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BioShock

BioShock

  • PlataformaPS31036010PC10
  • GéneroAcción
  • Desarrollador2K Marin
  • Lanzamiento31/08/2007 (360, PC)17/10/2008 (PS3)
  • TextoEspañol
  • VocesEspañol
  • Editor2K Games

Poder para cambiar el mundo

BioShock irrumpe al fin en PS3 para convertirse al instante en el mejor FPS disponible en la consola de Sony. Rapture abre sus puertas una vez más para hacernos partícipes de una historia en la que el ser humano trató de tocar el cielo, pero acabó descendiendo al más aterrador de los infiernos.

'Un hombre puede elegir. Yo elegí lo imposible. Construí una ciudad donde el artista no tenía que temer al censor; donde los grandes no estaban constreñidos por los pequeños; donde el científico no estaba limitado por la nimia moral.¡Yo elegí construir Rapture! Pero mi ciudad fue traicionada por los débiles. Así que yo te pregunto, amigo mío, si tu vida fuera el premio, ¿matarías a los inocentes? ¿Sacrificarías tu humanidad? Todos hacemos elecciones; pero, al final, las elecciones son las que nos hacen a nosotros.' -Andrew Ryan

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La temporada pasada fue sin duda una de las mejores que jamás han llegado a vivirse en la historia de nuestro mundillo, repleta de obras maestras, de títulos que nos sorprendían y divertían a cada segundo que pasaba (Super Mario Galaxy); o nos mantenían en vilo en todo momento al tiempo que éramos presos de la cólera, la impotencia, la tristeza y, finalmente, una férrea determinación (Metal Gear Solid 4); o nos trasladaban a una ciudad recreada con todo detalle cuyos lujos y magnificencia no lograban ocultar la falta de escrúpulos de sus habitantes (Grand Theft Auto IV); o cerraban de forma magistral una de las mejores trilogías que se han visto en los últimos tiempos (Halo 3). Pero existió un título en concreto que sorprendió a propios y extraños, un juego que nos cogió a todos por sorpresa. No se trataba de una nueva y excelente vuelta de tuerca a las aventuras de uno de los personajes clásicos más famosos y queridos del mundillo; ni el broche de oro puesto a la historia más grande jamás contada en el ámbito de los videojuegos; ni de una saga que con su nueva entrega elevaba a la enésima potencia el género que ella misma había creado; ni la recta final de una odisea espacial en la que el último y mejor de los Espartanos encaraba su destino como sólo un héroe puede hacerlo.

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Y es que BioShock, uno de los títulos pertenecientes a la pentalogía de obras maestras que pudimos disfrutar la temporada pasada, no se encontraba encuadrado en franquicia alguna. No era el nuevo capítulo de una saga de postín, ni contaba con un número que diera fe de su pedigrí anterior. Eso sí, esta nueva licencia se circunscribía dentro de uno de los géneros más sobreexplotados de la actualidad, el First Person Shooter. Incontables han sido los FPS lanzados desde que ID Software sentara las bases del género con Catacomb 3-D (1991) y Wolfenstein 3D (1992), para posteriormente convertirlo en un fenómeno de masas con Doom (1993), pero pocos han conseguido destacar sobre los demás hasta el punto de hacer temblar los cimientos sobre los que se asientan los juegos de acción en primera persona. BioShock lo consiguió, haciéndolos sacudir de una manera que no se había visto o experimentado desde Half-Life (1998).

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Irrational Games, con el artista Ken Levine al frente, desarrolló una auténtica obra de arte a nivel visual (Rapture, ese horrible caos de belleza inusitada), al tiempo que trascendía los convencionalismos del género para insuflarles nueva vida, convirtiendo lo que antes se daba por sentado en algo tan imprevisible como sorprendente en cada segundo de juego. Sin embargo, dicha maravilla sólo pudo ser disfrutada por los usuarios de Xbox 360 y PC, ya que Microsoft se aseguró un contrato en exclusiva que alejó al título de los circuitos de PlayStation 3. Afortunadamente, la exclusiva resultó ser sólo temporal, por lo que unos cinco meses atrás se anunció a bombo y platillo el lanzamiento de BioShock para la plataforma de última generación de Sony.

