NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

DAKAR

Un sufrimiento de siete horas

Eso fue lo que tardó Sara García, la zamorana que corre sin asistencia, en cambiar el motor de su Yamaha por una avería en el cambio. "Fue un cristo", cuenta a AS.

Neom
Sara García trabaja en su Yamaha durante el Dakar.
Horacio CabillaASO

Correr un Dakar es para valientes, sobre eso no hay dudas. Pero hay unos participantes que lo son especialmente porque lo hacen de la forma más peligrosa, en moto, y además sin asistencia. Es decir, que son ellos mismos los que tienen que arreglar y poner a punto sus monturas una vez terminan la etapa, con lo que eso conlleva después de horas y horas subidos a ellas. Por desgracia, lo sabe bien Sara García, la zamorana de 32 años que corre en la categoría Original y que tuvo que hacer un esfuerzo tremendo para cambiar el motor de su Yamaha tras la etapa maratón.

"Habíamos empezado muy bien, sin problemas mecánicos, ni físicos, pero fue llegar la segunda semana con la etapa maratón y Murphy vino a vernos...", empieza diciendo Sara a AS en el vivac de Neom, y continúa: "Era la única etapa que no teníamos acceso a nuestras cajas y recambios y algo le pasó a la caja de cambios, no podía meter quinta y me tiré dos días sin ella porque me pasó en el enlace antes de empezar la primera parte de la maratón. Había que sobrevivir como fuese, y ahí está, se ha hecho. Ayer reparamos, fue bastante duro...".

Tan duro como que tuvo que estar ¡siete horas para hacerlo! "Tuvimos que sacar el motor y abrirlo entero para llegar al cambio, un cristo. Fueron siete horas... Barajamos la posibilidad de dejárselo a la gente de Yamaha para que lo arreglasen ellos aunque me sacasen fuera de la categoría, porque para mí lo importante es acabar el Dakar. Pero vimos que era factible hacerlo nosotros y nos tiramos a la piscina", cuenta. Contó con la ayuda de los mecánicos de Yamaha, pero no podían "tocar el motor", solo guiarles a ella y a Javi Vega, su pareja con la que corre el Dakar.

"Nos dejaron las herramientas que necesitábamos para desmontarlo y nos resolvían las dudas y los pasos a seguir", añade Sara. Todo con "un comisario ahí para cerciorarse de que se hacía bien". Fue un verdadero reto, otra etapa más que superar, pero lo consiguieron: "Yo he abierto dos o tres veces el motor con mi padre, que es mi mecánico, pero esto lo haces una vez al año y hay mil cosas que no recuerdas. Fue muy duro, muy tedioso y hay millones de piezas... Muchas gracias a los profesionales de Yamaha que lo hicieron todo muy fácil".

Una paliza acumulada... y con caída

Solo había que verle el rostro y sus movimientos para darse cuenta del cansancio que Sara acumula encima, eso sí, sin perder nunca su sonrisa: "Me has ido a preguntar el peor día, porque estoy fatal (ríe)". Fatal, porque a la paliza del cambio de motor y de la etapa, se sumó una caída: "Un piloto se cayó justo delante de mí y por no atropellarle, frené y 'salí por orejas'. Me he hecho un poco de daño pero, como dice mi padre, en el desierto siempre hay un agujero o una piedra que lleva tu nombre y yo la he encontrado hoy (ríe)".

Sí, ella fue una más de los muchos que se cayeron en la novena etapa, algo normal porque "todo el mundo quiere correr y eso conlleva tener caídas". Pese a todo, disfruta corriendo por el desierto y también con la navegación de este año: "Me gusta mucho navegar y debería haber todavía más. Además, más navegación, sería más seguridad". Le quedan tres etapas para "rematar el trabajo" y terminar por segunda vez un Dakar. Aún le quedan fuerzas: "Seguro que me recupero. Así que sin miedo, ¡vamos a por ello!". Una valiente.