Tecnología
Perros bomba: una de las armas más crueles e ineficaces de la Segunda Guerra Mundial
Los perros bomba o perros antitanque fueron una de las armas reales utilizadas por la Unión Soviética ante la invasión de la Alemania nazi.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética tuvo que tomar medidas desesperadas y extremadamente crueles en su lucha por la supervivencia ante la invasión de la Alemania nazi. Uno de estos métodos fue el uso de perros antitanque o perros bomba, una idea terrorífica que consistía en entrenar a perros para que se acercaran a los tanques enemigos y detonaran explosivos que llevaban atados a su cuerpo. Durante su ejecución, se demostró que esta nueva tecnología militar no solo era ineficaz, sino que también podía resultar contraproducente, causando la muerte tanto de los animales como de soldados soviéticos.
Los orígenes de los perros antitanque como nueva “tecnología militar” de la Unión Soviética
En 1924, el Consejo Militar Revolucionario de la Unión Soviética aprobó el uso de perros en diversas tareas militares, incluyendo rescates, primeros auxilios e incluso asistencia en combate. En la siguiente década, se desarrolló la idea de emplear perros como “minas móviles”, lo que resultó en la creación de una academia especializada en el adiestramiento de perros en Moscú y la apertura de varias escuelas regionales en otras zonas del país, incluidas varias dedicadas al entrenamiento de perros antitanque.
Durante la década de 1930, la Unión Soviética no contaba con especialistas en entrenar perros, por lo que se recurrió a cazadores, policías e incluso artistas de circo para ayudar en esta labor. También se involucró a varios científicos especializados en animales de cara a organizar un programa de entrenamiento a gran escala. Se eligieron canes principalmente de raza pastor alemán por características como sus capacidades físicas, su lealtad y su relativa facilidad de entrenamiento, aunque también se utilizó, en menor medida, a otras razas como el rottweiler y el dóberman. En 1935, las unidades de perros antitanque fueron oficialmente integradas en el Ejército Rojo.
La idea original consistía en que un perro portara una bomba en una bolsa o mochila y acercarse a un objetivo estático específico. Una vez allí, el perro debía activar el artefacto explosivo de efecto retardado tirando de una anilla con los dientes y regresar con su adiestrador. El objetivo no era la destrucción de los tanques en sí, sino dañarlos lo suficiente como para que no pudiesen volver a moverse, algo también definido como deshabilitar el vehículo. Aunque se barajaron otras opciones como bombas detonadas por temporizador o control remoto, la URSS no disponía de estos medios. En cualquier caso, este primer método tenía un mínimo de consideración por la vida del animal, ya que se pretendía que regresase con su cuidador para que le siguiese ayudando con sucesivos sabotajes.
Un primer grupo de perros fue entrenado durante seis meses, pero los informes resultantes indicaron que aunque el rendimiento general era bueno cuando había un único objetivo, los animales tendían a confundir las órdenes cuando había cambios de ubicación u objetivo, a menudo regresando al operador sin detonar la bomba. En una batalla real, esto habría supuesto la muerte tanto del adiestrador como del can.
Estos fallos reiterados llevaron a una simplificación en el método, que pasaba por alto el bienestar de los animales, considerados pérdidas aceptables: equipar a los perros directamente con explosivos que detonarían por contacto. Cada perro llevaba una mina antitanque junto con un detonador diseñado para que la explosión solo se produjese en la parte inferior de los tanques. En lugar de centrarse en buscar un objetivo específico, se adiestraba a los perros para que localizasen cualquier tanque enemigo. Y como método para asegurar la obediencia de los animales, se les mantenía con hambre y se dejaba comida debajo de los vehículos blindados durante las maniobras para que aprendiesen a asociar el concepto de tanque con el de saciar su apetito.
Para acostumbrar a los animales al fragor de la batalla, se les introducía de forma paulatina a varios de los elementos que podían tener lugar en un tiroteo real durante los entrenamientos, como disparos, explosiones y vehículos en movimiento. Evidentemente, el entrenamiento de estos animales implicaba un proceso cruel y extenuante, por no hablar de que el resultado final pretendido efectivamente derivaba en la muerte del animal. Se trataba de una práctica que además de ser inhumana, era ineficaz. Muchos perros no cumplían con su objetivo debido a la confusión, el miedo o el desconocimiento de lo que sus adiestradores esperaban de ellos en el campo de batalla.
Despliegue de perros bomba de la Unión Soviética en batallas reales, ineficacia demostrada y posterior abandono
El uso de perros antitanque por parte de la Unión Soviética se dio en el frente oriental, cuando la Alemania nazi de Adolf Hitler invadió su territorio en 1941 como parte de la Operación Barbarroja. Era una solución desesperada de la URSS para contrarrestar el ataque por sorpresa y la presión de las divisiones Panzer alemanas, que lograban avanzar rápidamente gracias a su coordinación y sus tácticas de combate. A pesar de que los soviéticos contaban con tanques avanzados como el T-34, tuvieron que recurrir a todo tipo de métodos no convencionales para resistir el avance alemán los primeros meses de invasión.
