Crítica de Blue Beetle: en el país de los ciegos, el tuerto es el rey

Dicen que los hijos no han de pagar por los pecados de los padres, pero el bueno de James Gunn no ha dejado de hacerlo desde que se pusiera al frente del Universo Cinematográfico DC. Ha tenido que apechugar con un buen número de películas cuyo estreno era imparable y se ha comido todos los marrones ideados por sus antecesores en el cargo. Black Adam, ¡Shazam! La furia de los dioses, The Flash… Cada una cosechaba peores críticas y peores números en taquilla que la anterior. A lo único a lo que ha podía agarrarse Gunn era a que al menos había una fecha límite para esta agonía. Después de Blue Beetle y Aquaman y el Reino Perdido (prevista para el 20 de diciembre de 2023), se acabó. A partir de entonces empezaría remontada. Al menos hasta la irrupción de cierto superhéroe dispuesto a adelantarla.

Blue Beetle es la primera película protagonizada por un superhéroe latino y sus críticas iniciales han llevado a muchos fans de la factoría de Kirby a echar las campanas al vuelo. Aunque coincidimos en que no pertenece al reciente sótano de los horrores del Universo Expandido DC, nosotros no hemos encontrado suficientes alicientes para rescatarla en un futuro y darle las llaves de nada. Es un daño colateral de la era pre-Gunn. Una cinta simpática y sin errores de bulto que al no ahondar en ningún tema, tampoco lo hace en nuestro corazón.

Porque si entras al cine sin conocer previamente a Blue Beetle, ya te avisamos de que vas a salir igual. Abandonarás la sala sin entender del todo sus poderes ni de dónde vienen. Sin saberte el nombre del villano y sin preocupación alguna por Palmera City, esa esperpéntica localización formada a base de cuanto necesiten los guionistas. A la película no le interesa contarte nada, sino caerte bien y dejarte claras sus raíces latinas. Lo primero lo consigue durante gran parte del metraje. Lo segundo ya… bueno, dejémoslo en que tenemos sensaciones encontradas.

Si antes de entrar al cine te pidieran un listado de tópicos latinoamericanos y de rasgos comúnmente asociados a la cultura mexicana, al acabar de soltar los primeros que se te vienen a la cabeza ya habrías hecho el mismo esfuerzo por ambientar la cinta que que sus creadores. Es demasiado básica y superficial. Si nos dicen que es apropiación cultural y que está hecha por un autor norteamericano, lo cierto es que nos lo creeríamos. Está cortada para encajar a la perfección en la visión del inmigrante de Hollywood y las bromas se sitúan en ese incómodo punto entre reírse con ellos y reírse de ellos. Pero qué sabremos nosotros.

El caso es que al margen de esto, al final del día el tono funciona. Entre lo irreverente y lo soez, la película se mantiene ligera y divertida. Además se mueve en un entorno que nos resulta tan entretenido como familiar, pues no deja de ser el Spider-Man de DC y siempre es curioso ver cómo copia todos los acontecimientos canon de aquel. Si le sumas la energía de Xolo Maridueña, la sensualidad de Bruna Marquezine y lo carismático de Damián Alcázar y George Lopez (padre y tío de Blue Beetle), la experiencia termina por dejar un agradable sabor de boca.

Quizás lo que le falte para terminar de despuntar sea un mayor repertorio de escenas de acción y un villano capaz de articular más de dos palabras en todo el metraje (o con un papel menos insoportable que el de Susan Sarandon, un tanto fuera de sitio). Las peleas y la batalla final funcionan bien, pero son tan efímeras y ante rivales tan anónimos que terminan engullidas por el resto. Un carrusel de poderes y herramientas de usar y tirar. Se dice que su límite es la imaginación de los personajes y termina por ser el de sus creadores. (Ah, y por favor, no más cámaras en primera persona con la interfaz de Halo Combat Evolved. ¿O es un homenaje como el de Cloud?).

Por ir concluyendo, Blue Beetle es una película que brilla al lado de los últimos estrenos del Universo DC, pero porque en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Aunque la experiencia se antoja simpática y ligera, se empeña en mantenerse en un plano genérico y superficial que le impide calarnos hondo y permanecer en nuestro recuerdo más allá del próximo estreno súperheroico.