Onimusha: Warlords
Onimusha: Warlords, análisis. Un inesperado reencuentro
La franquicia de Capcom cumple su mayoría de edad con una remasterización de Onimusha: Warlords, el primer gran éxito de ventas de PlayStation 2.
Si definiéramos Onimusha: Warlords como una de las más gratas sorpresas de la historia de Capcom seguramente no estaríamos exagerando, y es que su éxito probablemente pilló desprevenidos tanto a los miembros del equipo de desarrollo como a los propios ejecutivos de la compañía nipona. Que sería un juego de culto en Japón era de esperar, y es que no solo su ambientación en el Japón feudal era garantía, sino también la presencia de un actor de renombre en el cine nipón como Takeshi Kaneshiro, al que incluso en occidente alguien puede llegar a reconocer por haber participado en películas relativamente populares por estos lares, tales como Returner o La Casa de las Dagas Voladoras. Dicho sea de paso, muchos de quienes trabajaron en la franquicia Resident Evil lo hicieron en este juego, pero para encabezar el proyecto, Capcom no quiso arriesgar lo más mínimo y colocó a uno de sus mayores talentos: Keiji Inafune, conocido por ser el creador de Mega Man, pero cuyo currículum cuenta con decenas de grandes juegos.
Como decimos, y contra pronóstico, Onimusha: Warlords logró ser el primer juego que superó el millón de unidades vendidas en PlayStation 2, dando pie a hasta dos entregas principales más, con altos estándares de calidad, y contando en la tercera incluso con la participación del reconocido actor francés Jean Reno. Dicho esto, y teniendo en cuenta la política que Capcom está llevando a cabo desde hace ya tiempo de rescatar sus juegos clásicos en forma de remake o remasterización, no era sino cuestión de tiempo que esta franquicia estuviera de vuelta, y este mes justamente se cumplen 25 años de su lanzamiento. Es ahora justamente cuando Capcom aprovecha para hacer disfrutar de nuevo a quienes lo jugaran, o también para que los jugadores más jóvenes descubran una fórmula que se mantiene sorprendentemente vigente con esta remasterización de Onimusha: Warlords.
Mucho más que un Resident Evil con samurais
Esta definición puede resultar baladí, pero ante el desconocimiento general y para darlo a conocer, la propia Capcom decidió denominar tal cual al juego original, pero nos equivocaríamos si nos quedáramos en eso. Ahora, gracias a juegos como Nioh, o los próximos Ghost of Tsushima y Sekiro: Shadows Die Twice, la ambientación nipona no nos llama tanto la atención, pero en el año 2001 era toda una rareza y es que en efecto, Onimusha: Warlords se sitúa en el periodo Sengoku, es decir, entre finales del siglo XV y principios del XVII. Entonces, las contiendas militares eran una constante entre múltiples señores feudales y precisamente el villano de Onimusha: Warlords es uno de ellos de nombre Nobunaga Oda, que se convierte en un ser tremendamente poderoso a raíz de un pacto con los demonios tras ser asesinado. La trama comienza algo atropellada, presentándonos también a los dos personajes jugables, Samanosuke -interpretado por Kaneshiro- y Kaede, una hábil ninja, de manera un tanto precipitada, pero a nivel narrativo no es un juego extremadamente complejo que digamos, más bien todo lo contrario.
De hecho el juego no se complica en absoluto en este sentido, ya que el cliché de princesa -de nombre Yuki- raptada por los demonios se cumple a pies juntillas, completando un reparto de personajes y una trama que no llama especialmente la atención, pero ni falta que hace. Los puntos fuertes son otros.
Onimusha: Warlords continúa con la perspectiva de cámaras fijas que seguía Resident Evil hasta que la abandonara en Resident Evil: Code Veronica que comparte motor gráfico con el juego que nos ocupa-, con entornos en 2 dimensiones, aunque con un movimiento mucho más ágil de nuestros personajes, ya que ofrecen un control total en 360 grados, en lugar de tener que girar sobre su propio eje si queremos hacer un giro de 180 grados. Hoy parece algo trivial, pero en un juego de este tipo supuso en su momento un avance importantísimo, por mucho que este sistema nos juegue malas pasadas en no pocas ocasiones. La elección de la perspectiva no es la mejor en varias situaciones, sobre todo en algunas batallas contra jefes en las que se requiere disparar armas de largo alcance -arco o mosquete- y directamente lo hacemos a ciegas, intuyendo -no sabiendo-, que nuestro disparo ha dado en el blanco.
No obstante, el sistema de combate cuerpo a cuerpo resulta muy, muy completo, no ya hace casi 18 años, sino ahora también, y eso es un gran mérito que hay que poner en contexto. El arsenal no es tampoco muy extenso, y es que contamos con tres armas: una espada ligera, una más potente a dos manos y una lanza de doble cuchilla, imbuidas las tres con los poderes de la electricidad, el fuego y el viento respectivamente, cada una con su respectivo golpe especial a costa de gastar una porción de nuestra barra de magia. La variedad de combos no es muy extensa, pero sí la de los enemigos -al menos en relación a la duración del juego-, lo que obliga no ya a aprender patrones muy diferentes, sino también a saber qué tipo de arma conviene blandir frente a cada uno según la velocidad de sus movimientos, sobre todo. Aún así, no faltan algunos golpes de contraataque, evasiones, bloqueos, etc. que hacen de este un juego , insistimos, sorprendentemente completo en este sentido. Sin embargo, lamentablemente, no todo es perfecto: no lo era entonces, y mucho menos ahora.
