Forza Horizon 2 sigue siendo tan bueno como siempre

Hace un par de semanas me entraron ganas de volver a Forza Horizon 2. Es uno de esos juegos que me gusta disfrutar en verano y que dan respuesta a eso de “¿te gusta conducir?”. Llevaba tiempo sin hacerlo… y la verdad es que se mantiene como el primer día; con su particular lluvia y la sensación inigualable de ver el sol iluminando las calles empapadas de Francia e Italia. Con Forza Horizon 5 a la vuelta de la esquina, sumado a la promesa de ser más y mejor en absolutamente todo, es hasta tierno percibir ahora pequeño un escenario que en su momento calificamos de gigante. Un videojuego que hizo suyo el concepto de mundo abierto en el género de la conducción de forma todavía superior a lo visto en Burnout Paradise años antes.

En realidad, me da igual el tamaño del escenario, lo importante es cómo se percibe el crecimiento de Playground Games tanto como estudio como por su labor a la hora de diseñar cada entrega. Es innegable que la serie ha ido de menos a más, que cada episodio tiene argumentos para saberse más completo, complejo y pulido que el anterior; máxime ahora, que entramos en un nuevo ciclo tecnológico.

Pero me he dado cuenta que fue Forza Horizon 2 es el que comenzó todo. El que inicio la saga tal y como la entendemos ahora. Porque el primer Forza Horizon —que podemos jugar en Xbox One o Xbox Series vía retrocompatibilidad— fue mucho más experimental y atado a la estructura clásica arcade. En este viaje transalpino, donde recorremos las carreteras de Francia e Italia con sus puertos, montañas rocosas, costas de ensueño y ciudades costeras de cuento, el estudio británico se desmelenó y selló un estilo que es ahora sinónimo de éxito. Se siente vivo.

Xbox trató a la entonces subserie de la saga principal como un auténtico portento (incluso llegó doblado al castellano). El resultado no fue otro que sobresaliente. Forza Horizon 2 es la entrega que más sigo disfrutando al volante por motivos estrictamente subjetivos; y esto es positivo para la serie porque cada entrega tiene su propia identificación geográfica, su propio ecosistema. Una idiosincrasia que se ve, se escucha y se traslada al volante. Hay tramos estrechos donde da vértigo mirar al horizonte, donde sientes que el calor debe ser abrasador y donde la montaña parece tocar el cielo. Es declaradamente vertical, con horquillas aquí y allí, sin tanto espacio para coger altas velocidades. Entre medias, un coche abandonado, un viaje en carretera y una noche estrellada en pleno Mediterráneo. Sin duda, este segundo episodio es el más equilibrado entre onroad y offroad.

Ampliar

Forza Horizon 3 y 4 apostaron por crecer en dimensiones, en locura y en posibilidades. Son vastos y poderosos. Me alegra lo compatibles que son estas entregas con las dos originales, más acotadas al asfalto y empeñadas en que actives el modo foto en cada momento en la carretera. A Forza Horizon 5 le pido que no sea solo inmenso, sino que siga arriesgando e incorpore en México todo tipo de situaciones singulares, que rompa la baraja y que, con el paso de los años, recordemos su escenario por ser uno totalmente distinto al resto. Esos valores de diseño hacen que cada episodio sea único en sí mismo, que cada horizonte sea reconocible de un solo vistazo.

Que no termine este festival.