Verdades y mentiras en la guerra civil de Red Bull y Verstappen
La presión sobre Horner abre cuatro escenarios y una solución es la más probable: que no cambie nada. Mercedes revolotea por si puede pescar al campeón.
El Caso Horner no solo no se cerró con el carpetazo de Red Bull a la investigación, sino que apenas había empezado. Las declaraciones abiertas de Jos Verstappen para pedir la cabeza de Christian Horner han terminado de aclarar para el gran público lo que en el paddock era un enfrentamiento directo, en la sombra, desde hace semanas. Aparentemente los Verstappen chocan desde hace un tiempo con el bloque de Horner. No hubo una sola defensa pública de Max a su team principal durante la investigación. Posiblemente algo se torció desde que el inglés no impidió que quitasen de en medio a Helmut Marko, uno de los descubridores de Mad Max y artífice de su esplendorosa carrera antes de llegar a la F1.
En Red Bull Racing intervienen cuatro grandes polos de poder: la escudería de Fórmula 1 que dirige con éxito Horner desde 2005; la matriz austriaca que ha cambiado de gestores tras la muerte de Mateschitz, y que representa Helmut Marko; la propiedad tailandesa, en manos del multimillonario Chalerm Yoovidhya; y el clan Verstappen, con Max, su padre Jos y el mánager Raymond Vermeulen.
En la fase final de la temporada 2023, algunas voces críticas con Marko (80 años) por sus frecuentes salidas de tono en la Prensa orquestaron su relevo como asesor de automovilismo en la empresa de bebidas energéticas. Horner no lo evitó, pero Verstappen sí se aseguró personalmente de que Marko permaneciera en su cargo. “La lealtad es uno de mis principios”, dijo entonces en una entrevista con De Telegraaf. Ahora se sabe que entre las innumerables cláusulas que vinculan a Max con Red Bull hasta 2028, la mayoría de rendimiento relativo del coche, hay una que le permite marcharse a otra escudería si Helmut Marko ya no forma parte del equipo.
Las relaciones sentimentales que mantengan en sus vidas privadas tanto Horner como Jos Verstappen son eso, privadas. Pero es evidente que han terminado por interferir en su relación profesional y personal. Y el padre de Max no es un mero acompañante de su hijo en las carreras, sino una verdadera figura intervencionista a lo largo de todos estos años. Ahora pide públicamente que Horner dé un paso atrás en el equipo que el inglés ayudó a construir para dominar la F1. Uno de los artífices de los siete títulos de pilotos con Vettel (2010-2013) y Verstappen (2021-2023), seis de constructores, una estructura perfecta con los mejores ingenieros aerodinámicos, el mejor chasis, las mejores operaciones de carrera, con poder en la F1. La filtración interesada de sus conversaciones con la supuesta trabajadora de Red Bull (que investigaron por mal comportamiento, y desestimaron) se entienden mejor en medio de todo este contexto.
Mercedes mira de reojo al campeón
¿Qué puede suceder ahora? Hay cuatro opciones: que Horner se vaya, que Verstappen dé menos protagonismo a su padre, que el campeón presione con un cambio de equipo o… que no pase absolutamente nada. Esto último, indican las fuentes de este medio que mejor conocen a Max, es lo más probable ahora mismo mientras la tensión no escale. Jos Verstappen no estará en Arabia porque compite en una prueba de rallys. El padre se dejó ver con Toto Wolff para escenificar conversaciones con Mercedes, y el dirigente austriaco declaró que “no se descarta nada” ahora que necesita a un gran piloto para reemplazar a Lewis Hamilton. Pero, ¿de verdad renunciaría Verstappen al coche que le hará pentacampeón en 2025 por una rencilla personal de su padre? Y, ¿no es lógico que Wolff se preste a todo aquello que pueda ayudar a desestabilizar a su equipo rival?
Otra cosa es que el neerlandés no confíe en que Red Bull sepa hacer un gran motor de cara al cambio de reglamento en 2026, porque la escudería no tiene experiencia en ese ámbito. Pero eso sería hablar de coches y carreras. Y, visto lo visto, es de lo único que nadie está hablando en medio de toda esta refriega.