La pesadilla de Spyro

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Junto a Crash Bandicoot, Spyro es otro de esos personajes de la generación PlayStation que pasó a manos de Vivendi hace algunos años cambiando así su planteamiento jugable y que Amaze redefine ahora. La Noche Eterna es un juego más del Spyro característico de los últimos años, lejos de aquel símbolo de Insomniac hace más de una década. Es un título sin innovación pero correcto, repetitivo pero entretenido, aceptable pero injustificado.

La portátil de Nintendo tiene un catálogo demasiado amplio en el género que hibrida las plataformas y la acción como para que juegos como éste resalten y sean un éxito de críticas. Al dragón morado empieza a acabársele el fuego, sus saltos y vuelos ya no ascienden tanto y, con cada nueva entrega, la decepción está empezando a ser palpable entre los que fueron sus seguidores. Amaze sigue conjugando plataformas y acción en sus títulos, pero el exagerado parecido entre unos y otros está empezando a agotar la fórmula.

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A través de una trama estrictamente lineal y previsible, Spyro viajará por varios entornos recolectando gemas que le ayuden a utilizar sus habilidades contra los variopintos aunque poco variados enemigos con que se cruzará en el camino. Una gran cantidad de puzzles de espejos y tres minijuegos a desbloquear son la alternativa a tanto salto y golpetazo, poca cosa pero suficiente, como el juego en general.

Spyro tiene nuevos enemigos. Muchos dragones de la Convención saldrán a su paso para impedirle que continúe hacia el jefe de todos ellos. Spyro va teniendo pesadillas sobre su pasado en las que rememora las anteriores batallas y las relaciona con sus andanzas actuales. Todo el argumento se nos contará mediante unas escenas estáticas y unos subtítulos en castellano en la pantalla inferior que traducen el audio en inglés. Demasiado pobre.

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Como es habitual, Spyro se verá acompañado en todo momento de la libélula Sparx, quien hará de consejera en muchas ocasiones prestándonos su ayuda con pistas y explicaciones. De vez en cuando, intervendrán otros personajes que, al igual que la libélula, no tienen voz, sólo leeremos sus comentarios en una ventana que emerge al lado del dragón.

A este apartado gráfico mediocre le sumamos uno sonoro a la misma altura. Los temas que acompañan a los niveles no funcionan mal pero son repetitivos hasta la saciedad y pasan absolutamente desapercibidos. Las pocas voces que encontramos no están dobladas al castellano, algo que no hubiera costado demasiado debido a las pocas líneas de diálogo hablado que confeccionan el juego.

La acción de toda la aventura y las secuencias de historia se mantendrán en la pantalla inferior mientras que en la superior se nos dejarán ver un mapa y los niveles de salud, habilidad especial y el estado de furia. La pantalla táctil se usa constantemente y siempre para las mismas acciones aunque el manejo del dragoncito se lleva a cabo totalmente mediante la cruceta y los botones y gatillos.

Para colmo, no es un juego largo, lo que hará que en unas 6 horas escasas nos lo hayamos acabado. Su rejugabilidad está prácticamente descartada. Tres minijuegos desbloqueables amenizan el único modo principal para un solo jugador. No comentaremos de qué van para no quitarle al juego la única sorpresa que presenta, que tampoco es espectacular en ningún momento.

Los puzzles que encontraremos, por su parte, son siempre los mismos aunque haciéndose más difíciles cada vez. Ya son conocidos en Spyro estos minijuegos de colocar y girar espejos para guiar un rayo de luz hasta donde se nos indica. Se manejan enteramente con el Stylus y, por norma general, son bastante sencillos de resolver.

En su camino, Spyro encontrará gemas azules, rojas, moradas y verdes. Cada una tiene una función ya que rellenarán los niveles de salud, furia y ataque especial o, en el caso de las azules, servirán para mejorar las habilidades de nuestro protagonista. Al pelear contra los enemigos, golpearemos con el botón Y, usaremos los ataques especiales con A y utilizaremos la pantalla táctil para activar las habilidades de furia (tocando y repitiendo una secuencia de colores) o rematar en el aire a estas extrañas y hostiles criaturas. Esto último se hace mediante otro minijuego en el que debemos hacer unos trazos indicados para conseguir más gemas cuando el enemigo caiga al suelo.

La variedad visual de los escenarios no se traduce en variedad de situaciones o composición en ningún caso. Pese a recorrer interiores y exteriores, palacios, ruinas, selvas y áridos desiertos, cada nivel de Spyro: La Noche Eterna para DS es preocupantemente parecido al anterior. Por su parte, sucede de la misma forma con los enemigos y jefes finales que nos encontremos. Además, esta sensación se refuerza al no dejársenos mover el ángulo contrapicado y trasero de la cámara con facilidad ya que, si se quiere rotar, habrá que colocarla en el hombro de Spyro con el gatillo R y ya después girarla.

Los jefes finales presentan siempre la misma estructura y enfrentamiento. Deberemos esperar su ataque dos o tres veces y posteriormente golpearles. El esquema es similar en todos los grandes enfrentamientos y no hay ningún distintivo que explique por qué podemos o no pegarles en un momento determinado. Una presentación de estas batallas realmente mediocre.

Aprueba por su salto definitivo a las 3D en Nintendo DS, por hacer un buen uso constante de la pantalla táctil y por sus tres minijuegos desbloqueables. Es un juego desfasado temporalmente, árido para los conocedores del género y no demasiado ameno a pesar de su corta duración. Esperemos que le duren poco estas pesadillas al simpático dragoncito morado.

Lo mejor:

Lo peor: