Móviles Gaming: ¿nueva plataforma de juego u otro sacacuartos?
¿Merecen la pena?
La primera vez que oímos el término “teléfono gaming” levantamos una ceja con gesto escéptico. Era algo esperado, teniendo en cuenta que fabricantes como Asus tienen una división de telefonía o que otro como Razer ha comprado el proyecto Nextbit y su teléfono kickstarter Robin. También cabía esperar que se creara ese nicho de mercado dada la gran cantidad de dinero que movemos los jugadores, tanto en hardware, como en software, del que los fabricantes de móviles aspiraban a su parte (al igual que los fabricantes de televisores, altavoces, gafas, ropa y hasta sillas).
Sin embargo, por muy esperado que fuera, a poco que se conozca ambos mundillos, el de los videojuegos y el de los terminales telefónicos, había que ser escépticos ante el anuncio de un teléfono móvil como una nueva plataforma de juego.
Efectivamente los móviles se han convertido en herramientas multiuso de las que ya cuesta sorprenderse ante cada nueva aplicación. Una de las más exitosas siempre ha sido la de los videojuegos. Desde aquel “Tetris” monócromo que se incluyó como extra entre las opciones de algún móvil allá en 1994, pasando por el sempiterno “Snake” de los terminales Nokia, los juegos siempre han estado vinculados a los teléfonos, mucho más desde que su condición de teléfonos inteligentes nos permitió jugar en red.
Esta relación entre móviles y juegos ha tenido siempre un sentido de circulación único: se han hecho juegos para móviles, no móviles para juegos. Sí que existió una notable excepción que llegó de la mano del entonces más importante fabricante de terminales móviles, Nokia, que tiene el honor de haber sido la primera que realmente creó un dispositivo híbrido que combinaba teléfono y consola portátil: los Nokia N-Gage. Un proyecto con muchos millones de dólares y estudios de mercado detrás que fracasó, vamos a decirlo así, porque el mercado aún no estaba maduro.
Hoy contemplamos un panorama totalmente opuesto: queremos teléfonos gaming. Asus presentó hace unas semanas su nuevo ROG Phone II y unos días después, aun sin haber lanzado el teléfono, la compañía informó de que contaba con tres millones de teléfonos reservados… solo en China.
Así que volvemos al quid de la cuestión: Telefonos Gaming. ¿Estamos ante una nueva plataforma de juego en sí, o sólo sufrimos el enésimo intento de sacarnos los cuartos?
Es una pregunta que últimamente se repite mucho y la contestación que damos no puede ser otra que un insatisfactorio “depende”. Para compensar esa falta de certezas hemos decidido redactar este artículo basado íntegramente en la experiencia personal de este redactor con sus teléfonos a lo largo de los últimos meses, con la esperanza de que cada uno de vosotros pueda verse reflejado en ellas y decidir si realmente es un usuario para teléfono gaming o puede seguir viviendo sin él.
Vivir con tres móviles
Esta experiencia se basa en mi convivencia diaria con tres terminales. El primero, el que uso como móvil principal, es un Honor View 20, el teléfono gaming lanzado este año por los emancipados de Huawei. El segundo es un Samsung S10e, teléfono de empresa que uso para fines más “serios”. Y el último es otro Honor, un económico Honor 8X que usa principalmente mi hija.
El escenario se me antojaba ideal para una comparativa y los objetivos eran claros. Primero aclarar la cuestión de si entre un teléfono expresamente vendido como Gaming, como el Honor View 20, y otro con hardware prácticamente idéntico, el Samsung S10e, había una diferencia real. Dicho de otro modo, si un teléfono con un buen procesador, frecuencias y memoria se quedaba atrás en los juegos respecto a un teléfono de características similares que nos han vendido sobre la base de que es mejor para jugar. La inclusión del tercer teléfono, el más que digno Honor 8X, pretende confirmar si es necesario tanto hardware, o lo que es lo mismo, gastar 600€, para disfrutar de los juegos de hoy.
¿Por qué los elegidos?
