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Los desafíos de Microsoft post Ballmer

Steve Ballmer, el CEO de Microsoft durante más de 13 años y uno de los dirigentes principales casi desde su fundación, ha anunciado que se retira. En este artículo repasamos su legado y examinamos los retos que tendrá que afrontar el próximo presidente de la compañía.

Una de las noticias de la semana pasada, en plena vorágine de la Gamescom, fue sin duda la dimisión de Steve Ballmer. El directivo que ha estado al frente Microsoft durante más de 30 años, y como máximo responsable desde 2000, cesará de su puesto de CEO a lo largo de los próximos 12 meses. Un personaje peculiar, con gran carácter, que logró junto a Bill Gates convertir una pequeña empresa de software en un auténtico monopolio, pero que ha visto a lo largo de los últimos años cómo los cimientos sobre los que se asentaba han empezado a no ser tan sólidos. Se echarán de menos sus declaraciones controvertidas, sus llamativas apariciones en presentaciones de la compañía vociferando y saltando, o sus sorprendentes y divertidos anuncios en los que no mostraba un ápice de vergüenza.

A su paso deja como legado un gigante dormido, una maquinaria enorme que necesita ponerse en funcionamiento y pronto, si no quiere extinguirse en esta nueva era de Internet, donde el PC ya no es el centro del acceso a la información. En este artículo vamos a repasar algunos de los desafíos más inmediatos a los que se enfrenta la compañía, con una retrospectiva sobre cómo se ha llegado a esta situación y qué retos debe afrontar el nuevo presidente. Aunque MeriStation es una web eminentemente sobre videojuegos, hemos considerado conveniente analizar más aspectos sobre Microsoft que los estrictamente ligados a este ocio. Sabiendo no sólo lo que significa Xbox para los videojuegos, sino el peso que también tiene Windows, e incluso el papel que puede llegar a jugar Windows Phone, la situación global de la compañía es muy relevante en este negocio.

Dejar de jugar a la defensiva

Si algo ha caracterizado a Microsoft a lo largo de su historia es haber sabido imponerse a sus rivales partiendo en desventaja. La compañía nunca ha sido especialmente innovadora, lo que es sorprendente para una empresa dedicada casi enteramente al software. Esta afirmación puede hacer arquear las cejas a más de uno, pero es fácil extraerla viendo cómo ha ido forjando su modelo de negocio. Su primer producto de éxito y el que inició su imperio fue MS-DOS. Es muy conocida la historia de cómo engañaron a IBM, quien los había contratado para desarrollar un sistema operativo, comprando uno ya existente (86-DOS) y manteniendo los derechos sobre el mismo. Esto permitió que IBM popularizara MS-DOS al mismo tiempo que Microsoft podía vendérselo a otros fabricantes y, poco a poco, construir un monopolio de facto. Años después salió Windows, que bebía claramente de la interfaz de los Macintosh (aunque estos ya se habían “inspirado” en Xerox) y sufrió las primeras disputas por patentes con Apple. Además, Windows fue lanzando mientras Microsoft trabajaba en un nuevo sistema operativo junto con IBM, OS/2, y también hubo enfrentamientos judiciales por los obvios conflictos de intereses y la sospecha de que habían reutilizado conceptos y tecnología de OS/2 en la creación de Windows.

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Podríamos extendernos en mucho más detalle histórico, pero eso queda fuera del objeto de este artículo. Sin embargo, daremos algunos ejemplos muy relevantes. Office no fue desde luego la primera suite ofimática lanzada al mercado, pero gracias al amplio dominio de Microsoft en los sistemas operativos y a que evitaba que otras aplicaciones interactuaran con sus ficheros, se terminó imponiendo como un estándar no oficial. Algo similar ocurrió con Internet Explorer, que arrasó con Netscape y de paso con los estándares de la web durante muchos años. Una vez más, la aplicación no nació en Microsoft sino que fue adquirida. MSN Search, el primer buscador de Microsoft, en sus inicios mostraba resultados de otros buscadores. Hotmail, el popular servicio de correo, fue comprado por Microsoft para integrarse en MSN. MSN Messenger sí salió de las cocinas de Microsoft, pero para extender su uso incluía interconexión con el servicio de chat de AOL, si bien esta última nunca lo había autorizado y terminó bloqueándolo a la fuerza.

