Scheffler no sólo depende de sí mismo en Augusta... por un parto

Habría que rebuscar en la hemeroteca, pero lo que podría ocurrir este domingo en el Masters de Augusta seguramente no tenga parangón en la historia del deporte. Y es que la mayor amenaza para una segunda chaqueta verde hacia la que Scottie Scheffler va lanzado no estará en el campo, sino a 1.500 kilómetros, en Dallas, donde tiene su residencia. Allí se encuentra Meredith, su esposa, esperando el nacimiento del primogénito de la pareja, que ya es inminente. Y su marido ya ha dejado claro que no va a poner su palmarés por delante de un acontecimiento de esa magnitud. Existe la posibilidad de que abandone el torneo si la buena nueva llega en medio de su vuelta final, y tiene un plan para ello.

“Tengo una forma de llegar a casa bastante rápido. Tenemos alguien aquí con permiso para usar su teléfono móvil (por norma general está prohibido su uso dentro del campo, algo por cierto cada vez más difícil de controlar con la aparición de nuevos artilugios como los relojes inteligentes) y avisarme si tengo que volver”, relató este sábado en su rueda de prensa postronda.

“Quizá debería estar más al tanto de todo, no lo sé. Mucha gente nos pregunta cómo van los preparativos y la verdad creo que no estamos del todo listos. Su cuarto no está listo y hemos tenido algunos problemas en casa últimamente. Creo que es la parte más interesante, el hecho de que nunca se está listo para algo así”, añadió después en una reflexión que delinea bien su personalidad, la de un tipo sencillo, una estrella sin ínfulas, un temeroso de Dios que lloró la noche previa a la conquista de su primer Masters en 2022 porque no se veía preparado para el reto. Entonces encontró la fuerza en la fe y en Meredith, a la que siempre ha atribuido un enorme crédito por aquella victoria. Que está dispuesto a dejar escapar otra en esta situación es algo que no puede sorprender mucho a quien haya seguido de cerca al personaje.

Mickelson y el busca en el US Open de 1999

Hay un precedente de alerta por bebé en camino que no llegó a materializarse. Andaba Phil Mickelson cerca del triunfo en el US Open de 1999 en Pinehurst con su esposa, Amy, embarazada, así que el zurdo californiano decidió echar un busca a la bolsa para poder recibir el bendito aviso. Finalmente, ni una cosa ni la otra. El busca no sonó y lo que era una ventaja de un golpe a falta de tres hoyos acabó en victoria del malogrado Payne Stewart. El trabajo, por muy bien remunerado que esté, no puede serlo todo en la vida.

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