La elección del Honor View 20 fue muy meditada. Dado mi trabajo y afición, quería un móvil gaming. Sin embargo me negaba a prescindir de otras funciones que considero determinante en un teléfono, como son la mejor cámara de fotos, la autonomía, la calidad de la pantalla y la estética. Se trata de gustos personales, pero no me atraen los móviles gaming que parecen móviles gaming. Quiero un teléfono bonito, pero que no desentone en ningún ambiente. No quiero leds, ventiladores externos y carcasas que sugieren que en cualquier momento se pueden transformar en un Decepticon. El Honor lo elegí por contar con el mejor hardware del momento, su precio muy contenido y su estética, con una carcasa metálica preciosa y una cámara frontal perforada en la pantalla que ahora parece más común, pero que en el momento de la compra me encantó, haciéndome olvidar al momento el desagradable “flequillo” o notch de la generación anterior.
El Samsung S10e lo elegí entre los móviles disponibles para el trabajo porque siempre me ha gustado Samsung y cumplía con todo lo que podría pedir. Una estética preciosa, también con la cámara frontal perforada en pantalla, Jack de 3,5 para auriculares, ranura para memoria SD, una cámara excelente y una pantalla AMOLED HDR10 que me tiene enamorado.
En cuanto al Honor 8X, sinceramente, busqué el teléfono que mejores prestaciones tenía, lo más nuevo posible y con una estética joven… por debajo de los 200€ que tenía como techo de gasto.
Si comparamos los dos móviles “grandes”, su hardware es prácticamente idéntico, lo que resulta ideal para centrarnos en las supuestas ventajas de los extras “gaming”. Los dos cuentan con procesadores de última generación, ambos construidos sobre tecnología de 7nm. El Honor monta un nuevo Kirin 980, 6G de RAM y una GPU Mali G-76 MP10, mientras que el Samsung monta un Snapdragon 855, 6 GB de RAM y una GPU Mali G-76MP12. Pasado a limpio, ambos teléfonos tienen el tope de hardware para esta generación de 2019.
En cuanto al pequeño de la comparativa, el Honor 8x, cuenta con un Kirin 710 de 12 nm, 6GB de RAM y una GPU Mali-G51 MP4. Puesto en perspectiva, no deja de ser un hardware muy potente para un teléfono de este rango de precio y, si comprásemos solo guiados por el sentido común, es una configuración que en precio/calidad le da una auténtica paliza a los otros dos.
Primera comparativa.
Hoy día disponemos de bechmark sintéticos para teléfonos. Son fáciles de usar y, si bien no son un medio irrefutable para valorar un móvil ya que se centran en unos rendimientos que puede que no sean determinantes para nosotros, sí que sirven para poner en perspectiva nuestros tres teléfonos.
El primer test es BASEMARK II 2.0, un test que pone a prueba los distintos procesadores y memoria del teléfono ofreciendo un resultado final que en el caso del View 20 es de 4379 puntos. El S10 casi lo iguala alcanzando los 4326 puntos, mientras que en el pequeño 8X, un teléfono que cuesta la tercera parte que los otros dos, el resultado es de 2491 puntos.
Siguiendo con BASEMARK, la versión BASEMARK X se centra en el rendimiento sobre videojuegos pasando test gráficos con entornos 3D programados sobre el motor gráfico Unity, lo que para nosotros es ideal. Los resultados son 43648 para el View 20, 44057 para el S10e y 20428 para el 8x.
El rendimiento entre los dos grandes es idéntico y solo el uso de una GPU ligeramente mejor, concede algo de ventaja al S10 en Unity. El 8X rinde por debajo de la mitad en todos los test, pero alcanza unos resultados más que dignos.
La gran cuestión
Vistos los rendimientos, como jugador, ¿por qué habría de optar por un teléfono gaming cuando existen otros teléfonos que no lo son y ofrecen las mismas prestaciones, o incluso teléfonos mucho más baratos cuyo rendimiento es más que suficiente para jugar?
