¿Rahm al LIV? Una posibilidad que coge fuerza
La corriente de fondo sobre una posible marcha del vasco a la superliga saudí coge fuerza en el mes en que debería rematarse su acuerdo con el PGA.
“Esta es la única vez que voy a hablar de este tema. Declaro oficialmente mi lealtad al PGA Tour”. Son palabras, y unas meridianas, de Jon Rahm en febrero de 2022, preguntado por la posibilidad de unirse a un LIV que por entonces echaba a andar. Desde entonces, eventualmente han aparecido los rumores, y eventualmente el vizcaíno los ha despachado con la misma contundencia. Pero, ¿y si ha cambiado de opinión? Es la posibilidad que carcome estos días las entrañas del PGA: la marcha de uno de sus jugadores franquicia, precisamente en el mes en el que el circuito estadounidense debe rematar (antes del 31, salvo que se acuerde otra fecha límite) su principio de acuerdo con la superliga saudí para poner fin al cisma que su aparición generó en 2021.
Vaya por delante que esta es una historia con mucho ruido y pocas nueces, y que no sería la primera vez que los llamados insiders del circuito financido por el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudí (PIF) anuncian a bombo y platillo acuerdos que no se producen. Si todo lo que se ha escrito en los dos últimos años hubiera sido cierto, ya estarían allí Hideki Matsuyama, Patrick Cantlay, Xander Schauffele o Adam Scott.
Vaya por delante también otra filípica de Rahmbo dedicada al asunto, esta en el US Open de 2022: “Nunca he jugado al golf por un tema económico. Juego por amor al golf y quiero competir contra los mejores del mundo. Siempre he estado interesado en la historia y el legado, y eso es lo que tiene el PGA. Hay un significado cuando ganas el Memorial, el Arnold Palmer, en Los Ángeles o Torrey Pines. Son sitios históricos. Eso significa mucho para mí. Solo Tiger y yo hemos ganado un US Open en Torrey. Eso es un recuerdo que voy a tener toda la vida, y que muchos otros no tienen. Mi corazón está con el PGA Tour. Es todo lo que puedo decir. No es asunto mío ni está en mi forma de ser juzgar a quien piense distinto. Y para muchos, no voy a mentir, tres o cuatro años allí es su plan de jubilación. Es una muy buena retribución antes de despedirse”. Por último, vaya por delante que este periódico ha contactado con su agente para sondear el asunto y ha recibido el silencio por respuesta, como el resto de la prensa nacional e internacional. El mutismo es absoluto en el entorno del jugador.
Muchos ángulos a favor, y muchos en contra
No sabiéndose nada concreto, hay sin embargo ángulos de esta historia que apuntan tanto en la dirección del ‘sí' como del ‘no’. A favor del LIV, que según The Telegraph le habría ofrecido una prima de contrato en el entorno de los 600 millones de euros, Jon no ha sido de los más combativos en su defensa. Si ha sido una figura concreta en este embrollo ha sido la del consenso, la que ha tratado de tender puentes. A favor de la paz entre organizaciones y en contra del enfrentamiento, en contraste con la hostilidad de otros tótems del PGA como Tiger y McIlroy.
Precisamente ahí está otro aspecto que favorece la narrativa de su marcha. No se siente valorado en su justa medida, como expresó a pregunta de este diario en un encuentro con medios españoles el 18 de enero. “Pero eso es porque no soy americano. Está claro que hay cierta lista. Están Rory, Jordan Spieth, Justin Thomas... No sé cómo decirlo, pero están bien tratados por el tour. Y luego tienes al que lleve cuatro o cinco meses jugando bien. Los últimos cuatro o cinco años yo creo que tan bien como yo ha jugado Rory. Me encantaría estar en esa lista de favoritos a estar más en la tele, pero sé que no lo estoy salvo que pueda ganar un torneo. Imagino que en el Sentry, hasta que hice birdie en el 12 o 13 no me sacarían, pero como siempre. Es porque no soy americano. Es lo único que puedo decir. No hay otra explicación. Mi trabajo es ganar. Si gano un par de torneos más o algún grande no les quedará más remedio que sacarme. En eso estamos”, comentó entonces.
