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Preocupación sin interés

El programa político del PSOE pretende incluir los videojuegos en el Plan Nacional sobre Drogas. El impacto sobre los jugadores está levantando las iras y tapando el verdadero problema: la industria del ocio digital no interesa a la clase política española.

La mañana se abría con una noticia cuanto menos singular: el programa electoral del PSOE y de su candidato, Alfredo Pérez Rubalcaba, incluye una sórdida mención a la industria del ocio digital. Viajo hasta la página 90 (PDF) para encontrar la sorpresa y cito textualmente: "Del mismo modo, debemos  plantear también la ampliación de competencias del propio Plan Nacional sobre Drogas, a fin de poder abordar el reto de las adicciones sin sustancia (ludopatía, nuevas tecnologías, la red, videojuegos, etc)". Los servidores de Twitter y Facebook ardían en castellano por los comentarios de los gamers, casi insultados por esta mención de la clase política española al entretenimiento digital.

Los videojuegos son para Rubalcaba "adicciones sin sustancia". Casi nada. Tras este entrecomillado lo lógico y fácil sería alzar mi discurso en contra de las palabras del programa electoral del PSOE, pero no lo haré. Y a riesgo de echarme al pueblo encima, romperé una lanza en favor de estas líneas escritas por el futuro equipo de gobierno del candidato socialista. Señores y señoras, los videojuegos pueden ser adictivos. Sí. Bien es cierto que bajo ningún concepto son equiparables a sustancias lesivas como las drogas, pero todo en exceso puede ser perjudicial para el ser humano. Pero enganchar, enganchan. Los tabloides británicos (I, II, III, IV, V) son supremos expertos en rescatar escabrosos casos de sucesos acaecidos en torno a una consola, un pad y algún jugón descarriado.

De igual forma en la sociedad actual no se droga todo el mundo, en el consumo de videojuegos no todos son gamers adictos y desesperados por conseguir la última novedad y lanzarse en su habituación al desenfreno y la lujuria que provocan las luminarias salidas del televisor. Un videojuego se puede consumir a partir de los tres años según la clasificación del código PEGI. La Coca-Cola, por decir algo, se puede beber prácticamente desde esa misma edad. Un simple cuestionario: ¿Puede un padre dar un Red Bull a su hijo de tres años? Sí. ¿Puede un padre permitir que un chico de seis años se conecte a World of Warcraft, MMO recomendado para 12 años? Sí. ¿Tenemos un problema? Sí. ¿Se debe tratar? Absolutamente. Por minoritario que sea, en nuestro redil humano siempre quedan ovejas descarriadas que se merecen la atención pertinente.

Una vez asimilada la sorpresa, me dispongo a realizar una búsqueda sobre el programa electoral para ver qué otras referencias se realizan al videojuego, considerado industria cultural por el Ministerio de Cultura (gestión formalizada precisamente durante gobierno socialista), y no encuentro ni una sola mención. Nada de nada. Cero. La palabra videojuego y su industria capaz de facturar más de 1.200 millones de euros al año en España (lo diremos por enésima vez...) no tienen cabida en un plan electoral. Ni siquiera en las secciones "Cultura y contenidos digitales" y "Ciencia y tecnología" donde por perfil temático encajaría una referencia a este no ya tan nuevo medio.

Lo más parecido que atisbo y que podría guardar relación de refilón es la siguiente cita (pág. 27): "Reforzar el Plan Integral de Apoyo a las Industrias Culturales y de la Creación, con especial incidencia en la formación de emprendedores, en la  internacionalización, en el reforzamiento del tejido empresarial y en las  facilidades de financiación, con el objetivo final de impulsar el cambio de  modelo de negocio que el sector precisa". Somos industria cultural y en muchos casos, el de los pequeños estudios de desarrollo (Akaoni, Over the top Games, Devilish Games, Cosmonaut Games y un largo etcétera),  hasta emprendedores. ¿Dónde está la mísera mención que merece este tejido industrial en el programa electoral de la fuerza política gobernante y candidata a seguir siéndolo durante los próximos cuatro años?

Que los videojuegos se integren en el excepcional, necesario y loable Plan Nacional sobre Drogas no debe ruborizarnos. El PROBLEMA mayúsculo es que la industria no aparezca ni por asomo en las intenciones de futuro de Rubalcaba. Analizar la propuesta de la oposición (Partido Popular) del dualismo político español no solo borra del mapa cualquier mención al ocio digital, sino que también incide en la necesidad de controlar estas adicciones sin sustancia por el bien del pueblo. Ése es el hándicap y por eso la creatividad española debe volar fuera para conseguir condiciones laborales dignas y las propiedades intelectuales deben ser costeadas por dinero exterior a nuestras fronteras. A mis siempre amigos políticos: así no se evita la fuga de talentos.

La noticia impacta, sorprende y estigmatiza. Es cierto que considerar los videojuegos como "adicción sin sustancia" marca al jugador, abierto a iniciar una cruzada cual William Wallace en contra de la fuerza opresora que no entiende el funcionamiento de la industria. Debemos ser capaces de mirar más allá de la ira que generada por la información rascando con pala la superficie para encontrar la verdadera naturaleza del problema. Seamos también sinceros: España tiene actualmente problemas sociales, económicos, laborales, etc. más graves que tratar y poco tiempo para andar preocupándose por los videojuegos, un ocio que nos alimenta y transforma, pero que es única y exclusivamente divertimento sin más. Avancemos hacia la estabilidad general y debatamos después sobre lo demás.

Esta columna es una opinión personal del autor que no representa necesariamente la de MeriStation.