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Pero no era tarea sencilla trasladar BioShock de Xbox 360 y PC a PS3 sin que el título perdiera un ápice de calidad por el camino; ello no era debido a que la consola de Sony careciera del potencial suficiente para mover el juego, ni mucho menos, sino a que su peculiar arquitectura hacía complicada dicha tarea. BioShock corre bajo el Unreal Engine 3 (en uno de los mejores usos que jamás se le han dado al popular motor gráfico), algo que hacía más difícil la conversión, ya que no han sido pocos los títulos movidos por dicho motor que han perdido calidad en su paso de Xbox 360 a PS3. Pero 2K Games ha puesto todo de su parte para hacer que este BioShock de PS3 no perdiera un ápice de calidad, poniendo a cargo del proyecto nada menos que a cuatro estudios diferentes: 2K Marin como programador principal; 2K Boston y 2K Australia (creadores del juego original) como supervisores; y Digital Extremes (grandes conocedores de los entresijos de la complicada arquitectura de PS3) como asesores.

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El resultado no podría ser mejor. Este BioShock de PS3 es tan sobrecogedor a nivel gráfico como las versiones anteriores, permitiendo a los usuarios de la consola de Sony disfrutar de tan magna obra maestra al mismo nivel que los poseedores de un PC o una Xbox 360 pudieron hacerlo la temporada pasada. Además, la conversión trae algunos añadidos extra bajo el brazo, aunque por desgracia los más interesantes se nos ofrecerán aparte. Pero ya concretaremos este aspecto más adelante. Aunque la columna vertebral de este BioShock de PS3 es idéntica a la de Xbox 360 y PC, este humilde servidor de ustedes dedicará unas cuantas páginas a subrayar las virtudes del título. Y es que, para un redactor, escribir largo y tendido sobre un juego de la calidad de BioShock es una oferta demasiado tentadora como para dejarla pasar. Así que si deseas conocer directamente las novedades y diferencias existentes entre la versión que nos ocupa respecto a las anteriores, pasa directamente a la página 6. Si prefieres esperar, permíteme que te introduzca en el escalofriante mundo de Rapture.

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Ni dioses ni reyes, sólo el hombre

Te encuentras en un avión, atravesando el atlántico, en un viaje transoceánico que te permitirá hacer una visita a tus primos de Inglaterra. Es un vuelo tranquilo y bastante aburrido. Nadie con quien conversar, nada que ver a través de la ventanilla excepto el monótono manto oceánico que se pierde en el horizonte. Al principio centraste tu atención en admirar la belleza del reflejo de una luna llena anormalmente grande sobre las tranquilas aguas que se habían adueñado del paisaje, pero incluso esa casi sobrecogedora visión ha terminado por aburrirte. Finalmente, los párpados comienzan a pesarte al tiempo que un ligero sopor susurra suavemente a los cansados oídos de tu vigilia. Cerrar los ojos y dormir un rato, parece decir tu subconsciente. Te parece una buena idea, aunque sólo sea porque no hay otra cosa que hacer. Accedes a cerrar los párpados, y es entonces cuando se desata el caos a tu alrededor.

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Todo sucede con demasiada rapidez, tanta que apenas llegas a adivinar lo que ocurre. Las luces del avión se apagan, la gente comienza a gritar. Logras escuchar lo que crees que es el agonizante sonido de uno de los motores del aparato, por lo que tu asustado cerebro acaba gritándote la que sólo puede ser única y aterradora explicación a todo lo que está pasando: ¡Un accidente! ¡El avión se va a estrellar! ¡Me voy a estrellar! ¡Voy a morir! Pero no te da tiempo a sumar el grito que comienza a ascender por tu garganta a los alaridos de pánico del resto de pasajeros, ya que algo te golpea. En el cuerpo, en la cabeza… no aciertas a saberlo. Solo eres consciente de que la oscuridad que se ha adueñado del avión da paso a un manto de negrura aún mayor, completamente inescrutable, que te envuelve y nubla tus sentidos hasta apagarlos por completo.