Un agravio que podría jugar un papel importante en su decisión es el secretismo con el que se manejó la cúpula del PGA en el principio de acuerdo con el LIV alcanzado en junio. Nunca se informó de las negociaciones a los jugadores, que se pronunciaron entre la perplejidad y el enfado. Pero, también en esto, Rahm se mostró contenido. “Se han producido cambios muy grandes para todos nosotros. No he podido hablar con Jay (Monahan, comisionado del PGA y receptor de las críticas). Se ha comportado de forma muy profesional conmigo y mi familia. Se ha portado muy bien. Es un gran hombre y es todo lo que puedo decir. En cuanto a su trabajo en el PGA, creo que ha sido fantástico. Lo que ha ocurrido ha sido inesperado, pero creo que es un buen trabajo, y después de esto es justo darle tiempo para arreglar las cosas. Creo que mira por el interés de los jugadores y todavía no tenemos información suficiente para valorar el acuerdo”, dijo en su rueda de prensa previa al British Open.
Por otro lado, el León de Barrika es muy cercano a Phil Mickelson, quien le hizo de Cicerone en sus inicios en el PGA, y cuyo hermano Tim le entrenó en su etapa universitaria en Arizona State. El californiano fue la primera gran estrella reclutada por el LIV y uno de los jugadores más activos en la defensa pública de esa estructura. “Phil respeta mi decisión y yo respeto la suya. Me ha dicho muchas veces que no tengo ningún motivo para irme al LIV”, confesó Rahm sobre la posible influencia del zurdo sobre él en este tema el pasado agosto. Que no se haya anunciado su presencia en el AmEx del próximo enero, en el que defendería título, y que se borrara citando falta de tiempo de la TGL, el experimento de Tiger y McIlroy que mezcla golf virtual y real, cuyo lanzamiento iba a ser en 2024 y se pospuso hasta 2025 por problemas técnicos, ha añadido más gasolina al fuego.
En contra del fichaje juega el formato de competición del LIV, torneos a tres vueltas, con fields de 48 jugadores y sin corte, con clasificación individual y por equipos (en este sentido, se habla de que capitanearía el suyo, en el que podrían integrase Sergio García, Eugenio Chacarra y David Puig, españoles que ya dieron el salto a la superliga), que es el motivo por el que el ranking mundial se resiste a incluirlo en su paraguas. Eso dificulta el acceso de los LIVers a los majors, pero Rahm, con sus victorias en el US Open en 2021 y el Masters este año, tiene exención de por vida en Augusta, en el US Open hasta 2031 y en el PGA y el British para los próximos cuatro años. Es decir, tendría garantizada su presencia en los cuatro grandes al menos hasta 2027. En cuanto a la Ryder Cup, siempre que no renuncie a su afiliación al DP World Tour, el circuito europeo, sería seleccionable. Que el capitán para 2025, que volverá a ser Luke Donald, decida contar con él o no es algo que dependerá de cómo terminen las negociaciones entre circuitos.
Ese es el gran interrogante. Cómo podría afectar la unión de Rahm y LIV a la forja de un acuerdo que debía enterrar el hacha de guerra, por el que saudíes y estadounidenses, con el DP casi como mera comparsa, crearían una entidad con ánimo de lucro de la que los jugadores serían beneficiarios y a la que se bombearían petrodólares, se desconoce si para financiar las tres estructuras o una global. En los últimos meses nuevos inversores han intentando sentarse a esa mesa, como Fenway Sports Group, que tiene acciones en el Liverpool o los Boston Red Sox de béisbol y entre cuyos miembros figura LeBron James, o Endeavor, el ultraconglomerado que absorbió IMG y que, entre otras cosas, es propietario ahora mismo del Mutua Madrid Open de tenis y el Open de España de golf. Eso ha ampliado el horizonte de posibilidades de un PGA Tour en cuyo seno, según publica Golf Digest, hay voces que alertan de que la marcha de Rahm podría dinamitar el buen momento que atraviesa la relación con el PIF. Tiempos complejos en el golf, cuyo futuro podría depender de una simple palabra en boca de Jon Rahm.
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