Dawn of Mana, Impresiones

Cuando una gran comunidad de aficionados no son capaces de ponerse de acuerdo con respecto a la nota que debería recibir un juego, algo indica que no se trata de un videojuego fácil de comprender. Esto es algo que se ha venido repitiendo últimamente con Seiken Densetsu, no en vano Children of Mana no consiguió convencer del todo a los fans de la saga, como tampoco Heroes of Mana en tierras niponas. Es difícil apuntar a un culpable del detrimento artístico por parte del equipo técnico de Koichi Ishii, aunque no cabe duda de que éste goza de cierta libertad a la hora de crear juegos innovadores o poco comunes.

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El caso de Dawn of Mana ya no sorprende a nadie. El juego más esperado de la franquicia llegaría a PlayStation 2 por primera vez en 3D, haciendo uso de un motor gráfico combinando el sistema de cámaras de Kingdom Hearts con la libertad de la física Havok, que popularizó en su día Half-Life 2. Precuela de todas las demás entregas que han visto la luz hasta el momento en la saga, se esperaba con ansia un punto de partida digno de elogio que además recordase al clásico Secret of Mana. Nada más lejos de la realidad.

Un mundo mágico sumido en tinieblas

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 Fa'Diel es un mundo mágico, de naturaleza exuberante y animales que viven en armonía con los seres humanos. Ocho espíritus elementales se reúnen para celebrar un encuentro tras muchos años sin verse las caras. En él, poco a poco comienzan a emerger los recuerdos de cuáles fueron los dos héroes que, por primera vez, salvaron al planeta de la oscuridad, recuperando el árbol Mana y adquiriendo la espada que protegería al elegido portador. Como si de un cuento se tratase van sucediendo los capítulos en los que dos jóvenes protagonistas dan forma a la historia del juego.

Keldy y Ritzia, algo más que amigos desde la infancia. Mientras que el primero llegó a Fa'Diel de forma accidental, supuestamente abandonado por sus padres, Riztia es una importante ‘Virgen del Mana' con conocimientos muy amplios de la leyenda que rodea al gran árbol de la vida. Un ejército en busca del poder absoluto, un mundo de belleza casi perturbadora en peligro y dos únicos héroes para conseguir una epopeya digna de leyenda.

Es, en fin, un cuento encantador sobre los principios y valores que los seres humanos han ido perdiendo progresivamente a lo largo de los años. Muchos elementos prestados de cuentos infantiles junto a un buen elenco de situaciones de tensión adornadas con uno de los mejores elementos que hasta el momento el juego nos ha regalado; una banda sonora digna de película -acompaña por un doblaje algo soso con pocos visos de llegar a España en nuestro idioma-.

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Los dos protagonistas van hilando una progresión en sus historias a medida que transcurre el juego. A primera vista, las conversaciones entre ambos protagonistas al igual que la psicología de los mismos da la sensación de ser plana, de forma que como avisamos previamente el guión del juego presenta más características de cuento o ‘fable' que de adaptación cinematográfica.

Pánico en el bosque

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Si dejamos a un lado el plano de la trama principal, la jugabilidad pasa a ser el aspecto más importante del juego, pasando a un segundo plano el elaboradísimo motor gráfico. En este caso, ambos apartados se entrelazan de forma que el sistema de juego no se explica sin entender previamente el uso de la cámara o la física sobre la que el título ha sido diseñado. Así pues, nos encontramos ante un sistema gráfico muy similar al de Kingdom Hearts 2, con la cámara siempre a espaldas de Keldy.

El ángulo mostrado en pantalla no es nada amplio, el propio personaje logra entorpecer muchas veces los movimientos que realicemos por culpa de no dominar la cámara como es debido. Poco a poco nos iremos acostumbrando al control de Keldy, de nuevo muy similares a los que también presentaba Sora, esto es; atacar, saltar y hacer uso de conjuros mágicos lanzados por medio de un hada que nos acompañará desde poco después de comenzar la aventura.