Con esa inquietud nos presentamos en la sede de Honor y les preguntamos básicamente por qué su teléfono sí era un teléfono gaming y el Samsung, de idénticas características, no. El responsable de responder fue Javier Palacios, Director de Honor en España. Esta es la entrevista:
En los últimos meses hemos observado cómo se lanzaban al mercado teléfonos calificados como “gaming”. Terminales como el Huawei Mate X, el Razer Phone 2, Asus ROG Phone II o el Honor View20 se están vendiendo como auténticas plataformas de juego, más allá de las prestaciones que, como móviles de gama alta que son, ya se les suponen.
- ¿Qué diferencia a estos aparatos de un móvil que cuenta con el mismo procesador, RAM, pantalla… y que no se dirige expresamente a los jugadores? ¿Asistimos a otra maniobra comercial con los jugadores como objetivo, o definitivamente hemos atraído la atención de los fabricantes y están diseñando pensando en nosotros?
- Entiendo que en algunos casos se pueda leer precisamente como algo así, una maniobra comercial; pero esto no sucede con los móviles HONOR.
Nosotros fuimos la primera marca en inaugurar la categoría de producto móvil “gaming” con el Honor Play, un terminal que incluía un software que mejoraba notablemente el rendimiento del juego móvil: GPU Turbo.
Hace poco, en el MWC, fuimos un paso más allá y presentamos Gaming + para HONOR View20, una nueva tecnología que aumenta el rendimiento gráfico, ofreciendo velocidades todavía más rápidas, mejor calidad de imagen, mayor definición, y todo apoyado en un hardware mucho más potente.
Concretamente, lo que hace Gaming + es aumentar el rendimiento de la GPU en un 20,34%, lo que a su vez hace que la transferencia de datos entre la CPU, la GPU y la memoria sea más rápida. Además, la nueva tecnología IA mejora la precisión de la predicción de la carga de cada fotograma en más de un 30% en comparación con los métodos tradicionales. Todo esto al final contribuye a generar una calidad en la imagen de los videojuegos de alta definición.
- Sí, pero me está hablando de Software. Cuando el hardware es tan similar ¿no sería posible utilizar ese software optimizado para el gaming en cualquier otro teléfono?
- No siempre es así. Como sabes, necesitas tener un hardware potente que dé soporte a ese “suplemento” que supone un software como el GPU Turbo 3.0 para mover, por ejemplo, un Fornite a 60fps o un NBA 2K18, cuya versión móvil no difiere en exceso de la de sobremesa.
- ¿Cuáles son, por tanto, las características que un móvil ha de tener para ser clasificado como “móvil gamer”?
- Aunque HONOR fue la primera marca en trabajar este concepto de “móvil gamer”, no nos arrogamos la autoridad de decir qué es y qué no es un móvil gaming… Lo que sí te puedo decir es que los móviles que diseñamos específicamente para el juego móvil tienen un potente procesador, apoyado en el software específico del que ya hemos hablado para aumentar el rendimiento y reducir el gasto de batería, un precio muy ajustado e, incluso, en algunas ocasiones, una estética muy concreta, como los PCs de gaming.
- En cuanto al software, por el momento es un porcentaje mínimo el de los juegos que aprovechan todas las prestaciones de estos móviles. ¿merece entonces la pena el sobrecoste que suponen?
- Cada vez son más. Hace escasos meses anunciamos que ampliábamos hasta a 25 el número de juegos compatibles con GPU Turbo 3.0, entre los que se cuentan Fortnite, FiFA, PES 2019, PUBG o Minecraft.
La industria del videojuego móvil avanza a pasos agigantados… Las propias dinámicas de la industria harán que mañana sean otros 25 y pasado todos.
- Las limitaciones de un móvil como plataforma de juegos son obvias y desde el fracaso de Nokia nGage, hace ya 16 años, hemos comprobado cómo lo que realmente ha triunfado son los juegos más simples y accesibles, de consumo rápido y con una gran volatilidad. ¿cree que el disponer de plataformas más potentes empujará a los programadores a arriesgarse con desarrollos más ambiciosos?