Habría muchos más ejemplos que dar, ya que en tantos años Microsoft ha sacado multitud de productos, y también sería injusto decir que ninguno de ellos fue pionero, pero desde luego no fue la gran mayoría de ellos. Microsoft siempre ha sido agresiva en los negocios, eliminando rivales en todos los sectores que tocaba por los medios que fuera necesario. No obstante, como compañía de software, era más bien reactiva. La mayoría de ejemplos mostrados arriba se cuentan por éxitos, al menos en su momento, si bien todos ellos llegaron antes del año 2000, curiosamente (o quizá no) antes de que Steve Ballmer fue nombrado CEO. El dominio de Microsoft se basaba en que Windows es suyo, y tenía el monopolio de la informática, así que cualquier cosa que viniera de serie tendría mucha mayor facilidad para ser utilizada que algo que había que instalarse expresamente (esto acarreó sanciones por parte de la Unión Europea). Cuando le tocaba pelear desde abajo, no bastaba con sacar todos sus millones. Ahí está Zune, un tímido intento de luchar contra el iPod que pasó sin pena ni gloria.

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La llegada de Internet cambió completamente el panorama. Es cierto que Microsoft se subió al carro a mediados de los 90, pero la red en sus inicios era obviamente muy precaria. En 2000, la burbuja de las puntocom que pinchó era la de los megaportales de acceso a información, muy distinta de la Internet que conocemos ahora. A partir de ese momento se transformó y comenzó a convertirse en un sistema operativo universal en la nube. Ya no era necesario tener una aplicación instalada para chatear, ni para leer el correo, ni para consultar información (la muerte de Encarta), ni para reproducir música o vídeos, ni incluso para editar documentos de Office. Lógicamente la transición no fue instantánea, pero sí hubo quien supo ver la tendencia. Básicamente, así es como Apple ha ganado terreno con sus iPhones y sus iPads: ya no necesito una máquina potente para mi día a día, ya que son los servidores los que hacen el trabajo pesado, sólo necesito una interfaz de acceso sencilla a Internet. No supieron ver que el futuro estaba en la movilidad, aunque discutiremos más profundamente sobre esto en otro apartado.

El gigante falló en adaptarse a la web 2.0, donde el software ya no se ejecutaba abriendo un “.exe”. Su gran proyecto de megaportal que fue live.com murió sin provocar muchos lamentos entre los usuarios. El buscador Bing sobrevive por el dinero que siguen invirtiendo en él. MSN Messenger ya no existe y tuvieron que comprar Skype. De hecho, el único producto de éxito en la red que conserva Microsoft es Hotmail, ahora renombrado a Outlook, porque el correo electrónico es de las pocas cosas que no han evolucionado significativamente desde que se creó. Es cierto que tienen algunas oportunidades ahí, como SkyDrive, aunque no son muchas y la evolución no es clara. El caso más significativo de esta debacle es Internet Explorer. Primero Firefox, y luego Chrome, consiguieron acabar con su dominación e imposición de estándares, dejando atrás la tortura que fue Internet Explorer 6. Y esto ocurrió en el terreno de Microsoft, en Windows, lo que demuestra que ya no tiene la misma fuerza ni siquiera jugando en casa.

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Si Microsoft quiere dejar de ceder terreno, tiene que lanzarse al ataque. La estrategia del monopolio y de vencer por aplastamiento ya no funciona, ya no es el único pez grande del acuario. Si quieren empezar a ganar de nuevo deben parir productos innovadores en la web y no limitarse a reaccionar a lo que hace la competencia. A su vez, si quieren imponerse a servicios o productos ya existentes, deben hacerlo por la vía de la calidad. Es decir, lo que hicieron con Xbox y Xbox 360. Y justo lo contrario a lo que pretendían hacer con Xbox One, volver a las viejas costumbres ahora que habían conseguido una cuota de mercado significativa con las políticas de la segunda mano y demás. El rechazo fue obviamente inmediato, ya que si algo ha demostrado la historia de los videojuegos a lo largo de los años es que ser líder una generación no te garantiza ganar la siguiente. En definitiva, son una compañía de software, deberían tener una cultura de la innovación de la que actualmente carecen y que por contra sus rivales llevan muy dentro.

Una compañía de compañías

Toda multinacional que se dedica a varios negocios es complicada de dirigir. Si fabricas coches, o ropa, o un refresco, todos tus empleados saben lo que tienen que hacer. Si eres como Sony, que se adentra en el cine, la música, los móviles, los electrodomésticos y equipos de entrenimiento, la informática y las consolas, tienes divisiones muy claras y difíciles de unificar. La compañía nipona está ahora luchando por aprovechar las sinergias que le generan sus actividades, y Microsoft no está en una situación muy diferente. Al fin y al cabo, los de Redmond tienen Windows, Office, Xbox, distintos servicios web, aplicaciones y servicios corporativos y otras muchas patas. Cabría pensar que si bien secciones como Xbox podrían funcionar de manera diferenciada, debería haber más comunicación entre las otras, cuando claramente no es así. Al fin y al cabo, por ejemplo, Windows y Office deberían ir de la mano en cuanto a nuevas características, y los servidores y tecnologías para empresas deberían influir el desarrollo del sistema operativo.

