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Dordogne

Dordogne

Review

Análisis de Dordogne, el mejor verano de la infancia se imprime en acuarela

Juego pequeño, cálido, sencillo y cercano, el título de Focus Entertainment es perfecto para disfrutarlo en familia, de los más pequeños a los más mayores

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En internet podemos leer que Dordoña es una región del suroeste de Francia en la que abundan cuevas con pinturas rupestres y villas de pasado medieval. La zona también es famosa por su gastronomía, ya que sus habitantes viven volcados en la agricultura y la ganadería. Para redondear tan idílica postal, son muy comunes los descensos en canoa por sus ríos anchos y de mansas aguas.

Dordoña también es un videojuego que refleja con mimo todo lo apuntado. Cuando se habla de su estilo tranquilo, de lo placentero que es jugar a este título desarrollado por Un je ne sais quoi y Umanimation, una pregunta recurrente puede ser: “Pero en el juego, ¿qué haces?” Y es que estamos acostumbrados a la acción desenfrenada, por un lado, y a la acción con sentido, por otro. Esto es, en los videojuegos, por lo general, realizamos acciones en un entorno que nos exige rapidez, reflejos, pensamiento lateral, decisiones complejas, resolución de problemas y situaciones peliagudas... y todo enfocado al fin que es pasar de pantalla, vencer al enemigo, doblegar al contrincante y mil variantes más.

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El duermevela de lo cotidiano

Dordogne, por el contrario, se sustenta sobre acciones cotidianas, esas tan sencillas y habituales que no recuerdas al poco de realizarlas. Por eso no sabes qué responder exactamente cuando te preguntan que qué haces en el juego. No lo recuerdas de la misma manera que no sabes qué comiste al mediodía o qué estabas haciendo a las cinco de la tarde.

Dordogne se mueve en ese duermevela, el lugar donde untas con mermelada una rebanada de pan, unos cereales caen fuera del tazón, vas a la plaza del pueblo con tu lista de la compra, abres una ventana para que la luz entre a raudales en el salón de casa o dibujas monigotes en un cuaderno mientras estás tirado cómodamente en el suelo.

La bruma de los errores pasados

La protagonista llega en coche a una casa familiar ubicada en la Dordoña francesa. Su único habitante en las últimas décadas, su abuela, ha fallecido, y toca reunirse con el pasado como trámite para empaquetarlo todo y seguir adelante con la vida. La premisa recuerda al tebeo La casa, de Paco Roca. En aquellas páginas eran varios hermanos los que se reunían para dilucidar qué hacer con ese vestigio del pasado, aflorando por el camino diferentes intereses y rencillas varias enterradas durante demasiado tiempo.

Tenemos esos elementos en Dordogne. La abuela, por diversos motivos, se encontraba enemistada con el padre de nuestra protagonista, que a su vez no recuerda nada de aquel verano que pasó, cuando era niña, en aquella casa. Así, no hay disonancia con lo narrado. Somos Mimi y vamos redescubriendo junto a ella aquellos días que, contra todo pronóstico, resultaron muy felices. En medio, cartas de unos y otros que nos muestran a nuestra abuela como una ciudadana muy apreciada por la comunidad, a la vez que poco a poco se van revelando el porqué los desencuentros familiares.

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La gran belleza

El lugar se dibuja y colorea con las acuarelas imaginadas por Cédric Babouche, director artístico y, a la postre, responsable principal de Dordogne. Mientras, vamos moviéndonos por esas habitaciones que ya acumulan el polvo de la ausencia. Todo se recrea en estos primeros compases con tonos rojizos, apagados, perezosos, reticentes a brillar en su crepúsculo... Y entonces aparece la magia, a través de una palabra que es una sensación, de un gesto enterrado en el olvido, de un rincón olvidado en el entierro, que arroja luz sobre la taciturna memoria.