- De hecho, ya está pasando. La experiencia de jugar a Tomb Raider en una nGage (me acuerdo que fue uno de los primeros que salió) nada tiene que ver con la de jugar al Fornite con un jostick bluetooth y una pantalla táctil, por ejemplo. El control antes era más complicado, los ports no estaban bien implementados; todo aquello fue algo así como un experimento con buenas intenciones pero que no terminó de funcionar como se esperaba...
La propuesta gaming de HONOR, insisto, pionera en esto, hoy en día está más cerca de las consolas de sobremesa que de un móvil de hace cinco años. De hecho, es que puedes conectar tu dispositivo HONOR al televisor mientras juegas a PUGB, sin perder ni un ápice de información.
Y es verdad que los Angry Birds y los Candy Crash tienen un peso importante todavía en las tiendas online de los smartphones, pero desde no hace mucho empiezan a convivir con triples A que nada tienen que ver con sus versiones de consola.
Por eso, es perfectamente normal que desarrolladoras de la talla de Square Enix o Rockstar, o la propia Nintendo, empiecen a hacer una apuesta fuerte por el desarrollo de juegos móviles.
De vuelta en la redacción nos costó poco confirmar esta apuesta. El gasto en juegos para el móvil ya no está tan lejos del destinado a los juegos “normales”. De hecho las estimaciones para este 2019 hablan de que solo en España nos gastaremos alrededor de 409 millones de euros en juegos para móvil. Otras cifras que abruman son, por ejemplo, los ingresos de la versión móvil de Fortnite, que alcanzó los 2.104 millones de Euros en 2018. Y hablamos de un juego gratuito que no corre decentemente en la gran mayoría de los móviles que tenemos en este país. También sorprende que un juego como Candy Crush, que fue lanzado en 2012, esté facturando aún mil millones de euros anuales, ¡un juego gratuito de más de 7 años! Pero hay una cifra que de por sí acabaría con cualquier duda sobre el potencial del gaming en los móviles. Solo en juegos gratuitos en 2018 nos gastamos 77.000 millones de euros.
A ver quién, tras ver estas cifras, se atreve a discutir que los teléfonos gaming no han llegado para quedarse.
Pero, si bien está claro que los juegos para móvil tienen éxito, que generan miles de millones en beneficios y que los fabricantes de móviles van a subirse a ese carro, nos falta confirmar si sus productos, estos denominados teléfonos gaming, son realmente lo que prometen o son otro sacacuartos.
Tras ver los resultados en test sintéticos y las frías tablas de especificaciones, encontramos que no hay apenas diferencia entre un gaming y un gama alta normal. En nuestra entrevista con Honor confirmamos que gran parte de la optimización de un teléfono hacia los juegos puede venir del software, que se encarga de enfocar todo el potencial del hardware en los parámetros más determinantes para los juegos. Según este panorama, bastaría que todos los fabricantes usasen este tipo de software, un “modo juego”, y automáticamente todos los teléfonos serían gaming.
El “extra” gaming
Por otra parte, entre los nuevos teléfonos gaming tenemos productos con prestaciones o electrónica fuera de lo habitual. Se trata de hardware muy específico que confirma que estamos ante un teléfono fuera de lo normal, diseñado expresamente para jugar. Los ejemplos más claros son la pantalla de 120hz del Razer Phone 2 y sus potentes altavoces frontales, la refrigeración mediante ventiladores del Nubia Red Magic, los excepcionales 240hz de velocidad de respuesta táctil del nuevo Xiaomi Black Shark II, o el sensor TOF del Honor View 20 y sus posibilidades de juego mediante gestos. Eso sin hablar de carcasas cada vez más llamativas y los LED. Porque no; no pueden faltar LED RGB y sus dichosos 16,7 millones de colores.
Todos estos extras ofrecen beneficios a la experiencia de juego muy concretos aunque, como vemos, en direcciones muy dispares. Tan dispares que nos hacen pensar más en llamadas de atención, diferenciación frente a la competencia y apuestas de futuro, que en la respuesta que tanto jugadores como desarrolladores están pidiendo.