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Despiertas súbitamente. El frío te rodea por completo. Agua por todas partes. Te encuentras sumergido en las procelosas aguas del Atlántico, y te estás ahogando. Observas atónito cómo un zapato flota delante de ti; un bolso abierto, del que asoma lo que parece ser un collar de perlas, llama tu atención antes de hundirse en las profundidades; una hélice, aún girando, pasa cerca de ti a la velocidad del rayo… Te estás ahogando; no has podido coger aire y te estás ahogando. Pero te encuentras completamente desorientado; no sabes a qué profundidad te has hundido ni en qué dirección debes nadar para intentar salir a la superficie. Te fijas en las burbujas; burbujas ascendiendo por todas partes. ¡Debes nadar en la dirección que siguen las burbujas! Comienzas a agitar tus extremidades desesperadamente. Puedes ver lo que parecen ser llamas, las llamas del aparato estrellado, reflejándose en la superficie situada encima de ti. Te preguntas a qué distancia se encuentra esa superficie. No hay aire en tus pulmones, te estás asfixiando. Luchas por contener el irrefrenable deseo que comienza a adueñarse de tu voluntad, el cual te grita que abras la boca de par en par para intentar respirar, al tiempo que agitas tus extremidades con aún más desesperación. Finalmente, logras alcanzar la superficie.

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 Los restos del avión envuelto en llamas están por todas partes. No ves a ningún otro superviviente. El alivio que sientes al poder volver a respirar no tarda en desvanecerse. Te encuentras en mitad del océano, completamente solo. Es cuestión de tiempo que acabes ahogándote. Pueden ser horas, e incluso puede que algunos días si logras encontrar algún resto flotante al que agarrarte. Sea como sea, es cuestión de tiempo. Es entonces cuando algo llama tu atención. Una inmensa silueta se recorta contra la resplandeciente circunferencia de la luna llena, eclipsándola casi por completo. ¡Es un faro! Un faro construido sobre un islote. ¿Un faro en medio del océano? ¿Qué sentido tiene? Sin embargo, no te vas a quejar por aquél insólito golpe de suerte, así que nadas hacia él. Subes unas escaleras alumbradas por faroles, y te detienes frente a la curiosamente ornamentada puerta de acceso a la construcción, la cual se encuentra entreabierta y coronada por un emblema en el que una inmensa R se sobrepone sobre lo que parecen ser altos y espigados edificios de extraño diseño. Atraviesas el acceso sin dudarlo, seguro de estar al fin a salvo. En este edificio tiene que haber alguien; alguna persona, provisiones, e incluso una radio con la que poder pedir ayuda.

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El interior está a oscuras, sumido en un completo silencio, hasta que súbitamente se encienden unas luces y comienza a sonar una afable melodía. Una inmensa estatua, representando a un hombre con una férrea determinación marcada a fuego en su rostro, preside el lugar junto a un gran cartel en el que puede leerse 'Ni dioses ni reyes. Sólo el hombre'. Bajo la estatua se encuentra una placa en la que puede leerse lo siguiente: '¿En qué país existirá un lugar para gente como yo?'. Bajo la frase, un nombre: Andrew Ryan. Desciendes unos peldaños mientras te preguntas qué clase de faro puede ser este. Finalmente, encuentras un batiscafo. En el interior de la pequeña nave submarina no hay controles, sólo una palanca, que acabas accionando tras asegurarte de que no hay otro sitio al que ir. Comienzas a descender a las profundidades oceánicas. El cristal del batiscafo te permite ver el exterior, por lo que te das cuenta de que te encuentras en un túnel. Repentinamente, el cristal es cubierto por una pantalla de vídeo. El sonido de una grabación surge de altavoces situados en alguna parte. '¿Acaso el hombre no tiene derecho a recoger los frutos del sudor de su propia frente? ¡No, pertenece a los pobres! dicen desde Washington. ¡No, pertenece a Dios! dicen desde el Vaticano. ¡No, pertenece a todos! dicen desde Moscú. Yo rechacé eso y elegí mi propio camino, elegí lo imposible, elegí… ¡Rapture!'

