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Super Street: The Game

Super Street: The Game

Quemando asfalto

Super Street: The Game, Tuning, velocidad y arcade puro

Rebel Games y Team6 game studios llevan el nombre de la popular web de coches y tuning al mundo de los videojuegos con un arcade muy inspirado en la vieja escuela.

Actualizado a

No vivimos malos tiempos para los amantes de los títulos con aroma a clásico, lo cual puede perfectamente implicar que la creciente oferta en cada género presente una palpable heterogeneidad en propuestas y, también, en calidad. Super Street: The Game es una propuesta directa y sencilla que representa a la perfección esta realidad: tiene aspectos disfrutables y muchos otros por mejorar ampliamente, y su inspiración en los grandes nombres del arcade con estilo tuning es más que notoria.

La potencia sin control… sirve de poco.

Con echar un primer vistazo al juego podemos imaginar perfectamente lo que vamos a encontrar en su interior: coches potentes compitiendo a toda velocidad por carreteras y entornos urbanos. Sin reparar en cuestiones que puedan dotar de realismo al comportamiento de los vehículos, lo que importa es ser capaz de alcanzar la máxima velocidad posible y dar esquinazo a tus rivales, estrellándolos en el proceso si se presenta la oportunidad. No podemos negar que esta idea, por sí sola, parece divertida y no presenta ningún inconveniente, pero la ejecución sí deja bastante que desear.

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Lo primero que llama la atención al ponerse a los mandos de Super Street es la violencia de sus giros. ¿Cómo un juego arcade puede presentar problemas en el viraje a cualquier velocidad? Pues omitiendo toda idea de progresión en el recorrido del joystick analógico. Los vehículos pasan de no variar su dirección a pegar un volantazo de manera repentina, sin opción a calibrar de manera más suave la dirección, de modo que no hay más remedio que acostumbrarse a un control que es, cuanto menos, incómodo en un principio.

Esta sensación se agudiza especialmente en los trazados más estrechos con curvas muy cerradas, donde querremos medir con precisión el momento de meter el morro y derrapar para atajar al máximo, con un siniestro de lo más gratuito como resultado habitual. Sin embargo, tras las primeras horas de práctica y en otros circuitos más abiertos, donde hay sitio para abusar de giros bruscos y freno de mano, la fórmula no es tan desesperante y podemos tener los momentos más disfrutables del juego con mucha diferencia.

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Apartado técnico accidentado.

Podemos convenir que no estamos ante un juego gráficamente puntero. Visualmente se notan carencias al lado de otros títulos actuales aunque, en líneas generales, tampoco supone un problema especialmente incómodo mientras estamos a los mandos. Lo verdaderamente molesto recae sobre algunas decisiones de diseño que no pueden hacer más que entorpecer la jugabilidad y minar la paciencia del usuario. El tráfico es un añadido de dificultad en las carreras callejeras, pero cuando los coches están pintados estratégicamente para que puedas distinguirlos del entorno todo se vuelve menos gracioso. Del mismo modo, el efecto de las superficies es imprevisible: en ocasiones pasamos sobre bordillos, setos, zonas de césped y campo que rodea la calzada sin que nuestro vehículo se vea afectado por ello, pero de pronto podemos toparnos con cualquier terreno similar dotado de una textura totalmente diferente que nos hace volar descontroladamente.

Esto mismo se puede decir del comportamiento de ciertos objetos destructibles. Señales, vallas, semáforos, farolas, bancos… un montón de mobiliario urbano sucumbe ante nuestro paso como si fuesen de papel hasta que, de pronto y sin previo aviso, un objeto de tantos que nos hemos llevado por delante nos frena en seco impidiendo el paso momentáneamente. Algo parecido, aunque más controlable, ocurre con los coches del escenario. Por regla general, los rivales son más duros que los vehículos que pasean por la calle sin formar parte de la competición, pero a todos ellos podemos empujarlos, mandarlos por los aires y apartarlos de nuestro camino. Sin embargo, colisionar con un auto aparcado en la calle es casi como chocar con una pared: no podemos contar con echarlos a un lado, porque cualquier choque apenas lo moverá. Son detalles incómodos en un juego que pretende poner bastantes elementos con los que interactuar pero cuyo funcionamiento general es bastante deficiente.

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Un coche para hacer carrera.

El modo principal de Super Street consiste en el típico desbloqueo de entradas a base de ganar puntos de experiencia con nuestros resultados. Un total de 12 eventos con cinco pruebas cada uno componen el total de un modo campaña que, en términos de tiempo, no supone una excesiva duración, pudiendo completarlo en cerca de diez horas. Tampoco la dificultad nos pondrá contra las cuerdas, aunque sí tenemos un puñado de carreras que pueden costarnos varios intentos y hacernos dar lo mejor de nosotros mismos.