La experiencia.
Lejos de todos estos fuegos de artificio, en la experiencia de este redactor, sí que se había instalado ya la certeza de que el teléfono gaming, el Honor View 20, era mejor para jugar que el “serio” Samsung S10e. Solamente me faltaba confirmar por qué y la única forma de hacerlo era jugando.
Y el elegido para hacerlo, como no, ha sido Fortnite.
El juego de Epic Games puede con todo y falta ver qué teléfonos pueden con él. Así, el primero en caer en esta comparativa fue el peleón Honor 8X. El teléfono no soporta Fornite. Lo podemos instalar e incluso sabemos de otros usuarios que lo han conseguido jugar, pero en nuestro caso, al intentar iniciar la partida, el juego crashea.
El 8X se cae de la comparativa en este punto, cuando hemos subido el listón al máximo. Y con esto me refiero a que, hasta ese título concreto, un teléfono de estas características y precio ha podido con el resto de juegos que le he ido metiendo sin mayor problema. Incluyendo un juego muy similar como es PUBG. Y recordemos que cuesta unos 180€…
Pero estábamos con Fornite. Tanto el Honor View 20, como el Samsung S10e son capaces de correrlo a 60FPS. En el Honor raramente se baja de ese ratio y en el Samsung sí que podemos apuntar bajones hasta los 50 FPS pero, objetivamente, no es algo que varíe la experiencia de juego, siendo excelente en ambos aparatos. La única diferencia apreciable es la mayor calidad de la pantalla del Samsung, una AMOLED de 2280x1080 con una densidad de píxeles de 435PPI, frente a la LTPS de 2310x1080 y 398PPI del Honor, una diferencia que solo apreciaremos al ver a la vez ambas pantallas.
Sin embargo mi objetivo marcado iba en otra dirección y para conseguirlo me iba a requerir un buen empacho de Fornite. Tras arrancar el juego en los móviles con la batería al 100%, brillo automático y sonido medio, dejé pasar los minutos. La percepción que traía a la prueba pronto empezó a confirmarse y es que el Samsung se calentaba mucho más que el Honor a partir de los 20 ó 30 minutos de juego.
La carcasa de aluminio del Honor View 20 disipa el calor de una forma mucho más efectiva que el cristal del Samsung, que acaba convirtiéndose en molesto de sujetar. El punto concreto bajo el que albergaría sus procesadores literalmente quema al tacto. El uso de un termómetro permite confirmar que mientras la pantalla se mantiene a unos 45 grados centígrados, la parte central trasera alcanza los 47.
Pero además de esa sensación en las manos, el recalentamiento empieza a pasar factura al rendimiento. Los controles de seguridad del Samsung comienzan el estrangulamiento térmico bajando las frecuencias de los procesadores para salvarlos “de la quema”, lo que acaba ocasionando que esos 50FPS mínimos que habíamos observado puntualmente con el móvil frío, ahora son la constante, alcanzándose picos negativos por debajo de los 40 FPS en algunos momentos.
Mientras, el Honor View 20 se ha calentado, pero no hasta el punto de ser molesto, ni de requerir el estrangulamiento que impida mantener unos constantes 60FPS. Mediante el termómetro láser podemos comprobar que el punto más caliente se encuentra en el frontal de la pantalla y ronda los 36 grados centígrados, mientras que la trasera de aluminio no pasa de 34.
Y es aquí donde por fin encontramos una de esas implementaciones “gamer” que realmente se muestran efectivas en un teléfono. El View 20 cuenta con un sistema de refrigeración denominado NINE (por las nueve capas que lo componen) que aprovecha las posibilidades de las cámaras de vapor, las “heat pipes” de cobre y los escudos térmicos de grafeno. Sea como fuere, el teléfono no se calienta. No baja nunca su rendimiento.
