El legado del Gran Circo
“Lo más impactante es el chasis quemado de Grosjean”, opina Sainz sobre la exposición oficial de la F1, en IFEMA hasta el 16 de julio.
Desde marzo, y extendida al menos hasta el 16 de julio, se exhibe en IFEMA la primera exposición oficial de la Fórmula 1. Se trata de una muestra con 350 objetos de escuderías y pilotos que incluyen monoplazas, cascos, monos, elementos mecánicos o dispositivos que ayudan a explicar el inmenso legado tecnológico del mayor espectáculo del mundo. En hora y media se cubre un recorrido condimentado con vídeos, imágenes y audioguía que pivota sobre una pieza mayúscula: el chasis del Haas VF-20 que pilotó Romain Grosjean en Bahréin 2020, o lo que queda de él, después de incrustarse en el guardarraíl e incendiarse en uno de los accidentes más peligrosos de los últimos tiempos.
La pieza, calcinada pero con sus geometrías intactas, está acompañada por las imágenes en vídeo de aquella bola de fuego que durante minutos dejó sin aliento a la F1. La célula de seguridad superó el choque y salvó aquel día la vida del piloto francés, que solo tuvo que lamentar las quemaduras superficiales en la piel. No fue un milagro, sino el resultado de los avances tecnológicos que ha impulsado este deporte en 73 años de historia.
“Lo más impactante en mi opinión es, por supuesto, el chasis quemado de Romain Grosjean”, opina Carlos Sainz, que visitó la muestra recientemente: “Es un gran recordatorio de lo peligroso que puede ser este deporte, a pesar de todas las medidas de seguridad modernas. También es un recordatorio de lo que nos jugamos los pilotos cada vez que salimos a correr”. “Soy un gran aficionado a los coches de F1 de época y a sus piezas, así que fue estupendo ver tantos en la exposición. El desarrollo y los avances tecnológicos de la F1 son realmente únicos y no tienen parangón con ningún otro deporte”, resume el madrileño.
El monoplaza más reciente no es de grato recuerdo para Sainz: preside la primera sala el Alpha Tauri AT01 con el que Pierre Gasly le arrebató la victoria en el GP de Italia de 2020. Hay otros dos coches completos: el Ferrari F1/87 de Gerhard Berger, imponente, y el sesentero Lotus 49B. Brillan con luz propia otros elementos mecánicos, desde la caja de cambios abierta de Williams hasta las unidades de potencia de Mercedes o Ferrari, al desnudo, que contrastan con los viejos pero sencillos motores V8.
También hay decenas de vídeos para explicar desde el funcionamiento de los alerones hasta las físicas del ‘efecto suelo’. O el secreto de Mika Hakkinen para volar en Spa-Francorchamps: “Todas mis vueltas eran perfectas”, resume el finlandés tras desgranar cada metro del trazado de las Ardenas. Se echan en falta más monoplazas (el Museo Fernando Alonso de Oviedo enseña más de una veintena) y también detalles hacia los pilotos locales en una muestra que tiene carácter internacional y puede trasladarse a otras capitales europeas. En cualquier caso, convence tanto al fan ‘petrolhead’ de la vieja escuela como a la nueva hornada que se enganchó a través de la serie de Netflix (entradas desde 25 euros), a juzgar por los comentarios que llegan de los aficionados que la visitaron. La F1 está de moda... y le sienta bien a Madrid.