El color se despliega en ese momento con toda su fuerza. La luz de la campiña hace vibrar el verde de las frondosas copas de los árboles, el azul del cielo salpimentado de revoltosas nubes, lo cristalino de los apacibles ríos. Y ahí está Mimi, de nuevo, o mejor dicho, por primera vez, pero niña ahora, con su grácil vestidito, sus piernas flacuchas y un enorme sombrero. Es verano y está enfadada. Su padre la acaba de dejar al cuidado de su abuela en aquella casa alejada del mundo, de su mundo, en unas vacaciones que ya no pasará en París junto a sus amigos. ¡Qué aburrimiento me espera y qué injusta es la vida! Piensa mientras ve el Citroën dos caballos de su padre alejarse, a la vez que su abuela la llama desde la entrada de la casa.

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Los algodonosos veranos de la infancia

El verano trascurre plácido en Dordoña entre el huerto, el mercado del pueblo, fotos al puentecito sobre el río y tardes de picnic. Mimi encuentra un amigo con el que condimentar el misterio de cada día. Leyendas que asustarían al héroe de los cuentos y un refugio infantil escondido de la mirada adulta. El tono europeo del relato de repente se da la mano con los Estados Unidos de finales del siglo XIX, y es a través de un tono cercano a las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Fin. Estamos convencidos de que el lúcido y avispado Mark Twain daría su aprobación a semejante hermandad.

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Hay otra referencia literaria que traemos a colación por una ausencia, en este caso musical. El personalísimo dúo Supernaive, que pone la música alejado de su habitual y oscuro estilo, no acaba de casar con el tono nostálgico del relato. Aunque cualquiera querría tener en su colección la edición en doble vinilo blanco y negro de la banda sonora, hubiéramos preferido algo que se inspirara, aunque fuera únicamente en los fragmentos del pasado, en la partitura del enorme Elmer Bernstein para la versión cinematográfica de Matar un ruiseñor.

La novela de Harper Lee nos hace añorar en la pantalla tiempos no vividos desde su mismo arranque, algo que no encontramos en las notas musicales que adornan motivos parecidos en Dordogne. En el vídeo que ponemos a continuación con los títulos de crédito iniciales de la película, podemos ver además una caja repleta de tesoros infantiles, algo que en Dordogne se manifiesta en forma de diario.

Por último tenemos algo que será enormemente celebrado por nuestras tierras. Resulta curioso, en contraposición a lo comentado, el cuidado en el resto del sonido para una obra indie, pequeña como esta, que tiene como colofón un doblaje al español a la altura de lo que se cuenta.

Conclusión

Dordogne es un juego sin atisbo de reto o dificultad, para disfrutar con la tranquilidad que dan las tardes de verano o los recuerdos casi olvidados de la infancia. Su dirección artística, basada en los dibujos a acuarela, es puro mimo, y tanto el personaje principal como los secundarios pasarán, casi sin darnos cuenta, a tener un hueco en nuestros corazoncitos. Disfrutable más por el público casual o el veterano que ya esté de vuelta del combate continuo que es el mundo de los videojuegos, Dordogne es un título pequeño, sensible, delicado, con el que deleitarnos a pequeños sorbos. Es también perfecto para mostrarlo tanto a los más pequeños del hogar como a los que pintan brillantes canas plateadas. Los primeros adorarán los colores y a su pequeña protagonista, los segundos verán reflejadas en ella los inicios de toda una vida.

Lo mejor

  • Su delicioso estilo artístico de dibujos a acuarela.
  • Localización total con un doblaje de altura a nuestro idioma.
  • Plenamente disfrutable por público ajeno a los videojuegos.

Lo peor

  • Desaprovecha la pantalla táctil que, por el tipo de juego, encajaría tan bien.
  • Tampoco han pensado en los usuarios de portátil con respecto al tamaño de los textos.
  • La música no acaba de encajar con su enfoque nostálgico.
7.5

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.

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