Microsoft en cambio, hasta hace poco más de un mes, operaba con departamentos muy diferenciados, cada uno trabajando en su parcela y no sólo no mirando al de al lado, sino incluso compitiendo entre sí. Es muy fácil apreciarlo con los eventos recientes entorno a Windows 8. Éste ha llegado al mercado casi a la par que Office 2013, y en cambio las aplicaciones ofimáticas no están adaptadas como es debido a la nueva interfaz. Tanto es así que Windows RT, la versión para procesadores ARM que sólo permite aplicaciones Modern UI, tiene que hacer “trampas” ejecutándose como un programa tradicional de Windows, ya que no estaba listo para la salida del nuevo sistema operativo. Hasta Windows 8.1 ni siquiera tendrá Outlook. En otro área, cualquiera que sea programador sabrá el cambio radical que ha llegado a la hora de desarrollar programas para Windows con Windows 8. El framework .NET, del que hablaremos en breve, ha perdido mucho peso frente a las tecnologías web, relegando tecnologías como WPF o Silverlight, que hasta ayer eran la forma más moderna de crear aplicaciones de escritorio y para Windows Phone, dejando fuera de juego a muchos desarrolladores.

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Por suerte, parece que las cosas podrían cambiar. Hace algo más de un mes, Microsoft anunció una reestructuración de la compañía, para reducir el número de divisiones y conseguir mayor cooperación entre estas. Es el camino a seguir si Microsoft quiere seguir siendo el intermediario entre el usuario y lo que éste quiere hacer. Cuando llegue el nuevo CEO, seguramente será ésta su primera y principal tarea. Y no será una sencilla, porque tendrá que enfocar miles de empleados a un objetivo común, dejando a un lado los recelos. Esto último es lo más importante, ya que estamos hablando de reconciliar auténticos rivales, algo favorecido por la cultura de empresa de Microsoft. En cualquier caso, Xbox One es un buen comienzo, incluyendo servicios de entretenimiento, Skype, una interfaz similar a la de Windows 8, estando de hecho basado en éste también en su núcleo, y por supuesto Xbox Live.

Microsoft en la web social

No nos vamos a extender mucho en este apartado pues ya discutimos la debacle que ha sufrido Microsoft con su servicios en Internet al principio del artículo. A día de hoy, Microsoft tiene aún vivosservicios en línea claves: Skype, SkyDrive, Outlook (antiguo Hotmail), Bing y Bing Maps. Se puede decir que todos están funcionando razonablemente bien, algunos más que otros claro, dado que Bing aún está a mucha distancia de Google, pero ésa no es una batalla que vayan a ganar pronto y al menos están poniendo todos los medios para conseguirlo. El problema no es tanto lo que tienen, como lo que no tienen. Esto enlaza de nuevo con la cuestión de la innovación, ya que si quiere seguir siendo un jugador importante en Internet, necesitan un catálogo de servicios mucho más amplio. Por otro lado, también deben reforzar su faceta como vendedores de publicidad, ya que a día de hoy si Google es lo que es no es por otra cosa que por la publicidad que no sólo inserta en sus servicios, sino en millones de páginas por la red.

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Windows Phone, luchando desde abajo

Cuando el iPhone apareció, nadie supo anticipar una irrupción de tal calibre en el mercado de la telefonía móvil. Sobre el papel, el dispositivo de Apple no era el más avanzado en ningún aspecto. Sin embargo, el cambio radical de interfaz junto al lanzamiento de la App Store, trastornó el sector de forma inesperada. Todos los jugadores tradicionales estaban fuera de juego y les era imposible combatir a la amenaza multitáctil. De la noche a la mañana, sistemas operativos como el de BlackBerry, Symbian o Windows Mobile parecían de otra era, completamente desfasados. Hasta que, como caído del cielo, llegó Android. De repente, el sistema operativo de Google permitía a los fabricantes competir de tú a tú con el iPhone, igualándolo no sólo en prestaciones sino también en usabilidad. Todo ello gratuitamente, siempre y cuando no les importara casarse con Google. Los fabricantes abandonaron Symbian, en el que muchas empresas habían contribuido, y también se alejaron de Windows Mobile, ya que su mayor apoyo hasta la fecha, HTC, se pasó a Android sin dudar, con grandes resultados, todo sea dicho. Microsoft logró reaccionar, sacando uno de sus mejores productos de los últimos años: Windows Phone. ¿El problema? Tuvo un apoyo escaso, dado que los pocos teléfonos que salieron eran más para como medida defensiva por si resultaba ser un éxito, que porque realmente creyeran en ello. Llegó tan tarde que ya nadie lo quería, o casi nadie...

