie lesionado para emprender el asalto al número uno. Y en la temporada europea de tierra batida, que se inicia el 15 de abril con el Masters Series de Montecarlo, defiende la friolera de 2.300 puntos. Debe repetir los éxitos de 2006 para aprovechar los tropiezos de Mr. Perfecto ante Willy Cañas en Indian Wells y Miami.
De cualquier modo, con Nadal o sin él, la eliminatoria, que tiene aires de venganza, se antoja casi como una misión imposible. Roddick está jugando bien y gana muchos enteros sobre pistas rápidas. Blake sigue siendo temible a pesar de su mal momento de juego. Y el punto de dobles es un fijo. Para ganar a los gemelos Bryan necesitaríamos que volvieran Emilio Sánchez Vicario y Sergio Casal. Eso sí, "hay mucho que ganar y casi nada que perder" como dice el propio Nadal. La esperanza es lo último que se pierde pero en tenis raramente suceden milagros.