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Opinión

Un mundo sin xboxers no me suena tan mal

Si Microsoft abandona la guerra de consolas y saca sus juegos en el resto de plataformas más de uno debería reflexionar sobre su comportamiento de los últimos años.

Xbox

Estoy en shock y esa palabra siempre me llevará a los brazos de Ken Levine. Me siento aún más sorprendido que la primera vez que entré en Rapture. Una ciudad bajo el mar me suena menos utópica que un mundo sin xboxers. ¿Os imagináis? Adiós a las guerritas de consolas. Adiós a los insultos de verdes y azules cada vez que analizas un juego que sólo sale en una determinada plataforma. Se acabaron las comparativas para ver quién la tiene más larga y las correcciones del repipi de turno. ¿De verdad existe una realidad en la que nadie pide mi destitución por redes sociales a mis jefes cada vez que me olvido de aclarar que un exclusivo es “temporal” o “únicamente exclusivo en consolas”? No, no quiero ilusionarme.

Alguno pensará que me alegro del mal ajeno, pero… ¿de qué mal estamos hablando exactamente? Los juegos no peligran y no es como si Microsoft fuera a cerrar la división del tito Phil. Los rumores apuntan a que seguirá haciendo consolas y a que lo único que cambiará es que lanzará algunos de sus exclusivos en otras plataformas. Los xboxers llevan años negando que hayan construido una religión en torno a una compañía multimillonaria. Años defendiendo que simplemente les gustan más los juegos con el logotipo de Redmond. Pues bien, esos juegos van a seguir haciéndose. Puede que hasta vendan más y aumenten su comunidad de fieles, es decir que puede que hasta les venga bien. Entonces seamos claros. La mayor parte de las quejas y los llantos provienen de aquellos que no se mueven por los juegos, sino por los sentimientos que han desarrollado hacia una marca. Si es tu caso, entiendo que veas la situación como el incendio de Alejandría o la caída de Constantinopla.

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Supongo que al escribir estas líneas se me tachará de pipero, hater e inconsciente. Quizás hasta alumbren mis redes con la luz de las antorchas. A los cazadores de brujas sólo me queda avisarles de que no ofende quien quiere, sino quien puede, y de que en el fondo deberían apiadarse de mí. Soy una de las personas más afectadas de España por todo lo ocurrido. Yo nunca podré vender mi Series X|S porque el médico me ha diagnosticado una terrible enfermedad conocida como hayabusitis. Se trata de un síndrome que sólo se cura jugando a Ninja Gaiden Black cada seis meses y por desgracia el juego sólo está disponible en la plataforma de Microsoft. Del mismo modo, a los que crean que guardo rencor a Xbox les confesaré que están ante el único panoli castellanoparlante que ha completado todos los pases de batalla de Halo Infinite (y que ha pagado por ellos, claro está). Si hasta sigo jugando a Gears para ver si algún día me saco el “Seriamente” de cada entrega. Aunque sea eso, por mis logros, mis estadísticas y por Ryu, yo estoy atado de por vida al color verde. ¿Que por qué me tomo entonces la situación con tanta sorna? Por muchos motivos.

El primero es porque la mayor parte de nuestros temores siempre quedan en agua de borrajas. Cuantas veces habré oído “Sonydoomed” o “Nintendoomed” y ahí tenéis a ambas compañías, tan lozanas como siempre. Al final, el prometido anuncio de Phil Spencer será simplemente que ya no sacarán todo en Game Pass de lanzamiento, que probarán ciertos juegos en otras plataformas (ni siquiera todos los que se manejan en las listas que circulan por RRSS) y que seguirán apostando fuerte por las consolas y por un futuro de servicios digitales. Lo mismo hasta dan marcha atrás y aplazan unos años sus planes para soltar otro “os hemos escuchado” como el de la época de Xbox One. Les habéis ofrecido una forma de colgarse la medalla y teneros otra vez en el bolsillo por hacer absolutamente nada. Qué público más fácil.

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El segundo motivo es porque incluso poniéndonos en el peor de los escenarios (que Microsoft pase a ser third party), está por ver que la competencia se resienta tanto como vaticinan algunos. De Nintendo siempre se dice que juega en su propia liga y mirad cómo le va: récord de ventas y un catálogo demencial en 2023. Sony tuvo una alfombra roja durante la generación de PS4 y la de joyas que nos regaló fue memorable. Las políticas anticonsumidor siempre supondrían el riesgo de abrir la puerta para que alguien entre y ocupe el puesto de Microsoft. Nadie va a subir el precio de sus consolas a 1.000 euros y el de sus juegos a 150. Y por favor, dejemos también de hacer como si esto fuera una cosa de tres cuando se anuncian ports de exclusivos a PC cada día. Si el mercado de componentes y sus tiendas fuera irrisorio eso no pasaría. O mirad lo de Valve y el mercado portátil, en auge y a rebosar de propuestas en cuanto Nintendo y Sony han dejado de cosechar la tierra durante unos años. Vamos que ni al final será tanto drama ni nos afectará tanto en caso de que lo sea.

Sobre todo, mi tranquilidad se debe a que la situación ha puesto de manifiesto una vez más lo ridículas que son las console wars. Claro que un poco de rivalidad, pique y salseo son graciosos de vez en cuando. Claro que la competencia es buena en cualquier sector. Lamentablemente, en los videojuegos hace tiempo que se nos fue de las manos. Hoy vemos a gente rasgándose las vestiduras, pseudo influencers diciendo que Microsoft les ha traicionado y un montón de usuarios amenazando con dejar el hobby porque después de años vertiendo odio ahora son incapaces de comprar otra maquinita. Nadie parece retractarse y darse cuenta de que defender a una compañía a capa y espada siempre acaba dejándote en bragas antes o después. Si desaparecieran xboxers, sonyers y nintenderos y sólo quedaran jugadores, jugadores a secas, no creo que fuéramos a peor. No puedes basar tu filosofía de vida en las decisiones de ejecutivos trajeados que no saben quién eres y a quienes no pueden importarles menos las batallitas que libras por ellos. A esas personas sólo les importa el dinero y a nosotros sólo deberían importarnos los juegos.