Las modalidades de competición permiten dar cierta variedad a nuestro avance, siempre con un ritmo bastante ágil y pruebas cortas. Tenemos carreras normales, etapas contrarreloj (en las que el tiempo para alcanzar el oro suele ser más que generoso…), desafíos de checkpoints al estilo más clásico, eventos de destrucción de mobiliario urbano y el modo sprint, que consiste en dejarnos a nuestro aire en el mapa y marcarnos una serie de puntos de control por los que hemos de pasar en el menor tiempo posible, dependiendo de nosotros el recorrido a realizar. Realmente, saltar de un modo a otro podría ser la nota más positiva de un título que, en líneas generales, resulta bastante anodino.

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Un elemento curioso del modo carrera es la limitación a un solo vehículo por partida, es decir, el coche que escojamos al principio nos acompañará a lo largo de todos los eventos sin posibilidad de adquirir o elegir otro. Todo el dinero que ganamos en las pruebas está destinado a mejorar el mismo vehículo hasta conseguir su máximo rendimiento. Sí tendremos, no obstante, la oportunidad de conducir bólidos de alta gama en ciertas pruebas (aproximadamente una por entrada) que aparecen patrocinadas, pero esos coches no pasan a nuestra propiedad ni podemos usarlos en otros momentos.

Sea como sea, aparenta.

Como no podía ser de otro modo, la modificación del coche es un punto central en Super Street, y es muy completa aunque su funcionamiento no esté perfectamente ejecutado. La cantidad de partes que retocar y piezas que adquirir es muy generosa y, así como los vehículos no tienen marcas oficiales, los elementos de tuning sí cuentan con algunos de los grandes nombres de la industria. Cada vez que entremos al garaje podremos comprar y cambiar muchas partes del coche al detalle, ya sea con ánimo de construir la máquina invencible o, simplemente, tener el aspecto más aparente posible.

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La verdad es que podemos pasar bastante tiempo jugueteando con piezas y colores para conseguir el resultado que más nos convenza (podemos, incuso, cambiar aspectos del interior o del maletero, incluir equipos de sonido, etc), pero cuando atendemos al impacto de las modificaciones mecánicas en el rendimiento del coche la cosa pierde bastante: en casi todos los apartados, la influencia de todas las piezas es exactamente la misma que las de sus compañeras de sección. Es decir, por poner varios ejemplos, todos los neumáticos que podemos adquirir influyen de idéntica manera en la tabla de estadísticas del coche, del mismo modo que ocurre con todos los sistemas turbo, los sistemas de escape, de cambios, de estabilización… Aunque hay varias piezas por sección y los precios oscilan bastante, el efecto práctico es siempre el mismo. En el motor tenemos una excepción, habiendo cuatro evoluciones escalonadas claramente, pero por lo demás parece muy poco trabajado en este aspecto.

Tampoco repercute jugablemente acudir a los mejores especialistas: chicas atractivas y con ropa “ligera” (en referencia a las modelos habituales en la revista de la que el juego toma su nombre) formarán nuestro equipo de competición, poniendo a punto el coche y encargándose de llevar nuestra carrera a buen puerto… o eso dice la descripción de cada una de ellas, ya que ir desbloqueándolas mientras subimos de nivel no parece tener ninguna influencia sobre el juego más allá de poder verlas pasear por el garaje, trastear con el vehículo, trabajar en el ordenador… elemento meramente estético más que otra cosa.

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Análisis realizado con la versión de Super Street de PlayStation 4

Conclusión

No estamos ante un juego especialmente llamativo en ningún sentido. Las carreras alocadas se ven eclipsadas por un control tosco e incómodo y una serie de defectos técnicos que empañan totalmente la experiencia. La decisión de permitir un solo vehículo a lo largo de todo el modo carrera tampoco parece tener demasiado sentido, y su punto fuerte, la modificación del coche, se queda a medias al comprobar que la gran variedad de piezas que nos permite todo un abanico de personalización tiene una cara mucho menos trabajada en cuanto al impacto que estas modificaciones ejercen sobre el rendimiento. Podemos achacar algunas carencias al hecho de no ser un título de enorme presupuesto, pero lo cierto es que no nos ofrece demasiados alicientes para escogerlo por encima de otros juegos del género.

Lo mejor

  • La personalización estética del coche: marcas reales y muchas opciones.
  • Las carreras rápidas y accidentadas siempre tendrán su toque divertido, sobre todo con amigos.

Lo peor

  • Técnicamente es bastante deficiente, especialmente en lo que incide sobre la jugabilidad.
  • El control está muy poco trabajado, no hay concepto de suavidad alguno.
  • Gran cantidad de piezas mecánicas sin diferencia alguna entre sí en cuanto a incidencia en el rendimiento.
  • Modo principal algo irregular: solo un vehículo a elegir, niveles de dificultad muy dispares...
5

Mejorable

Puede tener elementos aceptables y entretener, pero en general es una experiencia que no dejará huella. Sólo recomendable en caso de sequía de este género de juegos.