NIKOPOL, Impresiones

Como se ha dicho en innumerables veces, la aventura gráfica es uno de los pocos géneros autóctonos del PC que sigue prefiriendo esta plataforma para hacer sus cada vez más escasas apariciones, herencia de épocas pasadas en las que numerosas sagas de todo tipo nos hacían disfrutar como locos a los amantes clásicos del Point-and-Click. Han pasado bastantes - o muchos - años desde entonces y se nota que no han sido en balde porque algo hemos evolucionado.

Nikopol, que por lo visto guarda directa relación con cierto cómic conocido allende de nuestras fronteras, es un título de la generación actual que sin embargo y por lo que hemos podido apreciar en la demo, parece no haber aprendido de los errores del pasado. A pesar de su a veces exquisita presentación, ofrece un sistema de juego algo básico, bastante frustrante en demasiadas ocasiones y que a menudo recompensa más la suerte que la habilidad, hecho que resulta algo injusto.

Para empezar, interpretamos a un personaje artista de nombre Alcide Nikopol sumido en un París del año 2023 que está gobernado con mano de hierro por un dictador que disfraza su tiranía en forma de sutil democracia. La sociedad, tecnológicamente más avanzada que la actual, subsiste con una diferencia abismal entre las clases que ha extremado los niveles de pobreza hasta límites insospechados. La aparición de una pirámide flotante en mitad de la decrépita ciudad de la luz, precipita los acontecimientos.

El argumento del juego es ciertamente mucho más denso que esto, involucrando a dioses egipcios, alienígenas e incluso al padre de nuestro protagonista, de idéntico nombre, condenado a vagar congelado en una prisión volante que acaba estrellándose de nuevo en tierra. Hay unos breves flashes durante la introducción que nos dan una muestra de que en realidad existe mucho más de lo que vemos a simple vista y que se irá desarrollando a medida que avancemos en el juego.

Por lo pronto, lo único que necesitamos conocer es que Niko - si se permite la abreviatura - se ha apuntado a una especie de iglesia en la que de haber fanáticos haylos y a montones, y para cuya admisión debe presentar un retrato pintado de su padre. Por lo que, antes de nada, debemos familiarizarnos con nuestro entorno para encontrar los elementos que nos permitan ejercer esta labor.

La mecánica del mismo es harto sencilla y la hemos visto en infinidad de ocasiones, además. No existe un control directo sobre el personaje, sino que simplemente nos podemos limitar a mirar a nuestro alrededor en todas las direcciones posibles como si pivotáramos sobre nuestro propio eje y, desde allí, ir interactuando con los distintos elementos que vemos en pantalla. Si deseamos cambiar de ubicación, hacemos click en su dirección y tras un breve fundido aparecemos allí.

Aunque no tener movimiento autónomo facilita bastante las cosas a nivel técnico, lo cierto es que la sensación es muy anticuada. De forma natural, uno sitúa la mano izquierda sobre las teclas WASD o intenta hacer click en partes del escenario para poder acercarse a un objeto que parezca interesante... sin obviamente conseguirlo en ningún caso. Esto no es propiamente un defecto del juego, sino que la mecánica al principio 'engaña'.

Dado que no hay forma de resaltar los objetos con los podemos interactuar, lo más habitual es que el jugador recorra la pantalla a la 'caza del cursor cambiante', momento en el que podemos hacer click y esperar a que suceda algo. En ocasiones sí es cierto que las opciones son bastante obvias, pero en otras uno se deja los ojos en busca del píxel que hace detonar una secuencia nueva o que esconde aquel objeto que necesitamos y que ni tan siquiera intuíamos que se encontraba allí.

Por ejemplo, la demo nos plantea 3 puzzles de distinta resolución: en el primero debemos buscar los elementos necesarios para conseguir el retrato de nuestro progenitor. Eso incluye no solamente encontrar pinceles y pintura sino también el modo más rápido de conseguir un parecido razonable. Se incluye incluso una miniprueba en la que debemos demostrar nuestras dotes de coloreador, estilo herramienta del bote de pintura del Paint de Windows.