Y pronto encontraríamos otra de esas características que sí nos van a hacer valorar los teléfonos gaming; la batería. El test de resistencia de Fortnite en el Samsung S10e terminó antes de llegar a las cinco horas porque su batería de 3100mAh no dio para más. Sin embargo los 4000mAh del Honor superaron las seis horas y media con el juego en pantalla. Quizá desde esta perspectiva, la de poder pasarse más de seis horas jugando a Fortnite, no apreciemos lo maravilloso que es tener una batería de tanta capacidad, pero si decimos que nos permite entre 30 y 35 horas de uno normal, seguro será del agrado de cualquier usuario, jugador o no.
Conclusiones
Nuestros meses de experiencia con teléfonos móviles permiten una primera conclusión; es la de que han llegado para quedarse. Hay demasiada gente jugando con el móvil, gastando tanto dinero que es imposible que tanto desarrolladores de juegos, como fabricantes de hardware, dejen escapar la oportunidad.
Así que esta carrera que tantas veces hemos visto, entre prestaciones de hardware y requerimientos del software, se instala definitivamente en este sector de la telefonía, lo cual, como jugadores y geeks, nos encanta.
Abstrayéndonos de ese futuro y centrándonos en el presente, contestaremos a la pregunta que da sentido al presente reportaje ¿Los móviles gaming son una nueva plataforma de juego o son otro sacacuartos? Hemos comprobado que, como casi todo hoy día en este sector, hay mucho de propaganda, pero que también hay certezas que lograrán que los que nos consideramos jugadores acabemos comprando un móvil diseñado expresamente para esa afición.
Si bien la experiencia con el Honor 8X, un móvil de 185€, demuestra que con él se puede jugar perfectamente a la inmensa mayoría de los juegos disponibles para móvil, su hardware no alcanza para poder mover los Triple A que cada vez llegan en mayor medida al mercado móvil. Con el 8X podemos jugar un Asphalt 9 o incluso un PUGB si somos condescendientes y permitimos algún tirón gráfico en momentos puntuales, pero no puede con Fortnite. Si queremos sumarnos a la fiebre del juego de Epic habrá que gastarse más dinero.
Pero las verdaderas dudas llegan cuando nos vamos a la gama alta y ahí hemos visto cómo teléfonos con un hardware superior al del 8X ya consiguen mover este exigente juego. Las diferencias las encontraremos en que unos lo mueven a 60FPS, mientras que otros más modestos se quedan en los 50, 40, 30 FPS… Ahí será cada jugador el que ha de ponderar si la relación entre experiencia de juego e inversión económica en su teléfono es la acertada.
Y llegando a los topes de gama, esos que pueden con Fornite a 60FPS, las diferencias las hemos de buscar en otros apartados, como la frecuencia de la pantalla, los altavoces y, sobre todo, en la refrigeración y la capacidad de batería. Estos dos últimos factores, como hemos visto en el presente artículo, son los que a día de hoy nos parecen más determinantes a la hora de diferenciar un teléfono gaming de otro que no lo es.
Y hemos de terminar con el que habitualmente es el factor más determinante; el precio. Y es que, salvo excepciones, los teléfonos gaming no están saliendo con un sobrecoste tan exagerado como cabría esperar. El Honor View20, un móvil de este año que nos tiene encantados en cualquier tipo de uso, lo podemos encontrar hoy (Agosto 2019) entre los 340 y los 390€. El Xiaomi Black Shark II lo tenemos entre 460 y 500€ y si queremos irnos a los teléfonos más completos, el Asus ROG o el Razer Phone 2 no tardarán demasiado en bajar de los 600€. Si atendemos a su hardware, procesador, GPU, pantalla, RAM… su precio es similar al de un producto con las mismas especificaciones y sin el apellido “gaming”.
En definitiva, como jugadores, ante estas expectativas, será difícil encontrar razones por las que no empezar a buscar nuestro próximo teléfono entre la oferta de estos dispositivos que, hay que reconocerlo ya así, se han convertido por mérito propio en una nueva plataforma de juego, al igual que PC y consolas.