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Una rama de árbol será el primer arma que controlemos para luego obtener la espada mágica, y con ella una serie de ventajas que representan el mayor atractivo a nivel jugable. Gracias al motor Havok, casi todos los objetos del decorado en el que nos hallemos -generalmente zonas boscosas, cuevas, galerías, etc.- pueden ser desplazados por medio de fuertes empujones. El látigo, una de las bondades de adquirir la nueva espada, nos ofrece también la opción de agarrar piedras o enemigos para lanzarlos por el escenario.

El uso del Havok se justifica gracias a la puesta en escena del ‘pánico', un estado en el que los monstruos se muestran indefensos, cubriéndose con sus extremidades o huyendo de donde nos encontremos. La intensidad del pánico que sufran varía en función del tipo de objeto que hayamos lanzado, por lo que encontraremos numerosos útiles como rocas, vegetales gigantes que explotan, maderas, plataformas que ceden..., y así un considerable abanico de opciones de cara a 'espantar' a nuestros enemigos.

Jackpot

Además de convertirlos en objetivos más vulnerables para la espada de Keldy, el pánico de los monstruos nos recompensará con 'medallas', o dicho en otras palabras, add-ons que nos permitirán aumentar los puntos vitales y mágicos del protagonista. Una vez hayamos obtenido una cantidad determinada de medallas, el personaje aumentará de nivel de forma automática, perdiendo sus atributos una vez finalizado el episodio. Esto nos obliga a tener que obtener por necesidad puntuaciones altas al finalizar cada nivel, pues será la única forma de conseguir 'Escudos'; accesorios que podremos equipar al comienzo de cada nivel para mejorar los atributos de nuestro héroe.

Aumentar de nivel no es tarea complicada, aunque evidentemente se pierde algo de intensidad al rebajar una vez tras otra la velocidad de movimientos de Keldy, así como la cantidad de conjuros mágicos del hada. Dichos conjuros se efectúan por medio del botón R1, seleccionándolos previamente con la cruceta digital.

Los espíritus, esos amigos inseparables

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Además de ser los narradores de la historia, los espíritus son parte integral del mundo que rodea la saga Seiken Densetsu. En todas y cada una de las entregas de la serie han cobrado una importancia vital, normalmente siempre centrados en empleo de magias para curarnos o bien para derrotar a los monstruos de cada mazmorra. Pues bien, ya hemos comentado anteriormente que esa función la representará un nuevo personaje escenificado por un hada, por lo que en esta ocasión los entrañables espíritus nos ayudarán de otra manera.

Según avancemos en la aventura, estos personajes se irán presentando en momentos puntuales para ser lanzados contra los enemigos. Cada uno de ellos cuenta con sus propias características, algunos queman al monstruo, otros le producen un gran pánico, otros los alejan de nuestra área y así sucesivamente. De igual modo que sucede con nuestros atributos una vez finalizado cada capítulo, los espíritus se desvanecen del menú tras derrotar al malo final de turno.

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Espectacular, ¿pero?

Gráficos espectacular, banda sonora de película, una historia de cuento..., ¿por qué, pues, tantas dudas con respecto a un título que en un principio debería ser de los mejores de la consola de Sony? Tras probar en profundidad el sistema de juego, sólo podemos avanzar que Dawn of Mana es, al igual que Children of Mana, un título que ha de ser valorado según lo que ofrece y no a tenor de lo que la saga venía presentando hasta día de hoy.

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Pero de lo que no nos cabe duda alguna es de que, a todas luces, la serie ha dejado de ser lo que era. El escaso éxito de Heroes of Mana, que ha sido incapaz de mantener el tirón inicial, junto a este titubeante Seiken Densetsu 4 pueden llegar a dañar enormemente el futuro de una de las tantas sagas de Square Enix que conservan su esencia natural y simplista, quizás incomprendida.

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