Star Wars: Obi-Wan Kenobi, crítica de la serie limitada. Un reencuentro imperfecto pero emocionante
La miniseria dirigida por Deborah Chow presenta una temporada con altibajos que al final resulta satisfactoria.
Ocurre que cuando algo te gusta mucho, o bien le ves fallos por todas partes o los olvidas, no parece haber término medio. Star Wars: Obi-Wan Kenobi era uno de los productos de la saga más esperados por los seguidores, de modo que las expectativas se habían elevado hacia la galaxia muy, muy lejana. No es para menos, el maestro Kenobi es un personaje clásico muy querido y relevante. Una vez emitidos los seis episodios, el regusto que paladeamos es bueno, pero es inevitable que alguno de los tragos haya sido un poco amargo.
Ewan McGregor retoma su papel como Obi-Wan Kenobi y lo hace con una actuación brillante, en la que deja traslucir los distintos matices del personaje. Hasta la mitad de la serie, Kenobi arrastra el peso de la culpa, pues está convencido de que contribuyó a la caída de Anakin Skywalker en el lado oscuro. Quebrado su vínculo con la Fuerza y aislado del mundo exterior, ha sido incapaz de contactar con Qui-Gon Jinn, su fallecido maestro, que pervive a través de la Fuerza. Tampoco sabe que Anakin sobrevivió al duelo en Mustafar: Darth Vader vive y lo está buscando sin descanso.
Obi-Wan Kenobi abandona Tatooine: el regreso de Vader
Deborah Chow, la directora de todos los episodios, necesitaba una justificación para que Obi-Wan abandonara su lugar de retiro en Tatooine. La idea de que tuviera que rescatar a la princesa Leia Organa, aún una niña de diez años, canaliza gran parte de la narrativa, algo que se intercala con la misión de la Tercera Hermana de dar con el paradero de Kenobi. De hecho, la idea de secuestrarla parte de la misma Reva, la Inquisidora Imperial interpretada por Moses Ingram. El personaje esconde sus verdaderas intenciones, pero bajo su historia subyace un terrible trauma que ha trastocado su propia existencia.
Sobre Reva se ha hablado largo y tendido. Es un personaje que no ha gustado a todo el mundo. Aunque es verdad que la interpretación de Ingram a veces se percibe forzada, creemos que la Tercera Hermana tiene matices interesantes que tal vez se sigan desarrollando en algún otro producto de Star Wars. El papel de Leia Organa (Vivien Lyra Blair) ha dividido igualmente a los seguidores, pero bajo nuestro punto de vista conecta a la perfección con la versión adulta de Carrie Fisher.
La tragedia de Darth Vader se explora poco a poco con un Hayden Christensen que retoma su papel como el Lord Sith. Se deja entrever la dualidad entre Anakin y Vader, el lado luminoso y el oscuro, pese a que la balanza esté casi del todo inclinada hacia la parte tenebrosa. Esto se plasma en ciertas secuencias a través de la iluminación de los sables láser, un juego de colores que simbola el estado de los protagonistas.
Todas las secuencias que implican a Vader están cuidadosamente diseñadas. Es un icono tan potente que abusar de su presencia puede llegar a dañar la imagen que los espectadores tienen del villano. Pero Christensen y el resto de actores que se introducen bajo la armadura han logrado mimetizar sus movimiento, su forma de actuar.
Es un Vader diferente al que vemos en las precuelas y en la trilogía clásica porque todavía no se ha desarrollado del todo. La ira lo sigue consumiendo y actúa movido por sus emociones, hasta el punto de que una vez descubre el paradero de su maestro ya no le interesa nada más que darle caza. Star Wars: Obi-Wan Kenobi es una pieza indispensable dentro de Star Wars, puesto que funciona como puente entre La Venganza de los Sith y Una Nueva Esperanza.
Las quejas sobre las posibles implicaciones en el canon oficial han sido permanentes. Y sin embargo, en nuestra opinión ha salido reforzado porque no solo se ha tratado con respecto a los demás productos, sino que ha dado explicación a ciertas situaciones inconexas que había en la trilogía original. Sí, el que sobreanalice los guiones terminará viéndole el cartón. Con todo, ningún producto de Star Wars queda exento de este problema. Hay elementos que siempre se deben coger con pinzas.
Floja en el plano más técnico
La mayor decepción con Star Wars: Obi-Wan Kenobi viene desde la parte técnica. Sorprende que una serie limitada de tanta relevancia no haya cuidado más ciertos aspectos. El cartón piedra en varias secuencias salta a la vista y las persecuciones se han convertido en meme. El resultado en ese sentido es muy irregular, con escenas muy bien ejecutadas que se intercaladan con secuencias que quedan lejos de lo que debería ser el estándar en Star Wars. Por otro lado, el cuarto episodio resulta entretenido y narra la típica historia de infiltración que ya se ha contado mil veces en la saga. Por eso consideramos que este metraje se debía haber aprovechado mejor.
La conexión emocional con los personajes y con lo que se cuenta en pantalla depende en gran medida de la banda sonora original. John Williams, el legendario compositor, ha escrito un precioso tema para Obi-Wan Kenobi. El resto de las composiciones corre a cargo de Natalie Holt, que ha creado ciertas piezas musicales interesantes, como el tema de los Inquisidores o el de Vader. La escena en la que el Sith camina por el pueblo es un buen ejemplo de cómo utilizar el sonido y los movimientos para generar terror, sin necesidad de valerse de piezas musicales redundantes. De todos modos, a la serie le falta potencia musical, no tanto porque no se usen los temas clásicos (que a veces sí se echan en falta), sino porque a la banda sonora le falta fuerza e identidad.
Star Wars: Obi-Wan Kenobi es imperfecta e irregular. Y aun así, es todo un regalo para los seguidores de la saga. La emoción embarga cuando en el duelo final el maestro habla con Anakin y se percata de lo que verdaderamente hay bajo el casco de Darth.