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CINE

Dune, crítica. Una epopeya colosal

Denis Villeneuve firma una película redonda con un gran elenco de actores y que tiene visos de convertirse en uno de los grandes referentes del género.

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Dune, crítica. Una epopeya colosal

Dune pertenece a esa categoría de libros cuya adaptación al cine ha estado maldita. Ridley Scott renunció al proyecto por la complejidad del guion, David Lynch realizó una primera aproximación en 1984 que fue vapuleada por crítica y público y de la que el mismo cineasta renunció por su terrible montaje. Y ya en el 2000 se intentó otro acercamiento a través de una miniserie de tres capítulos cuyo reparto encabezaba William Hurt.

Ninguno de ambos proyectos se acercaba ni de lejos a la complejidad y majestuosidad que planteaba Frank Herbert en su saga, una epopeya especial en la que el planeta Arrakis, conocido también como Dune, se convertía en el centro de un conflicto universal por el control de la especia-droga (melange) que permitía tanto adquirir poderes cognitvos, alargar la vida o realizar viajes especiales plegando el espacio.

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Maestro en la creación de mundos

Villenueve, uno de los mayores talentos del cine actual en la elaboración de atmósferas (Blade Runner 2049, Sicario, La Llegada), ha sido el primero en conseguir transmitir al público parte de las sensaciones que recoge la obra.

Su primer gran acierto ha sido poner en orden un relato complejo que admite muchas interpretaciones y lo ha hecho colocando las piezas una detrás de otra, simplificando un tanto la profundidad de sus personajes y ofreciendo una historia de ambición, política y traición comprensible para el espectador. Es una especie de Juego de Tronos espacial, no en vano George R.R Martin se inspiró en este relato para crear su universo. Con él comparte muchas características: distintas casas nobles que luchan por el poder, la esperanza de un Mesías, las traiciones y un mal intangible que amenaza a todos.

Dune es una película poliédrica donde cada espectador pondrá el foco en aquello que le resulte más familiar desde el prisma de la actualidad. Unos verán ciertos paralelismos con la situación política actual donde dos superpotencias fracasan en su intento de dominar una tierra hostil con un recurso enormemente valioso y habitada por un pueblo, los fremen, con muchas similitudes culturales con el musulmán. Otros la interpretarán como un canto a la ecología frente a la explotación indiscriminada de la naturaleza. Para unos pocos es la lucha por el poder sin ninguna ética y donde facciones económicas y religiosas pugnan por imponer su influencia sin importar los valores personales que haya que pisotear. Pero por encima de todas esas visiones hay un relato épico en un planeta, Arrakis, que fascina por su belleza desolada y serena. El desierto de Villenueve combina el componente aventurero de David Lean en Lawrence de Arabia con la luz y la hostilidad de David O. Russell en Tres Reyes.

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Espectáculo en lo visual

La cinta tiene un buen ritmo, el primer tercio se dedica a la presentación de los personajes y a contextualizar la situación, algo que para lo que un día David Lynch utilizó una voz en off (además de folletos explicativos que se entregaban a la entrada del cine) y que aquí fluye de manera natural. Villeneuve vuelve a mostrar virtuosismo a la hora de crear ambientes y con un uso excelente de luz y fotografía. A pesar de ser un film de Ciencia Ficción no hay un abuso de los efectos especiales y la creación de máquinas y ciudades está hecha con mucho gusto. Es un espectáculo ver las libélulas mecánicas con las que se desplazan por los desiertos de Arrakis. Es la primera película postpandemia que es imprescindible ver en pantalla grande para apreciar todo lo que ofrece.

Hans Zimmer vuelve a regalar una BSO rotunda, que combina elementos que le son conocidos de otras películas como Interstellar o Black Hawk Down, y que se adapta perfectamente al ritmo narrativo de la historia. A pesar de que no hay tanta acción como es habitual en el cine de Ciencia Ficción de los últimos tiempos, uno tiene la sensación de que la cinta no da tregua y que a cada momento se ve sacudido por Villenueve.

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Gran reparto

En cuanto al reparto dos figuras eclipsan al resto, por un lado está Timothée Chalamet (Paul Atreides) que se confirma con el talento joven más prometedor del momento y por otro, Rebeca Ferguson (Jessica Atreides). El primero es capaz de crear un Paul Atreides creíble, ajustado a la novela y comedido en su actuación. En cuanto a Rebeca Ferguson dota a su personaje, la concubina del duque Atreides, de una fuerza que la que carecen el resto de secundarios: Oscar Isaac (Leto Atreides), Josh Brolin (Halleck), Bardem (Stilgar), Jason Mamoa (Duncan Idaho), Dave Bautista (Glossu Rabban), Zendaya (Chani) y Stellan Skasgard (Barón Harkkonen). Entre ellos sobresalen Jason Mamoa con sus bromas, Bardem con su inglés con marcado acento español y Oscar Isacc en un papel excesivamante maniqueo. Mientras que la presencia de Dave Bautista o Zendaya es meramente testimonial en espera de una segunda parte que les permita coger foco.

Dune se convierte, ante la incomparecencia de la segunda parte de Avatar, en el gran referente del género para los próximos años. De su capacidad de entretenimiento basta decir que tras 2 horas y 35 minutos de metraje, uno se queda con ganas de más e ilusionado con una continuación que, hoy por hoy, aún no tiene fecha confirmada. La espera se hará larga.