Y es que respecto a las armas hay algunos puntos flacos que hay que mencionar. El primero de ellos es que en efecto podemos cambiar de espada cuando queramos pulsando simplemente el gatillo trasero, pero no en movimiento, es decir: debemos estar quietos para hacerlo. Esto, que puede parecer baladí, no lo es cuando estamos enfrascados en una batalla frente a un jefe final al tiempo que pequeños enemigos hacen acto de presencia y necesitamos de variedad en nuestro repertorio. Y a continuación, cada arma puede mejorarse con las almas absorbidas de los enemigos, pero la importancia de este sistema de progreso, que tampoco es especialmente profundo, se ve disminuida aún más por un aspecto que juega en contra de Onimusha: Warlords en general, como es su duración. Nuestra primera partida ha durado exactamente tan solo cinco horas, pero es que debido a la reaparición frecuente de enemigos el grindeo es sencillo, y a menos de la mitad nuestras tres espadas estaban completamente mejoradas, con lo que un aspecto que podría haber aportado variedad y profundidad queda un tanto en agua de borrajas.
Afortunadamente, como decíamos antes, Onimusha: Warlords es mucho más que combatir, y de hecho, nos enfrentamos a varios puzles variados y que no son para nada sencillos, más bien todo lo contrario. Algunos se repiten, como aquellos donde debemos ordenar números o resolver enigmas para conseguir joyas que aumenten nuestra salud y magia permanentemente, pero otros son realmente retorcidos e incluso contrarreloj, y en caso de no resolverlos a tiempo, nuestra muerte será inevitable. A esto hay que sumar algunas mecánicas clásicas del género a finales de los 90 y pricipios de la década de los 2000, como es la búsqueda de llaves, objetos que encajen en una cerradura y más, que hacen de este mucho más que simplemente un juego de acción.
Una remasterización que hace honor a la franquicia
La versión original de Onimusha: Warlords no era la mejor posible, y es que quienes lo jugaran de primera mano o simplemente vivieran aquellos años, recordarán que llegó sin estar adaptado a los 60 hz, lo que incluía dos bandas horizontales que restaban lucidez al título. Afortunada y evidentemente, ambas están ausentes en esta ocasión, dejándonos disfrutar del juego como merece, cuya remasterización ha sido más que digna. Si bien los entornos no son excesivamente variados, donde prevalecen los interiores, no son muy variados, si están bien detallados aunque no ofrezcan apenas interacción salvo cuando obtenemos información prescindible para continuar, pero que ayuda a contextualizar toda la aventura.
No solo en escenarios, también los modelos de los personajes, protagonistas y enemigos, mejoran su detalle y texturas, y la armadura de Samanosuke luce ahora mucho mejor, máxime la Sagrada que no tardaremos en conseguir. El diseño de los enemigos está trabajado -hablamos de un juego de hace casi 20 años, no lo olvidemos-, pero luce especialmente bien el de los jefes finales, no muchos, por desgracia. Estas mejoras también se plasman en los efectos de magia que desprenden los golpes especiales de las armas, pero sobresalen especialmente en las escenas cinemáticas, unas escenas que ahora son buenas, pero en 2001 eran absolutamente esplendorosas.
A nivel sonoro, Capcom se ha molestado no solo en remasterizar también la música, sino tamibén en grabar nuevas voces para sus personajes e incluso piezas musicales, completando un aspecto sonoro que está perfectamente puesto al día. De hecho la música estuvo interpretada en su momento por una prestigiosa orquesta nipona, lo que deja clara la ambición de Capcom con esta producción.
Hemos analizado Onimusha: Warlords con un código facilitado por su editora para Nintendo Switch.
Conclusión
Onimusha: Warlords es una remasterización necesaria, y es que no en vano hablamos del primer gran éxito de ventas de PlayStation 2, la consola más vendida de la historia, superando el millón de copias. Es una franquicia muy querida por quienes la disfrutaran en su momento, pero probablemente el recuerdo que tenemos supera al juego en sí, lo que no quiere decir en absoluto que estemos hablando de un producto regular, nada más lejos, pero si es verdad que con el paso de los años se le notan las costuras. Es evidente que casi dos décadas más tarde, muchas de sus mecánicas han sido eliminadas o superadas, pero se mantiene como un juego con una fórmula sorprendentemente actual combinando puzles, exploración y sobre todo acción, con un sistema de combate muy completo. Probablemente su mayor punto débil sea su escasa duración, pero es algo que se compensa con un precio de salida reducido que no hace sino que tengamos que recomendar su adquisición para los fans del género o por qué no, de su ambientación nipona. Todo apunta a que no será la primera remasterización de la franquicia y que terminaremos pudiendo disfrutar la trilogía al completo de nuevo, algo que sin lugar a dudas debemos celebrar.
Lo mejor
- Sistema de combate sorprendentemente vigente hoy en día
- Trabajo de mejoras gráficas y visuales que por fin nos dejan disfrutarlo en su esplendor
- Una aventura completa con variedad de mecánicas a la antigua usanza
- Sale a precio reducido
Lo peor
- Corto, y no excesivamente difícil
- Se echa de menos mayor variedad de escenarios
- Sistema de progreso desaprovechado
- La cámara nos juega en ocasiones malas pasadas
Bueno
Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.