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La pantalla de vídeo desaparece, por lo que puedes volver a ver a través del cristal del batiscafo. El pequeño ingenio submarino asciende por una colina, tras la que surge la visión más sobrecogedora que ni siquiera en tus más locos sueños habrías imaginado llegar a admirar. Una inmensa ciudad sumergida, de altos y espigados rascacielos iluminados por coloridas luces de neón, cuya arquitectura te recuerda a la de esas bizarras edificaciones que pueblan las series de ciencia ficción tan habituales en televisión, aparece ante ti y te deja sin aliento. 'Rapture -repite la grabación que surge de los altavoces del batiscafo-, una ciudad donde el artista no debe temer al censor; donde el científico no se encuentra atado por las absurdas cadenas de la moral; donde las ambiciones del grande no son constreñidas por la impuesta obligación de asistir al pequeño…' La voz sigue surgiendo de los altavoces, pero tú ya apenas le prestas atención. La sobrecogedora visión que tienes ante ti; los ostentosos edificios; la colosal ballena que se desliza perezosa por entre los altos leviatanes de hormigón y acero… Una visión que te quita el aliento; que difumina todo lo demás; que te ofrece la sensación de encontrarte a las puertas de un paraíso creado por el ser humano… Sin embargo, no tardarás mucho en comprobar que lo único que aguarda agazapado en Rapture es el más horrible y espeluznante de los infiernos imaginados por el hombre.

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La evolución en una botella

Tal y como habéis podido leer, el comienzo de BioShock no puede ser más prometedor. Lo mejor de todo es que esa sensación de encontrarte ante algo especial, original y sorprendente seguirá ahí hasta que termines el juego. Rapture es, de principio a fin, uno de los entornos más sobrecogedoramente elaborados, impecablemente diseñados y ostentosamente recreados que se hayan podido jamás ver en videojuego alguno. Sin duda, la onírica y delirante ciudad surgida de la mente de Ken Levine es lo mejor de BioShock; aquello que hace que el título traspase las fronteras de la excelencia para ser calificado con todos los honores de obra maestra.

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Cada edificio, calle, pasillo, habitación, cubierta o vestíbulo que recorreremos en nuestra odisea por desvelar los oscuros secretos de la ciudad (y creednos, son muchos, todos capaces de poner los pelos de punta al más pintado), al tiempo que intentamos salvaguardar tanto la vida como la cordura, es distinto a todo lo que hayamos visto en el juego con anterioridad. Dichos entornos cuentan la historia del alzamiento y caída de Rapture por medio de carteles, proclamas, edictos y anuncios al más puro estilo Art Decó estadounidense de las décadas de los 50 y 60.

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Además, el hábitat que nos rodea también cuenta de forma magistral la trágica historia de los habitantes de la onírica metrópoli, tanto en su día a día antes de la caída de la ciudad como en los horribles sucesos posteriores que acabaron poniendo fin a sus ambiciosas existencias: Mensajes personales grabados a modo de diarios; objetos cotidianos situados de una determinada manera; una pareja cuyos cuerpos inertes se encuentran abrazados frente a un televisor; los artículos de fiesta abandonados en un salón de baile en el que se celebraba la llegada del año nuevo… Y a todo esto hay que sumar la constante presencia del inquietante Andrew Ryan por medio de vídeos, carteles y grabaciones repartidas por toda la ciudad. En definitiva, la presentación, detalle, ambientación y puesta en escena de BioShock simplemente no podría ser mejor.