Sin embargo, en la práctica, los perros bomba resultaron no ser efectivos como arma. A menudo se distraían, se asustaban o simplemente se negaban a obedecer órdenes. Su primer despliegue en otoño de 1941 reveló que los animales eran un peligro mayor para los soviéticos que para los alemanes. Los perros, no acostumbrados a los ensordecedores sonidos de los disparos y confundidos por los tanques en movimiento, se comportaban de manera errática. Varios corrían cerca de los blindados esperando a que se parasen, algunos fueron arrollados por las enormes orugas de los carros de combate, y otros regresaron a las trincheras rusas, detonando sus cargas y matando a tropas “aliadas”.
Las condiciones tan caóticas como cambiantes del combate, junto con la naturaleza impredecible de los animales, hicieron que estos esfuerzos fueran en su mayoría infructuosos. Además, los soldados alemanes, conscientes del peligro que suponían estos animales, se limitaban a dispararles desde una distancia segura en cuanto los avistaban en el campo de batalla, lo cual reducía drásticamente su efectividad. Aunque hubo algunos “triunfos” documentados donde los perros lograron acercarse a los tanques enemigos y detonar su carga mortal, la tasa de éxito fue extremadamente baja, lo que llevó al abandono de este concepto como estrategia militar.
A posteriori se dilucidó otro error fatal durante el entrenamiento: mientras que los soviéticos entrenaron a los perros usando sus propios tanques como señuelo, estos utilizaban motores diésel. Los carros de combate alemanes usaban motores de gasolina, lo cual propició que muchos de los canes usasen su gran olfato para, erróneamente, “localizar” y detonar su carga en tanques soviéticos en lugar de en los alemanes. Como los soviéticos entrenaron a los canes para localizar sus propios vehículos, la mayoría de los animales ignoraba a los de los alemanes. Un auténtico desastre.
La eficacia real de estos animales en combate sigue siendo debatida en la actualidad; fuentes soviéticas insistieron en que se consiguió deshabilitar a trescientos tanques alemanes, aunque historiadores occidentales consideran que estas cifras eran propaganda del Partido Comunista y que el número real de carros de combate dañados fue mucho menor: alrededor de treinta. Pese a esta ineficacia, el entrenamiento de perros para esta tarea continuó en este país hasta 1996, cuando ya era la Federación Rusa.
Otros bandos que entraron en conflicto en la Segunda Guerra Mundial como el Ejército Imperial Japonés y Estados Unidos se plantearon utilizar perros con propósitos similares, descartando la idea por completo cuando se demostró que no era seguro para los adiestradores.
Los resultados fueron similares a los que observaron los soviéticos: había una tendencia de los animales a desobedecer las órdenes o no interpretarlas correctamente, lo cual habría derivado en muertes por “fuego amigo” en situaciones de combate real. La creencia general es que, al margen de cuestiones morales, su uso es muy peligroso y contraproducente.
Perros bomba en la cultura popular: del cine y los videojuegos a la vigilancia y seguridad
‘Red Dog’ (Пёс рыжий) fue una película rusa de 2016 que se centra en el uso de perros bomba por parte del ejército soviético durante la Segunda Guerra Mundial. La trama sigue a un perro llamado Ryzhy (Pelirrojo) y su cuidador, quienes se ven atrapados en las brutales realidades del conflicto. A lo largo del largometraje, se exploran los sacrificios y los dilemas morales de esta táctica desesperada mientras Ryzhy es entrenado para llevar explosivos a los tanques enemigos. La película pone de relieve el vínculo entre el hombre y el animal, y las devastadoras consecuencias de la guerra para ambos.
Aunque no estaba ambientado en la Segunda Guerra Mundial, en videojuegos como Call of Duty: Modern Warfare 3 (2011), estos “perros bomba” hacen acto de presencia en el Modo Supervivencia como uno de los posibles tipos de enemigos que vienen a por nosotros. Básicamente, son pastores alemanes equipados con cargas de C4 que detonan en cuanto se aproximan a nosotros, convirtiéndolos en unos adversarios a los que temer.
En la actualidad, los perros siguen desempeñando un papel crucial en ejércitos y cuerpos de seguridad de todo el mundo, aunque su uso ha evolucionado significativamente desde el “caso de uso” extremo de los perros bomba de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy en día, los canes son entrenados para tareas como la detección de explosivos, drogas y armas, así como para labores de búsqueda y rescate. Su agudo sentido del olfato y su capacidad para adaptarse a diferentes entornos los convierten en valiosos aliados en misiones de patrulla, redadas antidroga y vigilancia fronteriza, contribuyendo a la protección y seguridad global.
El uso de perros antitanque plantea cuestiones morales y éticas sobre el trato a los animales en contextos bélicos. La crueldad inherente de esta práctica ha llevado a muchos a condenar el uso de estos seres vivos como armas, resaltando la falta de consideración por la vida de los animales y el sufrimiento infligido en nombre de la guerra. Además, a medida que las doctrinas de combate evolucionaron, la idea de utilizar perros para estos cometidos fue abandonada, quedando como un escalofriante eco de los extremos a los que pueden llegar los seres humanos con tal de aniquilar a sus oponentes.
En su lugar, la utilización de los canes evolucionó hacia labores de rescate, seguridad y vigilancia que a priori no suponen un peligro directo para la integridad del animal ni para sus adiestradores.