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CINE

La Matanza de Texas, crítica. Sangre y gore, pero poco más

La nueva película de la saga es un producto mediocre que solo cumple en momentos puntuales, cuando el asesino está en su salsa.

Si las malogradas series de Scream y de Sé lo que hiciste el último verano trataron de acercar su historia a las audiencias más jóvenes, algo parecido ocurre con La Matanza de Texas. Los olvidables protagonistas son un grupo de influencers que acude a Harlow, un pueblo casi fantasma y alejado de la civilización. ¿El objetivo? Revitalizarlo y retransmitir el proceso en Instagram. Lo que no saben es que en ese lugar se esconde un terrible secreto, un asesino que ha permanecido en las sombras durante décadas. Esa es la sinopsis de la nueva película producida por Netflix, un producto con buenas ideas, pero con una paupérrima ejecución.

La premisa de que los protagonistas sean estrellas de las redes sociales funciona como recurso de modernización, pero no tarda en difuminarse cuando lo único que refleja es la obvia superficialidad de las apariencias. Nada más poner los pies en esta localidad de Texas, los influencers abren las puertas del viejo orfanato y se encuentran cara a cara con una anciana. Defienden que es su propiedad y la mujer sufre un colapso y muere de un infarto. Su "niño", el único que queda en el orfanato, es Leatherface. Y ahora vuelve a tener instintos asesinos.

Sally Hardesty en La Matanza de Texas (2022).
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Sally Hardesty en La Matanza de Texas (2022).

Un slasher anodino que solo se salva por el baño de sangre

El filme dirigido por David Blue Garcia está basado en una historia concebida por Fede Álvarez y Rodo Sayagues. Se trata de una secuela alternativa de la película clásica de 1974, por lo que se abre una nueva línea cronológica. Elsie Fisher, Sarah Yarkin, Nell Hudson y Jacob Latimore encarnan a personajes cliché sin ningún interés. Tampoco el gran regreso de Sally Hardesty —ahora interpretada por Olwen Fouéré— encaja demasiado bien en el argumento del largometraje, tan plano y blando como insípido. Parece que está ahí simplemente porque tiene que estar.

Pese a que la historia y los personajes no funcionan, La Matanza de Texas sí es más atractiva en su vertiente slasher. No es que sea demasiado original, ni siquiera en cómo aborda los asesinatos, pero los que busquen sangre, vísceras e imágenes impactantes pueden disfrutar de secuencias sueltas divertidas y variadas. Leatherface utiliza todas las herramientas, hasta su mítica motosierra, para atormentar a estas estrellas mediáticas. En este sentido destaca particularmente la escena del autobús, en cuyo interior los jóvenes suben el volumen de la música. Entonces empieza la fiesta del alcohol, del baño carmesí y del gore. Lo mejor de la película.

Todo lo demás importa entre poco y nada, porque ni el destino de los personajes ni los conflictos que plantea tienen el más mínimo interés. 84 minutos que se hacen largos, el mejor resumen de una secuela absolutamente innecesaria tal y como se ha hecho.