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Mención aparte merecen los ciudadanos de Rapture supervivientes a la deflagración, los cuales tratarán de darnos caza a toda costa. Con sus cuerpos retorcidos, deformados, y sus mentes quebradas y marchitas a causa de las modificaciones genéticas a las que con tanta opulencia se sometieron para ser más dioses que humanos, su sola presencia puede llegar a sobrecoger al más envalentonado de los jugadores. Escuchar sus absurdos monólogos, los cuales emanan incesantemente de sus deteriorados labios sin orden ni concierto, surgir de algún lugar que no acertamos a adivinar consigue ponernos los nervios a flor de piel. Además son rápidos, endiabladamente rápidos, con lo que hasta el más común de los enemigos puede llegar a ponernos en serios aprietos en niveles altos de dificultad. Y los hay mucho peores, tales como los letales Big Daddies, auténticos colosos que protegen a sangre y fuego a las Little Sisters, inquietantes niñas portadoras del bien más preciado para nuestra supervivencia: el Adam.

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'La evolución en una botella'. Este anuncio nos llamará poderosamente la atención nada más poner los pies en Rapture. El contenido de la citada botella es, junto a la ambientación y peculiar narrativa que la ostentosa metrópoli pone ante tus ojos, la clave que permite a BioShock sobresalir sobre la asfixiante marea de FPS sin alma que inundan el mercado. El Adam, necesario para mejorar los plásmidos (poderes de los que podemos hacer uso tras inyectárnoslos) con los que contamos al tiempo que nos permite comprar otros nuevos, es la principal moneda de cambio en la desquiciada ciudad. Esta sustancia será lo único que nos dará posibilidades de sobrevivir un poco más al horror que nos rodea, aún a riesgo de acabar formando parte de ese mismo horror. Por supuesto, existen armas dispersas a lo largo y ancho de Rapture, pero éstas no serán suficientes para mantenernos con vida.

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Un claro ejemplo de ello lo tenemos en los primeros compases del juego, en los que contamos con la única ayuda de una llave inglesa para defendernos de los despiadados ataques de los ciudadanos de Rapture. Nos sentimos indefensos, expuestos, desamparados… Pero todo cambia tras inyectar en nuestro organismo el primer plásmido, que nos permite lanzar contundentes descargas eléctricas a través de nuestras manos, dándonos con ello la sensación de habernos transmutado en un mortífero Maestro Sith.

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Tras electrocutar a nuestro primer enemigo para posteriormente rematarlo con un único y contundente golpe pasaremos a sentirnos poderosos, seguros de nuestras posibilidades; aunque acabaremos preguntándonos qué vendrá después de ese subidón, cuáles serán las consecuencias de nuestros actos, qué precio tendremos que pagar en la incesante búsqueda de poder a la que nos veremos obligados para garantizar nuestra supervivencia... ¿Nos acabaremos convirtiendo en una de las criaturas vagamente humanas a las que ahora eliminamos sin el menor miramiento? Por supuesto, a lo largo de la aventura surgirán nuevas e inquietantes preguntas al tiempo que desvelamos los misterios de Rapture. Además, algunas de las decisiones que tomemos en determinados momentos sellarán irremediablemente nuestro destino. Pero no entraremos en detalles; es mejor que todo esto lo descubráis por vosotros mismos.

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Poder para el pueblo

En nuestros enfrentamientos con los despiadados seres que pueblan Rapture deberemos combinar los poderes plásmicos con el uso de las armas para poder abatir a los enemigos con un mínimo de garantía. Y es que, a pesar de que nuestro arsenal es digno de mención (ya en los primeros compases del juego, tras asistir a una turbadora escena, nos haremos con un contundente revolver), no será suficiente para vencer en los combates. A este respecto, el juego nos ofrece desafíos cada vez más significativos e imaginativos, que nos obligaran a usar todo lo que esté en nuestra mano para superarlos. Bien es cierto que BioShock no es ni mucho menos el primer juego en el que podemos atacar alternando armas con uso de poderes (el notable Jericho también explota esta posibilidad, por poner un ejemplo), pero el abanico de posibilidades que se abren se encuentran a años luz del resto de títulos. De inicio hay que mencionar que llegaremos a contar con más de 70 plásmidos y tónicos genéticos (estos últimos actúan como habilidades pasivas, por lo que se encuentran siempre activos) para usar, lo que ya ofrece una más que notable variedad.