Nokia tenía unos planes muy ambiciosos antes de la salida del iPhone. Querían dejar un mero fabricante de móviles y convertirse en una empresa de servicios. Sus teléfonos serían el portal a una serie de servicios como una tienda de aplicaciones, correo electrónico, almacenamiento en la nube de archivos, una tienda de música e incluso videojuegos con la marca N-Gage, todo englobado bajo la marca Ovi. Por desgracia para ellos, Apple provocó que una necesidad en los consumidores que antes no existía, la de una interfaz ágil, agradable a la pista y muy accesible, y Nokia no tenía nada de eso, así que por muy buenos servicios que construyera, si no vendía teléfonos no irían a ninguna parte. Al no haber sido nunca una compañía de software, se movieron muy lentos, y sus planes con Symbian, Maemo y posteriormente Meego junto a Intel se desmoronaron completamente. ¿Al otrora mayor fabricante de teléfonos móviles del mundo le tocaba capitular, rendirse y convertirse en uno más dentro del competitivo mundo Android? En eso llegó Microsoft con su Windows Phone, y Nokia contrató a un exdirectivo de los de Redmond como CEO para resolver esa crisis, Stephen Elop, con lo que el acuerdo era obvio. Nokia tendría que ceder en alguna de sus aspiraciones, pero ganaría con la integración de sus servicio de mapas en Windows Phone gracias a su empresa Navteq, y aún podría mantener otros elementos como la tienda de música. La salvación parecía haber llegado para los dos, aunque aún están luchando, pues están muy lejos de los números de Apple y Google.

Una amenaza clara a esta alianza es que una compañía del tamaño de Nokia no puede vivir mucho tiempo más así, si no logra continuar creciendo a pasos agigantados. Si bien está haciendo grandes progresos, les queda mucho camino por recorrer. Como decimos Windows Phone no es un mal producto en absoluto, y tiene poco que envidiar técnicamente a la competencia. El problema es que ahora Microsoft no actúa como el monopolio, sino que está en la situación totalmente opuesta, y padece en sus carnes lo que los usuarios de MacOS o Linux han sentido durante años: la falta de apoyos de las desarrolladoras de software.Es el problema de la pescadilla que se muerde la cola, o lo que es lo mismo, necesitan muchas ventas para lograr apoyos de desarrolladores de software, pero estas ventas son difíciles si carecen de aplicaciones populares que sí están en la competencia. Google no está dispuesta a hacerle ningún favor a su gran rival dada su actual cuota de mercado, y a día de hoy es difícil entender un Internet sin sus servicios, como el buscador, YouTube, Gmail, Hangouts y demás. En cambio, Microsoft se ve en la obligación de sacar sus aplicaciones como Outlook, Office, Skype o SkyDrive tanto en la App Store como en Google Play, a riesgo de perder relevancia si los usuarios de esos sistemas tienen que buscar alternativas.

Windows en la era táctil

Si bien la situación de Microsoft en el sector de la telefonía móvil no era ideal con la llegada del iPhone, a priori no debía hacer saltar las alarmas. Al fin y al cabo, su sistema operativo de escritorio disfrutaba de una salud envidiable, y tras el fiasco de Windows Vista habían recobrado la confianza de los consumidores. Así que todo iba bien en casa Redmon... hasta que apareció el iPad. De repente, se iniciaba lo que muchos han llamado la era Post-PC: con un iPhone y un iPad tengo acceso a todo el entretenimiento que necesito, puedo navegar por Internet e incluso trabajar si mis labores son sobre todo de gestión, con acceso al correo o aplicaciones de ofimática. Además los dispositivos de Apple ofrecían acceso a una tienda de aplicaciones única que se había demostrado un éxito, algo de lo que Microsoft carecía. Google pudo reaccionar rápido, y adaptar Android a tabletas, con lo que de nuevo todos los fabricantes siguieron la tendencia. Microsoft tenía que hacer algo y surgió Windows 8.

