No mires arriba, crítica. Una terrorífica y contundente sátira de nuestra realidad
La película protagonizada por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence muestra la reacción de la humanidad al enterarse de que un cometa va a destruir la Tierra.
Trazar paralelismos entre la realidad del mundo y la que retrata No mires arriba es inevitable. La nueva película original de Netflix no se ha concebido como una metáfora de la crisis que atraviesa la humanidad con la epidemia de COVID-19, pero las reacciones que se muestran en el filme resultan tan familiares que provocan cierto desasosiego en el espectador, cuando no sensaciones de terror. El director Adam McKay caricaturiza la respuesta del ser humano ante una situación de vida o muerte, aunque lo verdaderamente desconcertante es que esta visión humorística se acerca de forma certera a lo que estamos viviendo desde hace casi dos años.
Todo comienza cuando la estudiante de doctorado Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) observa la estrellas y descubre una anomalía. Entusiasmada, la chica se lo comunica a su profesor, el doctor Randall Mindy, interpretado por Leonardo DiCaprio. Junto a su equipo de la Universidad de Míchigan, realiza todos los cálculos para descubrir una terrible verdad: el cometa que se acerca a la Tierra, de varios kilómetros de diámetro, impactará contra el planeta y generará tsunamis y terremotos que arrasarán con la vida y con nuestra especie. Y solo quedan seis meses para que ocurra.
Traspasar la red de intereses y de egoísmo
Con todos esos datos bajo el brazo, el dúo alerta a los organismos pertinentes y se encuentra con un muro de burocracia y de intereses. Meryl Streep se pone en la piel de la presidenta de los Estados Unidos, un personaje cínico que no ve más allá de las encuestas electorales y de sus propio ombligo, al igual que su hijo Jason (Jonah Hill). Por eso, cuando finalmente echan un vistazo al informe, se niegan a mover ficha hasta que los comicios electorales concluyan.
La sociedad de las imágenes y de lo instantáneo está consumida por las redes sociales y por los programas basura. En ese contexto, los medios de comunicación parecen limitarse a bombardear a los espectadores, oyentes y lectores con mensajes carentes de contenido, que endulzan la realidad o la ignoran al completo. Más que buenas historias, importa el click y el algoritmo, una crítica ácida al periodismo que continúa dibujando la caricatura de la época actual.
Cuando Dibiasky y el doctor Randall acuden a The Daily Rip, uno de los programas más populares del momento, se ven frustrados porque los dos presentadores, interpretados brillantemente por Tyler Perry y Cate Blanchett, están más interesados en la ruptura de la estrella de pop Riley Bina (Ariana Grande) que en el fin del mundo.
No miras arriba, una película para la reflexión
El eje temático principal de No mires arriba orbita en torno a la dificultad de comunicar un hecho tan importante como la desaparición de la vida tal y como la conocemos. McKay se vale de la comedia para desarrollar toda esta historia, y lo hace a través de chistes que en ocasiones se perciben planos y fuera de lugar, aunque la película logra transmitir al espectador una descarnada sátira de la sociedad contemporánea, capaz de hacerte reflexionar y de estremecer la conciencia.
En este periplo, Dibiasky y Randall recorren caminos distintos: la primera, vilipendiada y convertida en meme, ha sido tildada de loca y de extravagante, mientras que el doctor se ha aprovechado de su presencia física y de su encanto para tratar de convencer al mundo de sus hallazgos. No puede evitar, sin embargo, caer en los juegos políticos de la presidenta Orlean y de la realidad mediática, que lo arrastra hasta un pozo sin escalera de mano.
“¡No mires arriba!”, gritan los negacionistas, un grupo que recuerda vívidamente al trumpismo. Como en el mundo real, los contenidos descontrolados construyen una red de noticias falsas que se filtra por las redes sociales y que cala en la sociedad como un virus. Surgen mensajes que cuestionan la veracidad de los hallazgos científicos y teorías de la conspiración que abrazan unos y otros. ¿Os suena a algo?
La sátira aplasta la conciencia por momentos y tiene destellos de brillantez, pero se vulgariza con algunos chistes que desentonan y que se sienten algo pasados. Con todo, pese a que el filme es demasiado largo y el ritmo un tanto irregular, el mensaje, el increíble reparto y el poso que deja en el espectador hacen de esta película un producto más que recomendable.