La señora de los platos

Si de algo puede presumir la NDS es de ser la consola que probablemente más títulos 'extraños' en lo que respecta al contenido ofrece a día de hoy. Su original concepto de juego se ha visto trasladado, de algún modo, a la imaginación de los productores, que ven como muchas ideas casi imposibles en su día hoy son realidad gracias a la carrera tecnológica a la que está sometido el mercado.

Tanta innovación trae connotaciones tanto positivas como negativas; si por un lado muchos juegos de PC como Theme Park o Sim City superan con creces el examen al que se ven sujetos al trasladar un juego de ordenador a una portátil, otros tantos no logran convencer al jugador por diversos motivos, generalmente por una baja calidad técnica o por ofrecer un planteamiento genérico, léanse los juegos de plataformas o adaptaciones de películas.

Diner Dash es una mezcla resultona entre una buena idea y un pobre proceso de adaptación a la realidad. Dentro del género Arcade existen cientos de ejemplos en los que una acción básica y simple consigue mantenernos pegados al televisor durante horas y horas, Crazy Taxy o Virtua Tennis son casos en los que se ha sabido jugar a la hora de combinar elementos que garantizan el éxito. Las ventas están ahí para comprobarlo.

De un modo u otro, el juego que hoy analizamos disfruta y al mismo tiempo padece del tipo de diversión que promete; echar unas partidas y grabar sin ninguna preocupación, sin ceñirnos a ningún tipo de historia, sin ningún otro obstáculo salvo nuestros reflejos y velocidad para completar el único objetivo que interesa en el juego; atender correctamente a todos los clientes. A eso vamos...

La simplicidad es el punto clave

Una administrativa cualquiera decide, tras una nueva dura jornada de trabajo, dejar su vida y trabajo atrás y comenzar a hilar un nuevo futuro como propietaria de un pequeño bar restaurante. Sin más parangón, nos situamos dentro de un sencillo bar con algunas mesas de dos y cuatro personas. El tutorial de turno nos explica las acciones básicas -y de hecho, se podría decir que las únicas- a realizar de cara a que todos los clientes coman y dejen una buena propina. O dicho en otras palabras: A cumplir nuestro trabajo como es debido.

Nuestra tarea consiste en atender a los clientes según llegan al restaurante, elegir una mesa adecuada al número de personas que sean, generalmente dos o cuatro, anotar su comanda, llevarla a la barra, depositarles la comida y cobrar, siempre recogiendo los platos sucios y colocándolos en su lugar apropiado. Según transcurren las fases, nuevas clases de clientes comienzan a acudir a nuestros servicios. Desde hombres de negocios a eruditos pasando por juerguistas, borrachos e incluso señoras mayores que gustan de comer a solas.

Los clientes cuentan con la opción de reservar de antemano las mesas, o de llevar a su hijo recién nacido entre algunas otras opciones que alteran la disposición en la que hemos de sentarlos en las diferentes mesas. Los bebés, como hemos nombrado, requieren un atril específico sin el cuál alborotarán el bar, molestando así a los otros clientes.

La rapidez en cubrir a todos los visitantes es la clave del juego; si no atendemos en su debido momento a los clientes, estos se cansarán de esperar y se irán. Claro que también encontraremos almas caritativas que dejan una buena propina si han quedado contentos con la comida y con nuestros servicios. Algunos extras se van ampliando según completamos las fases; obtendremos bebidas y café, por poner dos ejemplos, como también la posibilidad de cambiar el decorado del restaurante, esto último eso sí de forma muy limitada.

Problemas a largo plazo

Con todo, este último párrafo es el vivo ejemplo de que la tónica del juego se reduce a ser ágil con el stylo para realizar todas las acciones requeridas para atender al cliente. Las recompensas son poco menos que absurdas, los distintos restaurantes amplían su tamaño aunque no lo que ofrecen, el tipo de clientela es extremadamente genérica, ya no sorprende en absoluto.

De la diversión y ánimo inicial pasamos poco a poco al aburrimiento crónico, que pasa a ser causa definitiva de apartarlo de nuestro maletín o mesilla de noche gracias a la total ausencia de aditivos para continuar jugando. Por si esto fuera poco, el tiempo de vida del cartucho es casi irrisorio, lastre que arrastra debido al propio sistema de juego que utiliza. Para terminar, una mención anecdótica del modo multijugador, limitado y simple.

Técnicamente demasiado justo

Como suele ocurrir en estos casos, la jugabilidad se ha antepuesto sobre cualquier otro apartado, relegando por tanto el aspecto gráfico y sonoro a un segundo plano. El juego se realiza enteramente en 2D, con sprites dignos de GBA que se mueven con fluidez aunque sin gracia por el pequeño entorno del bar. Los clientes son clones entre sí, algo que se acentúa por culpa de la poca variedad que encontramos durante la partida. Salvo las viñetas que narran la insustancial historia del juego, no hay ningún elemento más destacable.

El sonido, al igual que el modo multijugador, es otro aspecto meramente anecdótico y casi de pega. Monótono, repetitivo hasta la saciedad, al menos no es tan cargante y pesado como el de otros juegos del catálogo de la portátil de Nintendo. Sin voces u otros factores determinantes, los efectos especiales se reducen al murmullo de los clientes y a algún que otro efecto peculiar de los restaurantes.