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Cine

El cuarto pasajero, crítica. Alex de la Iglesia vuelve a la carretera

El director vasco firma una buena comedia costumbrista impulsada por un gran elenco de actores que multiplica su valor.

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El cuarto pasajero, crítica. Alex de la Iglesia vuelve a la carretera

Tras el bajón que supuso Veneciafrenia, el nuevo proyecto de Alex de la Iglesia, ‘El cuarto pasajero’, llegaba rodeado de cierto recelo, pero tras 20 minutos de cinta todas las dudas se habían disipado. Todos los ingredientes que han hecho grande su cine estaban ahí: diálogos rápidos e incisivos, situaciones cotidianas que salen de madre y, esta vez sí, un grupo de actores de primera que potencia todas las cualidades anteriores.

El cuarto pasajero es una road movie clásica que por algunos momentos recuerda las comedias románticas de Willy Wilder y por otros a las desenfrenadas películas de Todd Phillips. Es la historia de un viaje compartido de Bilbao a Madrid en el que los cuatro representan estereotipos de la sociedad actual: un divorciado obsesionado por el orden y el trabajo, un pícaro, un guaperas y una joven cuya vida sentimental no termina de consolidarse.

El ritmo de la película es bueno en su primera parte, la que se desarrolla fundamentalmente dentro del coche y que sirve de presentación para cada personaje, pero decae algo a mitad de metraje con la inclusión a calzador de varias escenas en el hotel y termina, como es sello de la casa, con un final excesivo.

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Un gran reparto

Gran parte del éxito del guion de Alex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarria corresponde a la buena elección de los actores. Por encima de todos destaca un sensacional Ernesto Alterio en un papel de buscavidas que mezcla rasgos de Pocholo, Mario Conde y pícaro del Siglo de Oro. Un personaje que debería ser detestable, pero que Alterio consigue que el espectador empatice con él, a pesar de repetir actitudes moralmente despreciables.

Alberto San Juan es el reveso de la moneda: serio, ordenado y cumplidor de las reglas, pero que se ve arrastrado por el destino hacia un territorio en el que en un principio no se siente cómodo. Su actuación es notable, al igual que la de Blanca Suárez, en un papel en el que el propio Alex de la Iglesia ha confesado había escrito pensando en ella. La química entre ellos funciona y hacen que su relación, por cotidiana, sea creíble. No pasa lo mismo con Rubén Cortada, al que su aspecto físico le condena aquí a la etiqueta de hombre florero en una historia que no le deja un resquicio para su lucimiento artístico, que no físico.

Del resto del reparto destacan Carlos Areces, en un papel que no parece el mejor para mostrar su gran talento para la comedia, y los incondicionales de Alex de la Iglesia: Enrique Villén y Jaime Ordoñez.

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Un final delirante

Si en su mayor parte la película se mueve dentro de los parámetros de una realidad factible, con situaciones que explotan su vertiente cómica por ser reconocibles por el espectador (el jeta de la cola, el control de alcoholemia…) cuando llega el desenlace Alex de la Iglesia se desprende de toda contención para presentar una vez más un final exagerado y esperpéntico, que por momentos recuerda a las películas de los Hermanos Marx. Aún así la sensación final es optimista.

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Conclusión

Con ‘El cuarto pasajero’ Alex de la Iglesia vuelve a la senda de comedias costumbristas con situaciones y personajes reconocibles por el espectador y en las que el vasco se maneja a la perfección sacando un gran provecho a su negro sentido del humor. La gran actuación de Ernesto Alterio, a la que hay que sumar las de Blanca Suárez y Alberto San Juan, asegura ya de partida un notable alto. Buen tono general que devuelve a Alex de la Iglesia al lugar que nunca debería abandonar.