Una vez más Microsoft llegaba tarde, pero esta vez estaba siendo atacada donde más le dolía: Windows. ¿Qué decidió hacer? Pues una vez más, copiar a sus rivales. ¿Los usuarios querían una experiencia táctil? Ofrezcámosela. Claro que, ¿qué hacer con la retrocompatibilidad y las miles de aplicaciones para Windows no adaptadas a una interfaz táctil? Soportarlas. Microsoft quería hacer un cambio radical, pero a la vez no podía hacerlo, ya que tirar a la basura todo eso sería perder la principal ventaja que siempre han tenido: todo el software está disponible en Windows, y a la competencia sólo le quedan las migajas. Hay mucha gente que se ha expresado a favor de Windows 8, pero también hay otra mucha que ve en esa división entre aplicaciones de escritorio y de Modern UI un error. Lo que parece objetivamente claro es que tener dos tipos de interfaces tan diferenciadas e incompatibles entre sí rompe completamente la experiencia de usuario. Ni siquiera Apple se ha atrevido a dar tal paso, y sigue vendiendo sus Mac con una interfaz clásica.

Junto a la experiencia táctil había otro frente que salida de Windows 8 debía afrontar. Dispositivos como el iPad y las tabletas Android utilizan procesadores ARM, que son más baratos y con menor consumo energético que los de Intel. A día de hoy no pueden igualar las prestaciones de un ordenador de gama alta, pero para móviles y tabletas resultan perfectos. Intel es otra que se ha visto sobrepasada por la era Post-PC y no ha sido hasta este año que los fabricantes de Android han confiado en sus procesadores, como algunos modelos de Asus o Lenovo entre otros, gracias a la llegada de las CPUs Merrifield. Si Microsoft quería bajar hasta ese nicho, tenía por tanto que contar con una versión para ARM, y así nacía Windows RT. A diferencia de Windows 8, esta nueva versión no tenía que mantener ningún tipo de retrocompatibilidad, ya que no existían aplicaciones de escritorio compatibles con ARM, por lo que decidieron cerrarla y que sólo se pudieran instalar aplicaciones a través de su tienda. Esto supuso, claro está, que el software disponible fuera bastante reducido, tanto comparando con Windows 8 como con la competencia, y no ha terminado de cuajar en el mercado. De hecho, Microsoft tuvo que declarar pérdidas de 900 millones de dólares a causa de sus tablets Surface con Windows RT no vendidos.

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Windows 8 rompe muchas cosas que eran tradicionales en el PC: multitarea real, múltiples aplicaciones en pantalla en lugar de una a pantalla completa, menús adaptados al uso del ratón y no de un dedo, libertad para instalar programas desde cualquier fuente y mucho más. Es cierto que ahí sigue el escritorio como si fuera un Windows 7, que suele ser el argumento de los que defienden el nuevo sistema operativo, pero si tienes que recurrir a él entonces no estás sacando provecho a las nuevas características y todo ese lavado de cara pierde sentido. En cualquier caso identificar los problemas es más o menos sencillo, la cuestión es encontrar una solución a ese dilema que se le ha planteado a Microsoft: cómo satisfacer a los que quieren la interfaz tradicional para trabajar frente a los que buscan un ocio más accesible con una pantalla táctil.

Microsoft en la empresa 3.0

No todo son sombras en la gestión de Steve Ballmer. Tanto en este apartado como en el siguiente vamos a ilustrar algunos de sus mayores aciertos. En esta era de la movilidad, con la progresiva pérdida de relevancia del PC, otro de los grandes pilares de la empresa amenazaba con venirse abajo: Office. Si bien Office también está presente en los Mac, su gran influencia viene claramente dada por ir de la mano de Windows y su masivo dominio. Aún a día de hoy es difícil reemplazar completamente esta suite ofimática, ya que los usuarios están acostumbrados a su uso y aunque existen alternativas, algunas libres como OpenOffice, y otras tanto para iPhone/iPad como para Android, ninguna es capaz de soportar todas sus funcionalidades y aplicaciones. No obstante, aunque lentamente, estas soluciones van ganando terreno, o bien por su gratuidad, o bien por ofrecer otras ventajas siendo igualmente más económicas. Es el caso especialmente de los servicios de Google al respecto, con correo, archivos y calendario en la nube y clones de Word, Excel y demás que a un gran número de usuarios les resultan suficientes. Hubo grandes empresas que empezaron migraciones a Google Apps for Business buscando sobre todo un ahorro de costes, con lo que Microsoft tuvo que ponerse las pilas.

