Golf | British Open

Scheffler se da un paseo militar camino a la Jarra de Clarete

El estadounidense suma su primer Open, cuarto grande que le pone a un US Open del Grand Slam, en un desenlace en el que no da opción a la remontada.

Scheffler se da un paseo militar camino a la Jarra de Clarete
GLYN KIRK
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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Pasan los años y con ellos los torneos, y no hay comparación que se le haga demasiado osada a Scottie Scheffler, no hay apelativo demasiado grandilocuente para el campeón de cuatro grandes: de dos Masters de Augusta, en 2022 y 2024, y este año del PGA Championship y del British Open, conquistado este domingo en Royal Portrush (Irlanda del Norte) con una vuelta final de 68 golpes, -3 para -17.

Un paseo militar del número uno del mundo, ya el único jugador que antes de los 30 ha conseguido semejante colección de majors junto a los que siempre, mal que le vaya a pesar con el paso del tiempo si el ritmo de producción de victorias se resiente, y por muy cansino que vaya a acabar sonando el discurso en lo que pueden ser tranquilamente 15 o 20 años de dominio absoluto de la élite golfística, van a ser su rasero, Jack Nicklaus y Tiger Woods. 1.197 días pasaron entre la primera y la cuarta victoria del Tigre en un grande, exactamente los mismos que median entre las respectivas del texano. Incluso la coincidencia más impensable se alinea con el relato.

Ni una sola vuelta por encima de esos 68 impactos jugó Scheffler en el par 71 del Dunluce Course. Se plantó en la última jornada con tres bogeys, dos de ellos el jueves, el único día con condiciones climatológicas propias de un Open, y cuatro golpes de ventaja sobre el chino Haotong Li tras jugar 54 hoyos inhumanos. No había concluido un tercio de su último recorrido cuando ya no quedaba un solo motivo racional para pensar en algo que no fuera verle alzando la Jarra de Clarete. Fue una victoria redonda, increíblemente rutinaria, de un golfista que sería un peligro para el seguimiento de este deporte, en tanto que reduce sensiblemente el factor aleatorio que hace interesante una retransmisión deportiva, si no fuera porque millones seguirán sintonizando la televisión simplemente por el atractivo de ver golf en su expresión más perfecta posible.

Cerró los nueve primeros en 34 golpes con cuatro birdies y un doble bogey al 8, la única concesión que hizo a sus perseguidores (desde Harrington en 2007 ningún campeón presentaba uno en los últimos 18 hoyos), y transitó sin errores por los nueve segundos, en los que solo le desvió del par un birdie al 12, cuando la renta era suficiente para no tener que apretar pero no daba como para pemitirse números altos. Portrush asistía a la exhibición entre admirado y abatido, tras llevar en volandas toda la semana a McIlroy. El ojito derecho de la parroquia local se había desatado con un -5 el sábado que le dejó a seis golpes, una distancia salvable con un arranque potente que convirtiera al gentío en caballos de potencia para acercarse a Scheffler. A la altura del 11, al par y apocado tras un doble bogey al 10, el sueño de ganar su segundo Open en casa se había esfumado por completo. Concluyó en -2 para -10.

“Sé que no era el favorito esta semana, así que agradezco mucho el apoyo. Gracias a mi familia también. No podría hacer nada de esto sin ellos y no puedo esperar a celebrarlo juntos. A mis padres y el resto del equipo, no puedo agradeceros lo suficiente lo que hacéis. Gracias a todo el pueblo. Ojalá pudiera haber visto algo más, pero ha sido muy divertido y espero volver a veros pronto”, aseguró, siempre sencillo y elegante, tras emocionarse sobre el green del 18, con su hijo Bennett en brazos, el nuevo Golfista Campeón del Año, en su cuarto triunfo (además del citado PGA Championship, el del Byron Nelson y el Memorial) de otra temporada inexplicable, con 12 top-10 en 16 torneos, con el séptimo puesto del US Open como peor actuación en el Grand Slam. El autor del 12º triunfo estadounidense en el torneo en lo que va de siglo, incluidos cuatro de los últimos cinco, consolidando una tendencia.

Las mejores maniobras del domingo llegaron de jugadores que partían desde muy lejos, como Wyndham Clark (-6 para -11) o Bryson DeChambeau (-7 para -9), que aprovechó para mandar un mensaje caliente de cara a la Ryder: “Esto se ha puesto serio. Estamos cansados de perder y voy a llenar de energía el tsunami de gente que estará animándonos”. Apenas incordiaron por detrás el chino Haotong Li (-1 para -11) y los ingleses Fitzpatrick (-2 para -11) y Hatton (+1 para +7). El que más se acercó fue su paisano Harris English (-5 para -13), que tampoco estuvo ni remotamente cerca de hacerle sombra. Todos han tenido la mala suerte de compartir espacio-tiempo con el mejor de su generación.

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