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Además, el entorno en el que nos movemos también será parte activa en nuestros enfrentamientos, ya que deberemos tratar de usarlo en nuestro provecho: prender fuego a un enemigo especialmente escurridizo para que su prioridad sea la de arrojarse al agua en lugar de atacarnos, momento que deberemos aprovechar para coserlo a balazos; lanzar una descarga eléctrica sobre una encharcada sección del escenario, lo que nos librará de unos cuantos enemigos de una sentada y permitirá que podamos concentrar nuestros esfuerzos en adversarios que nos acosan por otro lado sin el riesgo de acabar viéndonos desbordados; reprogramar sistemas de vigilancia, torretas de seguridad o bots de ataque (por medio de un curioso minijuego que guarda bastantes similitudes con el clásico título de puzzle Pipemania) para que nos ayuden en los combates; congelar a un molesto adversario para poder romperlo en mil pedazos de un único disparo; usar la telekinesis para reenviar a sus legítimos remitentes los proyectiles y explosivos que éstos nos lancen; volver a los enemigos unos contra otros para que ellos mismos hagan nuestro trabajo… Las posibilidades son inmensas, y lo mejor es que el juego centra sus esfuerzos en obligarte a usarlas todas; aquí no existe un único plásmido o una única arma que sirva para todos los combates o situaciones. En definitiva, cada enfrentamiento, enemigo, obstáculo o entorno es un mundo, y deberemos adaptarnos a estos desafíos a la velocidad del rayo.

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Esta ciudad no se construyó con hormigón o acero. Se construyó con ideas.

En lo referente al apartado técnico, BioShock exprime el popular motor Unreal Engine 3 como pocos juegos han hecho hasta ahora, brindando un tour de force visual que no dejará de sobrecogernos en ningún momento. Ya lo apuntamos unas páginas más atrás: Rapture es uno de los entornos más laboriosa e ingeniosamente recreados jamás vistos; y el motor mueve todo este espectáculo de forma magistral, sin fisura alguna. Desde los vívidos colores de los neones que adornan la ciudad sumergida hasta los reflejos del agua (un agua impecablemente recreada, que casi logra hacer que sintamos la humedad en nuestros pies al caminar por ella), pasando por el entorno submarino que podemos ver a través de los amplios ventanales dispuestos en muchas de las secciones de la ciudad; o el pavoroso diseño de la inmensa mayoría de los enemigos, los efectos gráficos que se desencadenan por doquier cuando hacemos uso de todo nuestro poder, el contraste luz/oscuridad en muchas de las secciones de Rapture, los carteles y proclamas que adornan las paredes, la calidad y alta resolución de las texturas… Todo este espectáculo gráfico transcurre por la pantalla sin fisura alguna, libre de ralentizaciones o cualquier defecto que pueda oscurecer el resultado.

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El apartado sonoro no queda precisamente rezagado respecto al visual. BioShock se encuentra doblado al castellano, en un trabajo bastante notable que hace subir la ambientación del título aún más enteros. La inmensa mayoría de los habitantes de Rapture tienen a la demencia y la esquizofrenia como únicos compañeros de fatigas; no es fácil reflejar en palabras el tono, el timbre, la desquiciante forma de hablar de alguien que hace mucho perdió la cordura, pero por fortuna los actores de doblaje que han trabajado en BioShock hacen su trabajo de manera magistral. La misma voz del omnipresente Andrew Ryan, el cual hace gala de un tono en el que se deja entrever una determinación y astucia que ralla en lo enfermizo, ya es buen ejemplo de ello.

