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Opinión

El síndrome Netflix, Xbox Game Pass y PS Plus

El modelo de servicios es válido para cierto perfil de usuarios, pero depende de los hábitos de consumo de cada persona.

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El síndrome Netflix, Xbox Game Pass y PS Plus

Enciendo la televisión y abro la aplicación de Netflix. Una vez más, busco algo nuevo para pasar el rato. Transcurre el tiempo y sigo haciendo scroll, hasta que encuentro algo que me llama la atención. Leo la sinopsis y pienso: “Descartada, no me apetece. Pero esta de aquí tiene buena pinta, venga, voy a darle una oportunidad”. El logo de la plataforma se dibuja en la pantalla y la luz de las primeras secuencias ilumina la negrura de la habitación. Solo han pasado unos minutos, pero ya he decidido que no voy a continuar con esta serie. Scroll, inicio HBO Max; scroll, Disney+; scroll, Amazon Prime Video, scroll, scroll, scroll...

Yo lo llamo el síndrome Netflix. La oferta es tan amplia que a uno le cuesta elegir. En ocasiones, estoy más tiempo inmerso en el proceso de selección que consumiendo contenido, aunque tal vez esté exagerando un poco, ya que siendo sincero, esto me ocurre mucho más con las plataformas de videojuegos que con los servicios dedicados a películas y series de televisión.

Tratamos el tema en uno de los MeriPodcast de actualidad más recientes y poco después un oyente publicó un comentario bastante crítico con la reflexión que hice al respecto: “No quieres suscripciones porque no juegas, así que no juegas porque no juegas, pues dedícate a otra cosa, ¿no?”, escribió en iVoox.

Xbox Game Pass y PS Now (que próximamente se unificará bajo el paraguas de PS Plus) dan acceso a un amplio catálogo de títulos, que se pueden descargar o jugar en la nube. Comprendo que este modelo sea atractivo para un perfil de público concreto, pero para mí es prácticamente tirar el dinero a la basura, y me explico:

Pienso en videojuegos durante más de ocho horas al día, y no solo porque sea mi trabajo, sino porque también forma parte de mi ocio. En la estantería tengo decenas de títulos acumulados que he ido comprando a lo largo de los años y que todavía esperan su oportunidad. Después de trabajar, las horas que me quedan las invierto en jugar a lo que se me antoja, pero también a pasear, a disfrutar de una serie, del cine, de un buen libro o de un vino en compañía. Creo que la idea es sencilla de entender: me encantan los videojuegos, pero no es lo único que me gusta.

Dejé de ser suscriptor de Xbox Game Pass por una cuestión de hábitos de consumo. Si el tiempo de las personas es finito, es lógico aprovecharlo en lo que a cada uno le dé la gana. Yo descubrí que no encajaba con mi día a día porque dedicaba más tiempo a buscar y a picotear que a disfrutar. En otras palabras, jugaba a todo pero no jugaba nada. Me di cuenta de que lo que a mí me funciona es coger uno de mis juegos, iniciarlo en la consola y dedicarle las horas que necesite, sin pensar en nada más.

Teniendo en cuenta que utilizo todas las consolas y el PC, que escribo reviews con relativa frecuencia y que acumulo videojuegos a puñados, pagar mensualmente por una plataforma solo me provoca estrés. Se trata del síndrome Netflix como patología perpetua, una sensación de abundancia insaciable que soy incapaz de digerir. Es como un océano inmenso lleno de peces: lanzo la caña, pica el anzuelo y giro la manivela del carrete para recoger el sedal. El animal boquea en busca de aire, pero antes de cocinarlo lo devuelvo al mar, porque si no me lo voy a comer, ¿para qué pescarlo? Y si no voy a jugar, ¿para qué pagar por un servicio?