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The Red Strings Club, Impresiones

Probamos durante unas dos horas la aventura cyberpunk 'point and click' de los creadores de Gods Will Be Watching, los valencianos Deconstructeam. Una reflexión sobre la tecnología, la libertad y la seguridad detrás de una barra mientras servimos copas.

Impresiones de The Red Strings Club

Deconstructeam se ganó su nombre como estudio capaz de contar historias atípicas en el mundo del videojuego con Gods Will Be Watching, un título que nació en una Ludum Dare y que dejó a muchos sorprendidos ante una aventura “point and click” de estética minimalista que contaba con un argumento dramático y duro incluso para la mente más apática.

La profundidad de los temas que trata y los diálogos que te mueven y te hacen pensar vuelven a estar presentes en The Red Strings Club, la nueva obra del estudio valenciano con la que hemos podido pasar unas dos horas y que, ya os adelantamos, nos ha dejado un sabor de boca tan agradable como el de los cócteles que preparamos en el pub que pone nombre al juego.

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Porque uno de los protagonistas de la aventura, Donovan, regenta este club donde las copas calan en lo más profundos sentimientos humanos – un trabajo que compagina con su oficio de vendedor de información, en el que colabora con Brandeis, una suerte de justiciero en guerra contra las grandes corporaciones de esta sociedad futurista con muchos puntos en común con la nuestra. Y es que, pese a su fachada de juego en el que servimos priva tras una barra, The Red Strings Club es una crítica profunda a la tecnología, o más bien, a las megacorporaciones que gobiernan el sistema capitalista del juego y de nuestra realidad. Es también una crítica a quienes no aceptan al diferente, el pensamiento disruptivo y el propio concepto de libertad. 

Todo eso nos lo dicen los diversos personajes que pasan por el otro lado de la barra, cada uno de ellos fuera de todo cliché dentro de un abanico de personalidades diverso y con diversidad. Pongamos como ejemplo de esta mecánica de “copazo y conversación” a la ejecutiva de marketing de la empresa que estamos intentando hundir (básicamente, porque planean introducir el “Bienestar Psíquico Social” en todos los individuos, que como su nombre deja entrever, es poco menos que la tontuna generalizada a cambio de que no exista la depresión, el racismo y otros tantos problemas de nuestro mundo), cliente habitual de nuestro bar. Una mujer entrada en años a la que no le importa expresar sus deseos sexuales, a pasarlo bien tras un duro día de trabajo, y con sus propias emociones que despertaremos a base de cócteles.

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En pantalla se nos muestra un círculo en el centro, que representa las emociones que activará el contenido del vaso, y en otras partes de la pantalla los círculos de las emociones de la persona con la que conversamos. El bourbon sube el círculo para arriba, el vodka lo mueve abajo, el tequila a la derecha y la absenta a la izquierda; la idea es colocar nuestro círculo sobre el de la emoción correspondiente. Poco a poco el sistema se va haciendo más complejo: los hielos reducen el radio del círculo, se introduce una coctelera que permite mezclar diversas bebidas, otros licores que permiten mover la flecha que aparecerá en el círculo, una (limitada y complicada de conseguir) pastilla que hará que nuestro conversador pierda la memoria y podamos reiniciar la conversación…

Según la emoción que hayamos despertado (lujuria, tristeza, confianza…), la conversación necesaria para extraer de esas personas ebrias la información que nos hace falta puede ir por unos u otros derroteros. Ciertas preguntas no estarán accesibles sin una emoción concreta, y viceversa. Puede que en ese juego de preguntas y respuestas digamos algo que enoje a nuestro dialogante, impidiendo para siempre (al menos, de boca de ese personaje) escuchar el nombre que buscamos del dirigente de tal empresa, o el significado de unas siglas. Algunas conversaciones van más allá de la simple charla, pues el juego superpone otros sistemas como tener que ir calmando a quien nos apunta con un arma para ir acercándonos poco a poco a él.

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Pero como decíamos al principio de estas impresiones, el título está coprotagonizado por Brandeis – además de otros individuos cuyo control tomaremos esporádicamente – y con el cambio de personaje, también se cambian las mecánicas de manera radical. De hecho, buena parte del principio de la aventura la pasamos manejando a Akara-184, una androide capaz de tomar decisiones éticas (teniendo en cuenta las “emociones”, el “impacto social”, las “repercusiones económicas” y los “riesgos legales”, nos cuentan en el juego) que trabaja en un quirófano poniendo implantes. En esta sección teníamos que estudiar a nuestros pacientes - un cosplayer que necesitaba un implante para conseguir más followers o un emprendedor que pedía otro implante para convencer a la gente más fácilmente – y construir dichos implantes mediante un minijuego de alfarería con sus distintas herramientas. El mensaje y la crítica son claros, pues rara vez los pacientes se quedarán contentos con el primer implante y querrán más, llegando a crear aberraciones como un escritor que apaga su conciencia social.

Parece claro, sobre todo teniendo en cuenta el nivel que se nos presentaba al final de la demo que no pudimos continuar, que el título irá introduciendo nuevas mecánicas y formas de contar la historia de manera distinta a lo largo de la aventura, aunque siempre teniendo las partes dentro del Red Strings Club y el sistema de “copazo y conversación” como núcleo jugable. 

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Si las mecánicas, la historia y el modo de contarla nos habían dejado un buen sabor de boca como el de las copas del Red Strings Club, el apartado artístico es la aceitunita pinchada en un palito que se pone al final del cóctel elegante. El estilo pixel art minimalista de Gods Will Be Watching evoluciona no tanto por el detalle de cada elemento, sino por la cantidad de ellos en pantalla, por las luces de neón parpadeantes, por el humo del cigarrillo, por la expresividad de personajes sin cara apreciable; en definitiva, por lo que los desarrolladores han sabido transmitir con poco margen de maniobra.

Estas dos horas aproximadas que hemos pasado con The Red Strings Club nos han ofrecido diálogos profundos de los que importan, te mueven y que te hacen plantearte ideales que tenías fijados e inquebrantables en el cerebro. Nos han presentado una serie de personajes carismáticos y diversos (en todos los sentidos) de los que queremos saber más. Nos han planteado unos dilemas respecto a la tecnología, la libertad y la seguridad que, mediante hipérbole, se relacionan directamente con nuestra situación real. En fin, que estamos deseosos de continuar con esta aventura cyberpunk cuando llegue a PC en algún momento de enero de 2018.

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The Red Strings Club

  • PC
  • NSW
  • Aventura

The Red Strings Club, desarrollado por Deconstructeam y editado por Devolver Digital para PC y Switch, es una aventura narrativa en la que un barman que trabaja de hacker en la sombra pretende acabar con los planes de una megacorporación que pretende erradicar el miedo y la depresión.

Carátula de The Red Strings Club
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