Cuando eventualmente conseguimos tal hazaña, entramos en un evento con límite de tiempo en el que un monstruo mezcla de oso hormiguero y lanza-cadáveres del cuarto acto de Diablo 2 dice ser la policía y quiere que le abramos la puerta. A partir de ahí, como locos, debemos buscar los medios para bloquearla y tras morir chorrocientas veces, probablemente entremos en una espiral de clicks por cualquiera de las 3 pantallas hasta que, sin saber exactamente cómo, aparece en nuestro haber una barra de hierro.

El juego, cada vez que nos humilla con una nueva derrota, es lo suficientemente bondadoso como para no obligarnos a repetir toda la secuencia desde el principio (que aunque se conozcan los pasos al dedillo sería un poco engorroso), especialmente porque en la demo no se puede grabar la partida, y continúa la acción desde que tenemos que bloquear la puerta. También nos da alguna pista en la pantalla de game over, del estilo 'un cierre de 3 vueltas habría ayudado a retenerlo fuera'. Lo que no explica es cómo conseguir ese cierre.

El hecho de que para conseguir superar la primera parte de este reto haya que recurrir a la fortuna es tremendamente frustrante. A partir de ahí, el evento no termina y durante 4 etapas más deberemos intentar despistar al bicho sin entretenernos demasiado porque si estamos 10 segundos sin conseguir nada (o menos), simplemente nos mata. Al final, a base de más clicks que en el buscaminas, encerramos al monstruo y nos disponemos a salir de la habitación.

Pero antes debemos romper una ventana tapiada con, atención, exactamente 5 martillazos. Tiene truco, claro, pero es que si no lo conseguimos hay que volverlo a intentar... hasta salir exactamente en 5 martillazos. Curiosamente aquí nuestro enemigo no acecha, nos deja cien mil intentos para que lo consigamos. Eso sí, cuando cruzamos la ventana vemos una pequeña cinemática que nos da un poco más de contenido de fondo sobre el juego y, después, la demo termina.

Evidentemente no es mucho trayecto para juzgar merecidamente a un juego, pero entendemos que la demo es una muestra significativa de lo que vamos a encontrar con el producto final en nuestras manos. En base a lo visto, pues, el resultado nos deja un poco cariacontecidos por los sinsabores de la mecánica. Cierto es que cuando veamos el resultado al completo podremos ver si nuestros temores se hacen realidad o no.

Y no es porque técnicamente el juego no sea competente, porque la realidad es que a nivel gráfico está bastante conseguido y con gran detalle en todos los elementos que se muestran en pantalla, si bien es bastante más sencillo cuando son fondos estáticos con los que apenas podemos interactuar. Una puerta que se abre, una película que se proyecta sobre una pared, una pared que se resquebraja. Y poco más. A nivel de audio el juego brilla, aunque con subtítulos en inglés por el momento.

El problema es que uno no sabe exactamente el motivo por el que está avanzando; las aventuras gráficas, históricamente hablando, han sido juegos de gran recompensa personal para el jugador que ha resuelto el puzzle fruto de su imaginación o su pericia y aquí, por lo menos en lo que hemos podido comprobar, en la mayor parte de ocasiones solamente puede atribuirse a la fortuna. Y eso, lamentablemente, no es divertido.

Todavía queda alrededor de un mes y medio para el lanzamiento del producto al mercado, pero es demasiado poco tiempo como para corregir estas - a nuestro parecer - deficiencias para cuando gane el estatus de 'gold'. Sin embargo, como buenos amantes del género, consideramos lo más apropiado darle todas las oportunidades posibles hasta no tener su versión comercial en las manos y poder disfrutar a buen seguro de su denso argumento y de las sorpresas que los chicos de Got Game Entertainment tienen para nosotros.