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Una vez más, y ya van unas cuantas en este artículo, Microsoft ha reaccionado tarde, pero a diferencia de las otras situaciones mencionadas, su ventaja les ha permitido no tener que moverse tan rápido, y la solución parece que podría convencer al mercado. Con Office 365 no sólo son capaces de competir con lo que Google o Apple ofrecen, sino que lo superan, ya que además lleva Office a todo tipo de dispositivos, no sólo los suyos. Al estar en la nube, las empresas ya no tienen que desplegar servidores de correo propios, y al funcionar mediante suscripción, tampoco tienen que hacer un desembolso inicial importante en licencias. De este modo, incluso aunque Windows muriera mañana, Office se está asegurando su existencia más allá del PC. Eso sí, pese a que teóricamente están haciendo las cosas bien, también es cierto que Office nunca ha tenido una amenaza mayor que la actual. Es más, el riesgo es aún mayor, ya que otros servicios como SharePoint o Lync, aunque técnicamente independientes, van realmente ligados al éxito de Office, así que la caída de éste provocaría un efecto en cascada.

Los servicios de Microsoft para empresas no acaban lógicamente en Office. Uno de los mayores logros de Steve Ballmer fue el desarrollo del framework .NET. Resulta difícil de explicar para aquellos ajenos a la programación, pero groso modo, es un entorno de ejecución y una serie de librerías que consiguieron que programar para Windows fuera muchísimo más sencillo. No se trataba sólo de programas de escritorio, sino también, y especialmente, de aplicaciones corporativas y servicios web, de forma que pudieran luchar contra Java y el dominio de Linux en ese terreno. También contaban con su propio servidor de aplicaciones y de base de datos, entre otras tecnologías. Si no hubiera sido por todo esto, y aunque siguen sin ser el actor principal, a día de hoy Windows Server y Microsoft en general estarían en una situación de irrelevancia en este sector. Ahora llega la computación en la nube y su gran baza es Azure, pero, ¡oh sorpresa!, otra vez tienen que recuperar el terreno perdido frente a Amazon o Google, entre otros, por lo que ése es su gran desafío a día de hoy.

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Como nota curiosa de lo bueno que es el framework .NET, el lenguaje C#, que nació al calor del mismo, fue tan bien acogido, que a día de hoy va mucho más allá de su intención original, y podemos encontrarlo por ejemplo en videojuegos gracias al motor Unity. El hecho de que sus especificaciones sean libres (nada habitual en Microsoft), permite que haya implementaciones de .NET más allá de Windows y ha hecho que se extienda a móviles y ahora a consolas, incluyendo Wii U y las plataformas de Sony. Esto supone que, por primera vez desde que se creaban los juegos en puro código máquina y ensamblador, el lenguaje C++ pueda verse desbancado, aunque aún tardará mucho en pasar, si es que ocurre.

Xbox y los videojuegos en PC

Se dice que, cuando Microsoft se planteó la creación de Xbox, Steve Ballmer no era precisamente uno de sus principales valedores. Bill Gates, aún CEO cuando el proyecto se inició, era mucho más optimista, mientras que su sustituto no mucho después no estaba convencido de que Microsoft debiera adentrarse en un mercado tan diferente al que estaban acostumbrados. En cualquier caso, más allá de lo que opinara, apoyó el proyecto de la primera Xbox, aun sabiendo que acabarían perdiendo dinero con ella. El objetivo era abrirse un hueco y darse a conocer, aunque no fuera rentable desde el principio, y lo cierto es que su primera máquina no lo hizo nada mal consiguiendo igualar e incluso ligeramente superar a Nintendo. Estaba claro que PlayStation 2 estaba en otra liga, y además salieron significativamente más tarde, pero lograron establecer licencias como Halo y llevaron el juego en línea a las consolas con Xbox Live, siguiendo la estela de SEGA con Dreamcast, de donde de hecho venían muchos directivos que se pasaron a Microsoft cuando la compañía japonesa cesó la fabricación de su consola.

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Con Xbox 360 querían evitar salir de nuevo a la sombra de Sony, así que atacaron antes y muy fuerte. Invirtieron mucho en exclusivas y gracias a sus magníficas herramientas de desarrollo lograron el apoyo de la industria, que venía de sufrir la complicada PS2. Incluso trataron de desembarcar en el mercado japonés con títulos como Blue Dragon o Lost Odyssey, pero esto ya no les salió tan bien. También pagaron el hecho de salir tan pronto a causa de su inexperiencia como fabricantes de hardware, y surgió el problema de las luces rojas. Esta cuestión podría dar para un artículo más largo, pero lo cierto es que el balance de Microsoft con Xbox 360 ha sido más que positivo: más de 70 millones de unidades vendidas, en un empate técnico con PlayStation 3, y número positivos de la división en los últimos años.

