Descubre con Mercury Steam la tierra de la chatarra...

El pasado otoño un estudio madrileño puso a la venta en todo el planeta el que sería su primer videojuego: Scrapland. Detrás de él mucha ilusión,  trabajo y un nutrido grupo de diseñadores, grafistas y programadores dando lo mejor de sí mismos. El apadrinamiento por parte de American McGee le abrió las puertas de la consideración en el siempre complejo mercado estadounidense. El resultado: buenas críticas y la demostración de que desde la independencia se pueden crear auténticos triple A que vender en el mundo entero.

El paso de Scrapland por los compatibles debía venir acompañado por un lanzamiento en una videoconsola de la presente generación, Xbox. Y eso es lo que tenemos hoy entre manos, una excelente conversión del título de PC para una máquina de sobremesa. El resultado es fantástico a todos los niveles, aprovechando el potencial de Xbox para recrear la poblada ciudad de Quimera y a sus particulares habitantes.

D-Tritus llega un buen día a Scrapland, hábitat donde los tejemanejes de los seres viscosos y putrefactos que son los seres humanos no tienen cabida. Su existencia fue prohibida por la destrucción a la que llevaron el planeta Tierra y, por tanto, Scrapland es el paraíso de los robots. Como todo recién llegado que aterriza en el asteroide, D-Tritus es examinado para probar que no ha estado en contacto con humanos y tras las comprobaciones rutinarias se le debe buscar un empleo. En las sociedades robóticas las colas ante el INEM no están bien vistas.

Desafortunadamente para nuestro protagonista el único trabajo disponible es aquel que ningún otro robot ha querido: el de periodista. Tras su primer paseo por la oficina D-Tritus comprobará que la cámara fotográfica que le ha sido asignada está demasiado mayor como para salir en busca de reportajes, así que tras la consiguiente descarga del programa de captura en la BIOS, la agradecida chatarra regala al protagonista un programa de hacking que le permite acceder al mayor secreto de Scrapland.

Los problemas comienzan cuando el Arzobispo de Quimera es asesinado por una mano desconocida, con el agravante de que alguien se ha infiltrado en la base de datos y eliminado su código, con lo cual no puede ser resucitado. Ahí comienza nuestra misión periodística: investigar los hechos e informar a la sociedad de lo acaecido.

Al poco de comenzar la aventura conoceremos a Rusty, dueño de un particular taller de chatarra donde podremos construir máquinas voladoras con las piezas que poseamos. Empezaremos con una chatarrilla de tres al cuarto, pero a medida que progresemos por la aventura iremos descubriendo planos de naves; o destruyendo naves enemigas, cumpliendo misiones y ganando apuestas podremos obtener nuevas armas, un motor con mayor potencia o variadas mejoras.

En el taller compondremos las naves a nuestro antojo, y podremos dejar configuradas hasta 9 máquinas distintas. Hay que jugar con el peso y el poderío del motor, con la potencia de fuego, con la resistencia del casco. En algunas misiones y, sobre todo, en las apuestas necesitaremos máquinas rápidas; para las partes de destrucción, mejor poner un casco bien gordo y armar los tanques más potentes para resistir las acometidas rivales.

Tras superar varios retos, se nos abrirá una Superapuesta Loca que tiene como premio mejoras para la aeronave. Pero la afición de los habitantes de Quimera al juego no se limita al Garito; tras conversar con alguno de ellos se nos dará la oportunidad de retarlos a una carrera donde apostar fuertes sumas de dinero. Ser inmortal tiene eso: uno se puede arriesgar a perder todo.

La conversión gráfica de PC a Xbox es notable y, salvando las distancias en resolución, escasos son los detalles que se han visto mermados en la videoconsola. Sólo algunas pequeñas ralentizaciones cuando salimos a pasear en nave a los vastos escenarios o cuando la pantalla está saturada al máximo de elementos. El resto de bondades del motor gráfico creado para la ocasión por Mercury Steam se mantiene. Lo que no es poco, puesto que los entornos abiertos que surcaremos por el aire son colosales en tamaño y radiantes en lo que respecta al diseño gráfico y artístico.

Las principales virtudes del engine se aprecian a lomos de una nave voladora, pero los entornos por los que nos movemos a pie tampoco ofrecen objeciones. La cámara que sigue la acción en tercera persona funciona a las mil maravillas, los escenarios gozan de un cuidado diseño, son bastante amplios en tamaño y suelen estar repletos de objetos con los que, desgraciadamente, apenas podemos interactuar. Tal vez la resolución de las texturas sea el punto más flojillo, pero paseando por la comisaría o el Garito del Apostador nuestras miradas se irán siempre hacia el mismo punto: los personajes.

La variada fauna que compone Scrapland campa de forma un tanto caótica por los escenarios. Y aunque el número de robots diferentes que aparecen durante el juego no son tantos como se podría desear, su inteligente diseño así como sus señas de identidad lo convierten en un zoo digno de admirar. Banqueros que roban a todo incauto que pase por su lado, funcionarios huidizos ante el riesgo de tener que trabajar, preciosas enfermeras armadas con troncos para anestesiar... y policía, mucha policía.

