Cloudpunk, la dura vida del transportista del futuro

Cloudpunk es la clase de título contemplativo que sólo atrae a un cierto perfil de jugador. No es una propuesta de acción, su desarrollo y transversalidad resultan lentos, su historia no es lo que se dice trepidante y, en general, no es la clase de experiencia que absorba el tiempo y la atención del usuario. Es un juego de dejarse atrapar por la fabulosa ambientación, por su gran banda sonora y por los cuidados diálogos, dejando la mente vagar por los nublados escenarios de la ciudad futurista de Nivalis.

La historia alrededor de Rania, una inmigrante que trata de escapar de sus deudas y de su pasado aceptando, un puesto en Cloudpunk, un servicio de transporte de mercancías que se mueve en los bordes de la ley y que nos hará movernos por toda la megaestructura realizando encargos y siguiendo una trama con diferentes decisiones que determinarán el curso de la historia y la moralidad de la protagonista. Nos acompañará en nuestras travesías Camus, una adorable IA que adopta la personalidad de un perro parlante.

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Pero aunque tiene una narrativa central, lo cierto es que no es el foco principal, ni su punto fuerte. Tal y como relata José María Villalobos en su reportaje: Cloudpunk y la narrativa improbable: “el distrito mercantil, el barrio chino, los Altos de Cambria, hay un torrente de personas, ideas, multitudes… que borran todo a su paso. Cloudpunk construye su narrativa a base de insuflar vida a una ciudad y sus gentes. Bien escrito, con evidente amor por las palabras, el juego crece por encima de su limitada mecánica a base de compartir con nosotros mil pequeñas historias. Los anhelos, miedos, sueños y esperanzas de una miriada de seres anónimos... como nuestra protagonista”.

Y es que el verdadero protagonista creativo, narrativo y técnico de Cloudpunk es Nivalis, la ciudad donde discurre todo. Dividida en diferentes niveles y con localizaciones de lo más variadas, esta recreación cyberpunk realizada a base de voxels tiene una irresistible personalidad gracias al minucioso grado de detalle que se puede alcanzar con esta tecnología. Es un placer planear por el entorno sintiendo la vorágine de las autopistas repletas de vehículos y admirando la escala de lo que hay a nuestro alrededor para, a continuación, aparcar nuestro HOVA y andar por diferentes distritos rodeados del gentío que se espera de una ciudad imposible como esta. Junto con una gran banda sonora, el título de Ion Lands es lo más parecido que hay en un videojuego de disfrutar esos momentos en la Blade Runner original cuando el protagonismo pasaba a esos Los Angeles futuristas de anuncios gigantes y luces de neón desafiando la oscuridad. No es de extrañar que con un trabajo tan extraordinario alrededor de este espacio, el estudio creador haya decidido que su siguiente proyecto sea un simulador de vida en esa misma ciudad.

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Aunque la estructura de las misiones pasa forzosamente por una repetición de recados de ir de un sitio a otro, obligado por el diseño propio de la aventura y la temática alrededor de la agencia de transportes, lo cierto es que los diálogos y la ambientación logran hacernos obviar ese factor, ya que cada reparto es una oportunidad de conocer nuevos rincones de una ciudad que nunca se cansa de ofrecernos rincones interesantes que explorar.

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