Ahora Microsoft tiene por delante el lanzamiento de una nueva consola, que ya es un reto en sí mismo. Su intención desde el principio era que lo mismo que el PC era la puerta al entretenimiento para muchos usuarios, colocar su máquina en esa posición en el salón. Sus aspiraciones van claramente más allá de los videojuegos, y la tecnología actual les permite ofrecer que Xbox One ofrezca servicios desde Skype a Netflix sin necesidad de un ordenador. Dejando atrás los amagos con las polémicas políticas que ya no van a implementar, lo que queda de eso es que buscan ofrecer la consola continuamente conectada a Internet, donde incluso la computación en la nube tiene cabida. Está por ver qué tal funciona la estrategia, y si consiguen éxitos realmente más allá de los videojuegos, que haya gente que compre su máquina como centro de entretenimiento y no simplemente como consola. Hay una pieza en concreto que causa más dudas, que no es otra que Kinect. Cuando Microsoft lo presentó parecía la respuesta al mando de Wii para ganarse sus usuarios. Tenía tecnología extremadamente avanzada, y hacía muchas cosas que Wii no podía ni soñar con ellas, pero cuando salió fue cuando la fiebre por los controles por movimiento empezaba a bajar. Ahora vuelven a intentarlo, con más y mejoradas funciones, pero una vez más sin juegos que demuestren su potencial más allá del control por voz, que da la sensación que es lo único a lo que le están sacando provecho.

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En lo que respecta a los videojuegos en PC, Windows 8 ha amenazado con alterar la situación actual. Microsoft siempre quiso que los ordenadores fueran máquinas para jugar, y que dichos juegos estuvieran sólo para Windows, ya que al fin y al cabo eso les garantizaba más ventas de su sistema operativo. La aparición de DirectX supuso que los videojuegos para ordenador quedaran atados a su sistema, ya que nadie más lo podía usar, y siendo superior a OpenGL, se convirtió en el estándar. Esto le otorgó también una ventaja competitiva con Xbox 360, y así vimos unos cuantos juegos que salían en ambas plataformas pero no en PS3. PS4 en cambio parece que soportará DirectX, aunque no está claro cómo han podido licenciarlo y no es una información oficialmente anunciada. Pero volviendo al PC, durante años Microsoft parecía conformarse con eso, con que los videojuegos salieran sólo para su sistema. La llegada de Xbox 360 y el creciente éxito de Steam les hizo replantearse la situación, y anunciaron Games For Windows LIVE, a reflejo de Xbox Live pero en PC, no sólo con juego en línea sino también con una tienda a través de Internet.

Si bien hay muchos juegos que salieron con este servicio, la apuesta no parece que fuera del todo rentable y no hace tanto que anunciaron que cerrarían tanto la tienda como el servicio. En Windows 8 de hecho ya no existe Games for Windows LIVE como tal, sino Xbox Games, que es capaz de conectar las cuentas de sus consolas con los PCs, ofreciendo logros y juego en línea. La diferencia es que este servicio ya sólo es compatible con juegos lanzados en la Tienda Windows, dejando fuera títulos aparecidos por ejemplo en Steam. Normalmente esos juegos son sencillos, del estilo de los que encontramos para móviles o tabletas, y no hablamos de títulos AAA. No obstante, en un próximo Windows, Microsoft podría ir más allá y acabar con las aplicaciones de escritorio, centralizándolo todo en su tienda y dejando fuera a Steam u Origin entre otros. Lo que es seguro es que a día de hoy no tienen una posición fuerte en el PC, y algo tendrán que hacer.

Buscando un nuevo CEO

El legado de Ballmer no debe verse como absolutamente negativo. Mientras ha estado como CEO, la compañía ha triplicado los ingresos y ha abierto nuevos mercados. El principal de ellos está encabezado por Xbox con la división de entretenimiento en su conjunto, pero también están creando centros de datos para dar soporte a sus servicios en la nube como Office 365 o Azure. Del mismo modo, Windows Phone está teniendo mucha más relevancia de la que tuvieron Windows Mobile o las PDAs con PocketPC, pese a que aún está lejos de la competencia. Lo que sí se le puede achacar es la gestión que ha hecho de su gallina de los huevos de oro, Windows, no sólo por la situación actual, sino por fallos como el de Windows Vista. El sistema operativo está ahora mismo amenazado como nunca antes, cuando hasta hace no tanto disfrutaba de un monopolio aplastante y sin visos de cambiar. Además, desde que fue nombrado CEO, los accionistas han visto cómo sus acciones se han quedado estancadas en los 30 dólares, frente a los 60 que llegaron a alcanzar justo antes de que Bill Gates se retirase, perdiendo también la tendencia alcista.