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En lo referente a la banda sonora, ésta se encuentra tan impecablemente trabajada como era de esperar. El compositor Garry Schyman (entre cuyos trabajos se encuentran las BSO de la saga Destroy All Humans) ha creado unas melodías que ambientan el juego a la perfección. La música de corte orquestal se entremezcla con canciones de época para dar como resultado un apartado que, cómo no, se suma al aspecto gráfico y sonoro del título para brindarnos una ambientación pulp de categórico sobresaliente. La perfecta unión de todos estos factores es lo que hace del juego una aventura única. BioShock podría perfectamente ser la adaptación de una novela de Julio Verne pasada por el tamiz de la locura, o la prueba irrefutable de que el ser humano siempre será imperfecto por mucho que trate de dejar atrás sus limitaciones.

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BioShock en PlayStation 3

Y ahora entramos en el apartado dedicado en exclusiva a reseñar las diferencias y novedades que este BioShock de PS3 posee con respecto a las versiones anteriores destinadas a PC y Xbox 360. Ya hemos apuntado que en lo referente al apartado técnico la conversión ha sido sublime. El juego luce en la consola de Sony tan espectacular como era de esperar. Además, si posees una televisión Full HD, la experiencia subirá muchos enteros, ya que el juego funciona a 1080p, lo que por desgracia no es muy habitual en los títulos destinados a PS3. Este detalle da buena fe del mimo con el que 2K Games ha tratado la conversión.

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Eso sí, no todo podían ser buenas noticias, ya que tendremos que instalar el juego en el disco duro de nuestra consola (unos 5 GB en total) antes de comenzar a jugar, algo que nos llevará unos diez minutos. Por fortuna, los desarrolladores se han esforzado por hacer más amena la espera con música de época y la oportunidad de visualizar un adelanto de los carteles, proclamas y anuncios que pueblan Rapture. Esta suerte de intro es ideal para ponernos en antecedentes, aunque también es verdad que la espera se hace pesada; no en vano, cuando adquirimos un título nuevo lo último que queremos hacer es esperar unos minutos más antes de poderlo disfrutar.

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Bien es verdad que, gracias a esta instalación, las lecturas desde el disco que hace el juego una vez nos encontramos inmersos en la aventura serán algo más rápidas que en Xbox 360 o PC. Esto también influirá en la estabilidad del motor gráfico, ya que el juego cargará muchas de las texturas y elementos desde el disco duro en lugar del Blu-ray. Pero los diez minutos de instalación no pueden llegar en peor momento. En este sentido, quizá lo que hizo Metal Gear Solid 4 (dividir la instalación en varias partes a lo largo del juego, en lugar de concentrarlas en una única instalación inicial) debería ser tenido en cuenta por las compañías para librar al usuario de esta ligera molestia.

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Una vez nos encontramos inmersos en el juego (por cierto, os recomiendo que aguardéis un par de minutos antes de pulsar el botón Start, merecerá la pena) nos llamará la atención un nuevo añadido que no se encontraba presente en las versiones anteriores de BioShock: el contenido descargable. Dentro de poco tiempo (entre el lanzamiento del juego y antes de que finalice el año, según ha asegurado uno de los productores de BioShock), 2K Games subirá a PlayStation Network contenidos descargables para el título, los cuales tomarán forma de aventuras individuales (independientes respecto al juego principal) donde se alternarán el ingenio a la hora de resolver complicados puzzles con la acción constante. Es posible que 2K ofrezca más información al respecto a finales del presente mes, aunque no es un hecho confirmado.

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Estas aventuras individuales estarán ambientadas tanto en escenarios que no llegaron a ver la luz en lo que acabó siendo el juego final como en localizaciones completamente nuevas. Por supuesto, todas ellas mantendrán el estilo Art Decó que tan especial ha hecho a BioShock. Eso sí, la pregunta de si el citado contenido descargable será gratuito o de pago aún no tiene respuesta. Sea como fuere, el juego se convierte con este contenido extra en uno de los títulos protagonistas de la guerra abierta que tanto Sony (BioShock y Mirror's Edge) como Microsoft (Grand Theft Auto IV y Fallout 3) mantienen en lo referente al contenido exclusivo en forma de capítulos descargables.