Los modelados en 3D son más que creíbles y sus animaciones gozan de un gran acabado. Como podremos convertirnos en cualquiera de ellos durante la aventura, gracias a nuestra capacidad de acceso a la Gran Base de Datos, podremos deleitarnos con su forma de moverse o interactuar. Sin embargo, su movimiento en ocasiones es un tanto brusco, pero no logra empañar toda la imaginación y trabajo derrochado.

Para finalizar, aclarar a todos los puristas que el juego dispone de una completa gama de efectos visuales como luces volumétricas, efectos atmosféricos, uso de técnicas de iluminación global, sombras en tiempo real y environment bump mapping tanto en escenarios como en personajes, entre muchos otros. Y para no dejar nada en el tintero, añadiremos la fantástica dirección de las escenas cinemáticas, algunas con tal grado de crudeza, desde un toque humorístico por supuesto, que te harán esbozar una enorme sonrisa.

Ante esto, los efectos sonoros pasan un tanto desapercibidos, sobre todo en las misiones a pie; y durante las fases de acción aérea o en las de tránsito, sonidos de turbinas y atasco en la urbe asteroidal. Por otra parte la música, de marcado carácter futurista y generalmente con tintes electrónicos, se adecua a la situación que estemos viviendo: más fuerte y cañera cuando hay acción y en un segundo plano cuando andamos investigando en algún edificio. El número de melodías es escaso, por lo que no le habrían venido mal algunos cortes más que le diesen variedad a la sección musical.

Sus creadores lo han querido comparar por esta libertad de planteamiento, que no de acción, con la saga GTA de la que, digámoslo claramente, está a años luz. Cierto es que podemos dedicar el tiempo a realizar tareas que nada tienen que ver con la historia principal, pero tampoco existen lo que se podría denominar misiones secundarias. Si nos apartamos de forma momentánea del hilo argumental, podemos pasar el tiempo consiguiendo dinero (bien destruyendo naves de transporte, bien convirtiéndonos en algún banquero con las manos largas), compitiendo en carreras en alguno de los recorridos de la ciudad, construyendo una mejor aeronave o visitando alguno de los emplazamientos del juego. Pero de forma totalmente ajena a la línea principal de la historia.

Centrándonos en este punto, en los escenarios que visitamos a pie existe una variada fauna robótica, pero las posibilidades de interacción con ellos o con los objetos de los escenarios son mínimas. Los diálogos son siempre iguales para cada tipo de personaje y lo más que sacaremos de ellos será retarlos a una carrera; los escenarios además, aunque repletos de objetos, apenas permiten la interacción, siendo simples espectadores de la aventura. No podemos sacar de ellos mejoras como nuevas habilidades, armas o ítems, tan solo algún que otro plano escondido con el que conseguir nuevas piezas para el taller

Por tanto, la mayor diversión sobre dos patas está en transformarse en otra personalidad accediendo a la Gran Base de Datos e intentar que no nos pille la abundante policía. O al revés: dejar que nos descubran e intentar que las fuerzas del orden no nos capturen. Ambas posibilidades acaban por cansar, a pesar de que las variadas habilidades de las que dispone cada tipo de robot permitan que nos echemos unas risas la primera vez que los controlemos. Y es que el sentido del humor, ácido e irónico, es uno de los puntos mejor llevados de todo el juego.

Otro de los reveses que se le puede achacar a Scrapland es que las misiones suelen ser bastante repetitivas y siguen un planteamiento un tanto ilógico en muchas ocasiones. El esquema de juego es bastante sencillo de reconocer desde el comienzo: recibimos una llamada - nos desplazamos por el aire hasta el lugar en cuestión - completamos a pie el objetivo - obtenemos una nueva misión. Muchas veces la tarea es tan sencilla como hablar con un personaje, encontrar un objeto o fotografiar algo.

Además, los desplazamientos de una a otra parte de Quimera son abundantes, aunque por el camino siempre será un buen momento para atacar algún trasbordador, robar su equipaje y luchar para que la policía no nos aprehenda. Aunque el sistema de apuntado automático falla bastante (en muchas ocasiones nos llevará a chocar contra una pared o a desplazarnos automáticamente sin ver al enemigo), los momentos de acción a bordo de la aeronave son lo más entretenido del título. Hay que destacar que el sistema de control con el pad es fantástico en ambos tipos de misiones, es más, la gente del estudio madrileño aconsejaba a los usuarios de PC el usar uno para disfrutar al máximo de la experiencia.

Tal vez la obra de Mercury Steam no sea el título que todo "hardcore gamer" haya soñado, pues aunque combina de forma solvente varios géneros, carece de la profundidad que se puede exigir de cada uno de ellos de forma separada. Sin embargo no le podemos echar nada en cara al estudio madrileño, que ha demostrado con su ópera prima que desde la independencia se pueden lograr resultados positivos en todo el mundo, independientemente del padrino que tengas.

Existen pocos juegos en Xbox que aúnen de una forma satisfactoria lo mejor de la aventura, la acción y la conducción, por lo que su compra es bastante recomendable. Es más. Scrapland sería el título perfecto para regalar a cualquier aficionado a los videojuegos, que seguro que sabrá valorar sus virtudes por encima de sus defectos. Y es que si nosotros no apoyamos el software patrio, ¿quién lo hará entonces?

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