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Hay posiciones encontradas en cuanto a quién debería dirigir la nueva Microsoft. Lo que está claro es que en esta era de transición Microsoft necesita savia nueva, no alguien como Steve Ballmer que lleva más de 30 años en los puestos superiores del organigrama. La duda es de dónde debería llegar ese nuevo líder. Tras la muerte de Steve Jobs, parecía claro que Apple debía continuar por la misma senda. Al fin y al cabo ellos eran los innovadores y los que no dejaban de romper el mercado. De este modo, Tim Cook, un hombre de dentro y que seguía la filosofía de Jobs, fue puesto como su sustituto. El propio Steve Jobs volvió en su momento como CEO de Apple en una historia bien conocida, tras ser despedido de la empresa que él mismo fundó, y la convirtió en lo que ahora es. En el lado opuesto podríamos poner a Yahoo. Su fundador, Jerry Yang, retornó en 2007 como CEO para tratar de corregir el rumbo de la puntocom, y fue incapaz de conseguirlo. Ahora la compañía está en plena transformación y tratando de resurgir y todo gracias a Marissa Mayer, una ex de Google que vino a insuflar nuevos aires a una empresa que iba camino a la tumba.

Por tanto es difícil saber cuál es la fórmula del éxito. Por un lado están los que apuestan por alguien de dentro. Suenan nombres como Tami Reller, actual directora de Marketing quien estuvo a cargo de las finanzas de la división de Windows, o Julie Larson-Green, quien ahora dirige la división de entretenimiento pero fue responsable de planificación de Windows 7 y Windows 8, además de introducir la barra Ribbon en office. Buscando un perfil más innovador se podría mencionar a Satya Nadella, el cual gestiona la división de servicios a empresas, uno de los departamentos que más se está diversificando y avanzando dentro de la compañía. Tony Bates era CEO de Skype cuando Microsoft la compró, y aunque ahora sigue dentro de la empresa en labores de estrategia comercial, no sería totalmente un viejo conocido en la dirección de los de Redmond. En el otro extremo de la balanza están los que quieren un cambio más radical, y ahí suena fuerte Scott Forstall. Este directivo de Apple fue uno de los máximos responsables del éxito del iPhone y su interfaz táctil, pero también estuvo a cargo del nuevo servicio de mapas que fue un auténtico fracaso, lo que lo llevó a su despido. Alguien así podría dar a Microsoft las herramientas necesarias para transformar Windows en la nueva revolución informática. Reed Hastings, actual CEO de Netflix, no es completamente ajeno a Microsoft pues hasta el año pasado se sentaba en el comité ejecutivo, pero no es alguien que llevara el día a día de la empresa y su posición de cofundador de Netflix garantizaría emprendimiento y búsqueda de nuevos servicios.

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Es curioso pero entre los rumores está sonando mucha gente que estuvo en Microsoft pero ya no, que directivos actuales. Paul Maritz fue el máximo responsable del software para escritorio y servidores de Microsoft hasta el año 2000, encabezando iniciativas como Windows 95, Windows NT o Internet Explorer. Tras fundar una pequeña empresa que fue comprada por la dueña de VMWare, paso a ser CEO de ésta, pero es uno de los que podría retornar al hogar. Otro es Stephen Elop, actual CEO de Nokia, que tiene en su haber el conseguir reconducir la estrategia de la compañía finlandesa con un cambio radical de prioridades, algo que podría llevar a cabo en Microsoft. Steven Sinofsky fue el máximo responsable de Windows que consiguió arreglar el fiasco de Vista con la salida de Windows 7, pero también estuvo detrás de Windows 8, aunque su salida de la empresa teóricamente no tuvo que ver con la tenue acogida que está teniendo la última versión del sistema operativo. Lo que está claro es que es un hombre con ideas que podría dar un espíritu más innovador a Microsoft. Uno de los menos probables, pero que también se ha escuchado, es Vic Gundotra. El ex manager general de Microsoft se fue a Google para dirigir su división social, es decir, Google+, pero ni ésta ni su anterior proyecto, Windows Live, han sido todo lo exitosos que sus empresas esperaban.

¿Y Bill Gates? Nos tememos que no, que ya ha afirmado que no tiene interés en ponerse de nuevo al frente.