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El otro gran añadido del que hace gala la versión PS3, que afortunadamente sí se encuentra incluido en el disco de juego, es un nuevo nivel de dificultad denominado Superviviente. 'Cada bala cuenta', puede leerse como definición, y desde luego es una leyenda a la que no le falta razón. La curva de dificultad en Superviviente asciende muchos enteros respecto a lo visto en el modo Difícil: la munición será un bien tan o incluso más preciado y escaso que el Adam; los enemigos no nos darán tregua alguna por muy comunes e insignificantes que sean; e incluso podemos elegir afrontar este insano nivel de dificultad sin la ayuda de vitacámaras (el equivalente en Rapture a los check points), lo que convertirá al juego en un desafío sólo comparable a lo visto en algunos de los clásicos más difíciles de todos los tiempos, tales como Gradius o Ghost 'n Goblins.

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Los trofeos de este BioShock de PS3 (añadidos que, al igual que el contenido descargable, también serán accesibes vía PSN, aunque esta vez sí está confirmado que no habrá que pagar por ellos) serán idénticos a los logros vistos en Xbox 360, aunque se añadirán 4 nuevos: trofeo por jugar en Superviviente; trofeo por completar el juego en Superviviente con o sin la ayuda de vitacámaras; y un trofeo Platino que lograremos adquirir cuando ya poseamos todos los anteriores. Eso sí, es una lástima que 2K no haya aprovechado la ocasión para añadir soporte para el sensor de movimiento Sixaxis, ya que poderes como la telekinesia habrían brindado notables posibilidades al respecto.

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Con el sudor de tu frente, Rapture también puede ser tu ciudad

La espera ha sido ardua para los poseedores de una PS3, pero podemos decir sin la más mínima sombra de duda que ha merecido la pena. BioShock luce en PlayStation 3 al mismo nivel que en Xbox 360. Bien es verdad que adolece de leves deficiencias gráficas en contadas ocasiones (dificiles de percibir, eso sí), pero 2K ya ha confirmado que en próximas fechas lanzará un parche para corregirlas. A esto hay que añadir el contenido extra exclusivo de esta versión (un nuevo nivel de dificultad, 4 trofeos adicionales, los futuros capítulos descargables) que logra ampliar aún más la longeva experiencia que viviremos en Rapture. Del juego en sí poco podemos añadir que no hayamos dicho ya: Uno de los mejores FPS monojugador jamás vistos; un apartado gráfico (a 1080p) absolutamente sobrecogedor; una historia tan magistral como el modo en que nos es narrada… BioShock ha llegado a PS3 para convertirse en el mejor juego del género disponible en la consola de Sony, sin rival alguno que merezca siquiera ponerse a su sombra. Bien es cierto que varios pesos pesados se encuentran en camino (Resistance 2, Killzone 2), pero tendrán difícil estar a su altura.

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-A nivel visual y sonoro, Bioshock es de lo mejor que puede encontrarse en PS3, y a verdadera alta definición (1080p)

-Rapture no deja de sobrecogernos por mucho que la visitemos, prueba irrefutable de que nos encontramos ante uno de los entornos mejor elaborados vistos en juego alguno

-El sistema de combate, en el que se nos insta a alternar el uso de armas y poderes plásmicos de maneras cada vez más imaginativas, es de lo mejor del género

-Tras disfrutar de BioShock, las sensaciones experimentadas con el resto de FPS que inundan el mercado te parecerán vacías y sin alma

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Obra maestra

Una obra maestra que ha dominado su género para colocarse en la cima del mismo. Un coloso de su generación que seguirá siendo comentado y recordado en el futuro. La nota máxima no implica perfección, sino que es usada para señalar a un referente absoluto en el que los demás pueden y deben mirarse. Cómpratelo incluso si no te gusta el género (Nadie podrá decir que no tuviste Quake, Ultima Online o Grand Theft Auto III de turno).