Dragon Quest Builders

Uno de los motivos del éxito de Minecraft es la necesidad de la comunidad para avanzar en el juego. El título de Mohjang te lanza a un mundo generado proceduralmente con mil y una cosas por hacer sin explicar, a excepción de unas pequeñas pistas, qué construir o cómo construir. Esto hace necesario la consulta de wikis, foros y, en definitiva, la comunicación con otros jugadores, uni o bilateral. Y probablemente este sea el motivo por el que a no todo el mundo le hace click; gente que necesita un incentivo argumental para avanzar o, al menos, unos pasos que te vayan guiando en la senda del arquitecto cúbico. 

Para ello llega Dragon Quest Builders. No saquemos concluisiones anticipadas. No es tan solo un Minecraft que te lleva de la mano. Destila la personalidad de la saga de rol japonesa y el juego va más allá del construir por el construir, incluyendo una historia que podría encajar perfectamente en cualquier RPG nipón. 

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Nos despertamos en un foso subterráneo, sin recordar nada excepto nuestro nombre (en la versión de prueba que pudimos jugar, Pepe), despertados por una Diosa. Somos un héroe. La salvación de la humanidad después de que la oscuridad asolara el reino de Alefgrado. ¿El artífice de este meollo? Draconarius, que logró convencer al héroe que iba a derrotarlo de que se uniera a él, haciendo que los seres humanos olvidaran el concepto de construir, incluso la propia creatividad, durante generaciones. Ahora, las personas viven disgregadas en un mundo derruido cuyos cimientos debemos volver a levantar gracias a la creatividad. 

La Diosa nos enseña los primeros pasos en el cúbico mundo de Builders. Romper tierra, hacer un banco de trabajo, conseguir salir del foso. En pocos minutos estamos en las oscuras ruinas de lo que una vez fue una aldea, que volvemos a impregnar de luz gracias a una bandera amarilla, símbolo de que la vida humana transcurre en ella, y que a su vez sirve de repelente de los monstruos de Dragon Quest, como los clásicos limos, que han conquistado el mundo. Esta acción nos trae la primera residente de nuestra aldea, que nos va enseñando las mecánicas de juego con las solicitudes que nos da: construir una habitación (sala con dos o más bloques de alto con puerta y antorcha), una cama, un taller (para el que nos da un plano, teniendo que seguirlo punto por punto)... No tarda mucho más en venir, tras nuestro rescate, el segundo residente, que nos da algunas pistas de la historia, nos pide algún favor en forma de construcción y nos envía a enfrentarnos a algunas criaturas en el mundo abierto para conseguir sus recursos, que nos permitían construir un objeto con el que podíamos teletransportarnos a nuestra aldea en cualquier momento. 

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Tras las horas que estuvimos explorando y reconstruyendo el reino de Alefgrado, podemos esperar un juego de construcción que te va guiando al principio para ir soltándote la mano poco a poco, aunque tengas libertad casi desde el primer momento. A eso hay que unir una historia separada en capítulos y una ambientación desenfadada, con un estilo artístico que mezcla los cubos protagonizados por Minecraft con los personajes cabezones típicos del J-RPG. El próximo 14 de octubre (en PS4 y PS Vita) podremos comprobar cómo ha quedado esta apuesta interesante para todo aquel que le llamara la atención el título de Mohjang pero le resultaba inabarcable, y también para aquellos que quieran un RPG con una vuelta de tuerca en sus mecánicas. 

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